Y tu, ¿qué quieres ser de mayor?

Por Juan Sáinz de Medrano, colaborador de iNNoVaNDiS & Co.

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Qué habitual es ver periódicamente en telediarios esos mini reportajes, en los que el reportero de turno se traslada a un colegio y pregunta a lxs más pequeñxs qué quieren ser de mayor. Las respuestas, con la inocencia propia de esa temprana edad, son siempre de lo más variopintas: Futbolista, torerx, bomberx, médicx, peluquerx, bomberx-torerx…  pero ¿qué serán realmente “de mayor” esxs niñxs? 

Si algo está marcando nuestra época, es el vertiginoso ritmo al cual se está desarrollando la tecnología. Este desarrollo ha traído numerosos avances, pero inevitablemente también ha acarreado cambios en nuestros hábitos de vida. Cambios que se están produciendo a la misma velocidad y suponen grandes retos de adaptación para nuestra sociedad. Uno de los campos  que se está viendo afectado por esta velocidad es el mercado laboral.

La corriente más detractora, y he de decir que excesivamente simplista en su argumentación, esgrime que la tecnología ha sido y sigue siendo una fuente de destrucción de trabajo, al sustituir las máquinas el trabajo que previamente hacían las personas. Uno de los ejemplos más clásicos es el desempleo que se produjo en el sector agrícola con la mecanización del campo, lo que en España a su vez ha conllevado la despoblación de numerosos núcleos rurales. Sin embargo, no podemos obviar la mejora en los estándares de vida que la automatización del trabajo nos ha traído. Es lo que Schumpeter venía a definir como la destrucción creativa. El avance tecnológico abre la posibilidad a que emerjan nuevos sectores económicos, a pesar de que ello también lleva asociado la desaparición de otros. Un ejemplo de este proceso de destrucción creativa es el de la movilidad humana. Hace no tanto, el principal medio de desplazamiento para las personas eran los caballos, hasta que llegaron los coches, trenes, aviones, etc. La introducción de la tecnología (locomotización) permitió que la sociedad pudiese desplazarse con mucha mayor facilidad y velocidad, a pesar de que es cierto que aquellas personas que trabajaban como conductores de los coches de caballos se vieran desafiadas por dichos avances.

Pero si nos vamos a tiempos más recientes, vemos como Google tiene 55.000 empleadxs, cuando décadas atrás una empresa con ese volumen de actividad daba trabajo a tres millones de personas. Lo mismo nos pasa si analizamos a otras grandes compañías como Facebook, Twitter, Zynga o Groupon, cercanas a los 150.000 millones de valoración y que apenas suman 20.000 trabajadorxs. Además, comprobamos cómo una de las mayores empresas de alquileres de piso (Airbnb), no posee ningún piso, una de las mayores empresas de transporte (blablacar) tampoco tiene ningún vehículo y se observa un cambio en la tendencia al consumo de las generaciones más jóvenes, orientándose a un consumo de servicios muy por encima de producto, y al hecho de darle un mayor peso al uso (de un bien o servicio) más que a su propiedad.

También hemos asistido a la creación de nuevos trabajos y al declive de profesiones tradicionales que se ven muy amenazadas. ¿Quién podría pensar hace unos años que se pudiera ser YoutuberCommunity Manager o piloto de Drones? O ¿qué taxista previó la feroz competencia que iba a sufrir con el surgimiento de plataformas digitales de intermediación entre conductorxs y usuarixs? Por no mencionar la probable estocada que le dé al sector la llegada del coche autónomo.

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Bajo este escenario surgen dos grandes interrogantes. ¿Serán capaces las nuevas profesiones creadas como consecuencia del avance tecnológico de restituir los puestos de trabajo que desaparezcan como consecuencia de ello, de forma que el empleo neto generado no sea negativo? ¿Cómo podemos formar y adaptar la educación de las nuevas generaciones para cubrir ese futuro mercado laboral? Hay opiniones que sostienen que el 80% de lxs niñxs que empiezan el colegio hoy, trabajarán en empleos que todavía no existen en el momento presente. Ello abre un claro debate sobre la formación que podemos ofrecer a nuestros futuros egresados. Si no sabemos qué tipo de empleos van a existir dentro de un período de tiempo razonable, y por ende, desconocemos las capacidades que serán necesarias en ellos, cómo es posible formar a las nuevas generaciones para que obtengan dichas habilidades?

