Tengo la sensación repetida en el tiempo de que el Santuario de Loiola, en el valle guipuzcoano del Urola, en el corazón de Euskadi, es un lugar que posibilita el encuentro con nuestra dimensión humana más espiritual, profunda y trascendente.

Aquella en la que nos interrogamos por las grandes cuestiones. Aquellas que necesitan de silencio y quietud, de desconexión y escucha. ¿Quién soy yo? ¿Quiénes somos? ¿Qué hacemos en este mundo? ¿Cómo podemos ser más felices? ¿Cómo podemos hacer más felices a los demás? ¿Qué nos espera más allá del futuro?

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Si estás o has estado vinculado a las obras de la Compañía de Jesús (jesuitas); si eres católico, cristiano o perteneces a otra confesión religiosa; o si , simplemente, te consideras creyente en algo o en alguien; incluso, si no te sientes creyente pero te interpela la posibilidad de profundizar y trascender al devenir de nuestra historia cotidiana, porque no: ¡Acércate a Loiola!

¡Déjate envolver por su manto natural, de montañas, valle, praderas, río, antiguo trazado de ferrocarril,…! ¡Permite que la monumentalidad te impacte visual y estéticamente! ¡Aproxímate al relato de una peculiar historia personal, la de Iñigo de Loyola, y colectiva, la de la Compañía de Jesús!… Y, luego, si quieres, hablamos.

La aceleración del tiempo, la globalización de los espacios, el estrés vital, la pérdida de sentido, la identidad fragmentada necesitan de espacios como Loiola, donde escucharás tu propia voz entre tanto silencio.

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