Día Mundial de la Filosofía

Artículo publicado por Patxi Lanceros en El Correo con motivo del Día Mundial de la Filosofía. .

El tercer jueves de noviembre de cada año se celebra, desde 2002, el día Mundial de la Filosofía, con patrocinio y bajo iniciativa de la Unesco. Puede uno razonablemente (es decir, filosóficamente) dudar al respecto de la adecuación de esa festividad, sobre todo si mira el calendario de señalamientos decretados, o sugeridos, con oficial amparo, y encuentra que la Filosofía se ve escoltada, en distintas fechas, por días consagrados al tequila, al atún, al tiburón ballena o al orgasmo femenino: hoy mismo, sin dejar de ser el día mundial de la Filosofía, es el día mundial del retrete.

Puede uno dudar, razonablemente. Y de eso se trata. O de eso se trata cuando se trata de Filosofía: de dudas y de razones. Unas y otras consiguen, por ejemplo, que la heteróclita relación de días mundiales e internacionales (aun considerando tan solo los que tienen rango oficial y no, entre otros muchos, el día del orgullo zombi o el día de la croqueta) no carezca de absoluto sentido, o no naufrague en un proceloso mar de buenas intenciones incongruentes. Y, aun así, con serenidad filosófica, puede decirse que esa lista debe ser cuidadosamente revisada: por negligencias o por excesos, por redundancias, por omisiones. Por dudas y razones.

Desde que la Filosofía dio sus primeros, y ya firmes, pasos en el lejano siglo VI a. de C. en las costas de Jonia, ese discurso ha atravesado siglos y continentes, ha producido esquemas y teorías, ha dejado un rastro inatrapable de oralidad cuyos ecos aún resuenan y una huella indeleble de escritura en la que todavía nos sostenemos.

Filosofía es conocimiento, destreza y actitud. Pero la Filosofía es, sobre todo, la inteligencia llevada, en cada caso, a su mayor grado de tensión; y es la expresión, la palabra que da curso a esa máxima exigencia. Por eso, puede decirse sin hipérbole que, si la especie humana se caracteriza por la inteligencia y la palabra, la Filosofía es humanidad al límite, o es exploración de los límites de la humanidad.

Que esos límites los marque la propia convivencia humana (y el discurso se vierta entonces hacia la ética o la política), o la inminencia de la naturaleza y la técnica, o que los límites vengan señalados por la concreción artística o por la abstracción matemática, es algo que, en principio, carece de importancia: en cada uno de esos ámbitos, y en todos los que la condición humana se (la) juega, la Filosofía es el curso de la inteligencia que no se deja someter, y es el discurso, la expresión que no se deja amordazar.

Inteligencia y expresión que llegan, que han de llegar, incluso al confín ante el que otros cursos, y otros discursos, se detienen, dimiten o callan.

Sócrates