Lo que parece claro, es que el futuro (casi más presente ya) mercado laboral demandará sobre todo mano de obra ultra cualificada, capaz de generar valor más allá de procesos mecanizados que no sean susceptibles de ser sustituidos por las máquinas (obviando los increíbles avances que se están haciendo en el campo de la inteligencia artificial) y con una necesidad constante de reinvención. Las evaluaciones anuales de desempeño en muchas empresas ya están empezando a ser trimestrales y los planes estratégicos por encima de un año parecen ya un ejercicio de videncia dado el ritmo de transformación de los mercados. Para razonable pensar que el autoempleo ganará peso y los trabajos vitalicios tenderán a ser utópicos. Sectores como la ciberseguridad, big data, robótica o biotecnología están llamados a tener una gran demanda de empleo y los idiomas que habrá que aprender serán los de programación. Tampoco estaría mal preguntarse si en nuestro entorno local se está observando dicha transición hacia sectores económicos con mayor valor añadido. La destrucción creativa de Schumpeter no hacía sólo referencia a las dinámicas sectoriales, sino también a la capacidad de adaptación y de reinvención de las economías.

Esto a su vez nos lleva a otro de los grandes retos que tendremos que afrontar, como es el de mantener la cohesión social. Deberemos tomar medidas para evitar dejar atrás a la masa poblacional menos cualificada, que es la que más va a sufrir la competencia de las máquinas provocando que las desigualdades sean cada vez más elevadas, como ya está sucediendo. Hecho que ya está provocando tanto en Europa como Estados Unidos el auge de movimientos políticos que rozan el racismo y la xenofobia, aupados por esta clase social que ve cómo lxs políticxs actuales son incapaces de dar respuesta a estos interrogantes. Del mismo modo que hablábamos en los párrafos anteriores acerca de las capacidades de las futuras generaciones, esto también nos debería hacer reflexionar acerca de las capacidades que deseamos que tenga la clase política que toma decisiones que nos afectan a todos, y preguntarnos el sentido de nuestro voto en este sentido.

Pese a todo, si echamos la vista atrás vemos que los trabajos siempre han evolucionado adaptándose a los tiempos y hasta ahora, aún con los muchos problemas y trabajo que nos queda por hacer, siempre hemos ido adaptándonos y hemos logrado que cada vez un mayor número de personas viva mejor. Por lo que mi opinión sobre los avances tecnológicos es muy positiva.

PD: Os dejo algún ejemplo de profesiones que han desaparecido, alguna de ellas muy curiosa.

Paragüero

Hoy en día todos podemos permitirnos un paraguas pero a mitad del siglo pasado, era mucho menos costoso arreglar algo que comprar uno nuevo, por lo que existía esta figura que solía trabajar a domicilio promocionándose al grito de ¡paragüeeeeeero!. Lo mismo ocurría con los lañadores que se dedicaban a reparar cacerolas, aunque a menudo la misma persona hacía ambas cosas.

Sereno

Todavía muy escuchado en nuestros días, se encargaba de encender el alumbrado público y vigilar las calles. En determinadas ciudades o barrios también abría las puertas.

SERENO INNOVANDIS

http://valenciablancoynegro.blogspot.com.es

Despertador humano

Sin duda uno de mis favoritos, la revolución industrial provocó una primera migración del mundo rural a las ciudades para integrarse en el mercado laboral. Esto conllevaba un cambio de rutinas al tener que pasar a cumplir unos horarios estas personas en las fábricas, cuando previamente desempeñaban empleos de artesanos o negocios propios donde podían despertarse cuando quisieran y el gallo, el tañer de las campanas o la entrada del sol por la ventana hacían esa función.

Por ello en las ciudades surgió la figura del despertador humano (knocker-up en Inglaterra), persona que pasaba casa por casa a despertar a las personas para que no llegasen tarde a su trabajo. Solían servirse de una vara con la que golpeaban las ventanas, pero a veces también se hacían valer de una cerbatana y hasta que el sujeto no se asomaba y quedaba constancia de que se había despertado no se retiraban.

Aunque aquí siempre surge la misma incógnita ¿Quién despertaba al despertador?

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8 Respuestas

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