En el último cuarto del siglo XVIII, James Watt contribuyó al desarrollo de la humanidad con la máquina de vapor de agua. Ello supuso el inicio de la Primera Revolución Industrial basada en la mecanización de los procesos productivos.

Sucesivas oleadas científico-tecnológicas, sustentadas en avances como la electricidad y la automatización, han hecho transitar la industrialización por distintas etapas hasta alcanzar la actual transformación vinculada al concepto de fábrica inteligente. Esta fase, considerada por algunos autores como la Cuarta Revolución Industrial, se caracteriza por la generación de productos y servicios inteligentes capaces de atender de modo personalizado las necesidades de los destinatarios, los clientes de nuevo y diversificado perfil.

La industria 4.0 se enfrenta al reto de la producción inteligente a través de procesos de fabricación personalizada: con un uso intensivo de las tecnologías en la digitalización de los procesos, minería de datos, conexión entre dispositivos, cadenas de producción interconectadas, comercialización o distribución inteligente. Es el tiempo de la manufactura avanzada, de la fábrica del futuro hecha presente.

Es, igualmente, una oportunidad única para hacer frente al modelo de competitividad basada en la deslocalización y la rueda interminable de reducción de costes salariales. Una ocasión inmejorable para incidir en la transformación del modelo de liderazgo y  organización de la empresa hacia propuestas más disruptivas, con el fomento de la creatividad, participación e innovación por parte de todos los trabajadores, sin olvidar por ello el triple reto de todo proyecto empresarial: competitividad, viabilidad y sostenibilidad. Un buen momento para configurar una fábrica socialmente inteligente.

Pero, el foco de este artículo quiere transitar de la industria a la política. Se trata de situar la política ante idéntico reto. El objetivo es elevar la política a la altura de la economía y la tecnología en su articulación socialmente inteligente, en beneficio de la promoción de la justicia social.

La política ha asumido, no sin dificultades, la importancia de la información. La exigencia de información por parte de la ciudadanía, en el acceso a los datos, indicadores e interpretaciones de los mismos, que posibilite un conocimiento suficiente de la realidad en la que viven, estableciendo la base democrática mínima sobre la que asentar la transparencia. Hoy, sin acceso a la información, a una información de calidad y cualidad, sin transparencia, la democracia no puede consolidarse. La gobernanza 1.0, es el primer eslabón de un proceso de radicalización democrática, entendida como búsqueda impenitente de las raíces profundas de la democracia, de su sentido más primigenio.

Sin embargo, la información no colma los anhelos de una ciudadanía que vive ya las esferas tecnológica, económica, social y cultural en otro ecosistema. Ya no es suficiente alcanzar las primeras posiciones en los rankings de transparencia, como en el ámbito económico-empresarial no lo es una certificación de calidad. Se plantea la exigencia de una gobernanza 2.0, en la que la comunicación cobra un mayor protagonismo. No sólo se trata de informar, de hablar, sino que es cuestión de saber escuchar. Las redes sociales son multidireccionales. La correcta gobernanza de este nuevo ecosistema posibilita escuchar, dialogar, debatir,… y todo ello genera confianza, confianza en la política, en los políticos, confianza entre los ciudadanos. La gobernanza 2.0 refuerza la anterior transparencia con dosis significativas de confianza y legitimidad.

No obstante, de la misma manera que la industria ha continuado su camino evolutivo, la política encara un presente aún más exigente. La universalización de la educación, la diversificación de espacios y formatos para el aprendizaje y la formación de la conciencia ciudadana, elevan la presión sobre la cualidad de la democracia. La construcción de la democracia ya no es responsabilidad exclusiva de parlamentos y sistema de partidos, ni siquiera aunque sean de reciente creación. Ciudadanos, entidades sociales, empresas,… reclaman una mayor presencia en los procesos de creación, diseño y desarrollo de la democracia. El reto actual es la co-creación democrática y la dificultad añadida está en madurar el sentido de la corresponsabilidad en todos y cada uno de los sectores. No es sólo una cuestión de que la política conocida se abra a una gobernanza 3.0, se trata también de que la apertura a la co-creación entre sectores y agentes se vea acompañada de una madura corresponsabilidad en la búsqueda del bien común.

Pero, el futuro fija nuevos retos a la política, de igual manera que la industria encara una cuarta revolución. La sociedad emergente plantea una gobernanza 4.0. Una gobernanza democrática de países, regiones y ciudades que asuma el reto de la generación de servicios y experiencias inteligentes, capaces de atender de modo personalizado las necesidades de los ciudadanos, de nuevos y muy diversificados perfiles. Personas que envejecen y aumentan su dependencia, personas con dificultades para encontrar un trabajo o para que lo sea digno, personas alejadas de sus países de origen, personas jóvenes en busca de un presente, personas sin vivienda, personas en precario, personas tiernas y con toda la vida por delante, personas con identidades sexuales distintas,… personas humanas.

Con tal fin, recorramos las posibilidades que un enfoque 4.0 de la política y de la gobernanza nos ofrece. Muchos de los problemas que suscita la necesaria regeneración política encontrarán vías de solución, radicalmente democráticas, en dicha perspectiva.

[Publicado en El Correo y Diario Vasco. 23-7-15]