Uno de mis teoremas favoritos en Economía fue enunciado en 1956 por Richard Lipsey y Kelvin Lancaster en su “The General Theory of the Second Best”. Viene a decir que, ante un problema, es siempre mejor una solución real (aunque no sea la que en teoría es óptima), que la solución perfecta en teoría, pero que no se puede alcanzar porque alguna de sus condiciones es imposible de alcanzar en la práctica. Ya sé que el refrán “más vale pájaro en mano que ciento volando” es anterior a 1956, aunque probablemente no lo escribió un economista : )

El corolario de este teorema lo enunció años más tarde el también economista Avinash Dixit, profesor en Princeton: “El mundo, en el mejor de los casos, es la segunda mejor opción“. Que en última instancia viene a decir que no vivimos en un mundo perfecto, y que nunca se cumplen las condiciones ideales que nos llevan al óptimo que teóricamente podríamos alcanzar.

Me he acordado varias veces del teorema y su corolario estos días, que ando leyendo muchos papeles de política industrial, preparando la charla que daré el miércoles en el IND+I 2017 (una conferencia centrada en políticas industriales y de I+D, que organiza en Catalunya un grupo de personas que merecen mucho la pena). La estrella invitada este año es nada menos que Mariana Mazzucatto, así que será un día divertido.

En un momento además en el que el May en UK, Trump en USA, Abe en Japón están desesperadamente tratando de impulsar su industria. O al menos, eso dicen. Y al hilo de ese interés, las mentes más brillantes del planeta están tratando de explicarles cómo se hace eso… (interesantísimo por ejemplo el “UK Growth: A new Chapter”, que acaba de publicar la London School on Economics)

En realidad, sería fácil apostar por las políticas industriales y de I+D en un mundo perfecto. Pero Avinash tiene razón, y en el mundo real eso no ocurre. Primero porque la sociedad lo que reclama de las administraciones públicas es más gasto social, no más ayudas al sector privado. Segundo porque apostar por un sector y dejar de apostar por otros, es también un imposible en la práctica (los lobbies se encargan de esta parte). Y si los dos anteriores no bastasen, queda el problema de acertar en las políticas de industria o de I+D eficaces en el Siglo XXI (otro lío, no es fácil acertar…).

Haría falta liderazgo público y privado (en estas cosas la colaboración es muy importante) que arriesgase con coraje y decisión, que explicase a la sociedad y a los lobbies que la apuesta correcta es la industria y el conocimiento, y después abordase políticas audaces, con la esperanza de transformar.

Pero esas condiciones de contorno son imposibles, así que pasarse el día buscando ese óptimo va contra el Teorema de la Segunda Mejor Opción. En esta vida, uno de los aprendizajes más relevantes es darse cuenta de que nunca se dan las condiciones ideales, y el acierto consiste precisamente en identificar los sub-óptimos que son posibles en la práctica, y apostar por ellos…

En mi experiencia, es más difícil esta segunda apuesta. La primera es fácil, porque es teórica. Es decir lo que habría que hacer, con la tranquilidad de que la receta en teoría funcionaría, y la tranquilidad adicional de nunca se aplicará, y por tanto nadie podrá venir después a decirnos que la apuesta no era la correcta.

La vida real nos obliga a ensuciarnos. A aceptar compromisos que no son perfectos, decisiones que no son las ideales, apuestas en las que puedes ganar o perder (de hecho, aunque ganes, siempre perderás otras cosas…). Tomar a las personas como somos, llenas de imperfecciones. En eso consiste vivir, en tomar malas decisiones una detrás de otra… Mejor eso, que esperar toda la vida para poder tomar una decisión perfecta.

No lo olvides: el mundo es, en el mejor de los casos, la segunda mejor opción… Así que toma tus malas decisiones con una sonrisa. Ah, y nunca dejes de buscar algún imposible: también necesitamos el horizonte para caminar, aunque nunca vayamos a alcanzarlo.

 

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