Como se trata del último post que voy a escribir, me gustaría utilizarlo para reflexionar sobre un tema más sonado entre la adolescencia, pero que se nos ha pasado a todos por la cabeza en mayor o menos medida en algún momento de nuestra vida.
Posiblemente habremos escuchado, o incluso dicho, en algún momento algo relacionado con que el colegio o la universidad limitan el crecimiento personal porque sólo se centran en las notas. Que a los alumnos sólo nos importa aprobar y que focalizamos todo nuestro esfuerzo en el examen para que la nota sea suficiente para pasar página y centrarse en la siguiente prueba. Y es que en muchas ocasiones es así.
Resulta que en el momento de mayor desarrollo de nuestra (la infancia y la adolescencia) nos encontramos «encerrados» en una dinámica monótona que nos mantiene ocupados en actividades puramente intelectuales y que deja de lado el desarrollo de nuestras habilidades sensoriales, emocionales, interpersonales y en ocasiones creativas y físicas. Y no hablo de capacidades, que serían las posibilidades con las que contamos para desempeñar una actividad. Pero, ¿cómo vamos a ser capaces de realizar una actividad o de desarrollar una capacidad, si no trabajamos nuestros conocimientos ni nuestras habilidades en ese ámbito? Es imposible, que aunque una persona tenga una facilidad innata para tocar el piano, toque una melodía de una obra sinfónica. Pues algo similar pasa con el resto de habilidades que podemos trabajar el resto pero se quedan en el tintero de los colegios y centros formativos.
¿Qué pasaría si en vez de estudiar 15 años de nuestra vida (prácticamente, toda la vida de un adolescente) cómo integrar funciones o el peso que se debe aplicar en el brazo de una palanca para levantar una caja, estudiásemos y trabajásemos qué son la tristeza y la frustración y cómo gestionarlas para tener una salud emocional mejor? ¿O como expresar la belleza de un atardecer de otoño y sus tonos ocres a través de un poema?
Con esto no quiero restarle importancia al trabajo que se realiza en los colegios y centros educativos. Para nada. De hecho, justo por la misma razón por la que es importante fomentar todas las habilidades que he comentado anteriormente, es importante también fomentar la inteligencia lógica y matemática. A medida que crecemos nuestra capacidad de aprendizaje se ve reducida, por lo que aprovechar la etapa de mayor capacidad cognitiva para desarrollar ese conocimiento y esas habilidades es importante para poder avanzar en el futuro en ámbitos tecnológicos.
Pero dar una importancia tan desproporcionada a un solo campo de todos los que podríamos explorar, hace que sólo lleguemos a ser competentes en un campo. La competencia, como capacidad de desempeñar una acción con eficiencia , se adquiriría en una faceta mínima de todas las que componen la persona.
Quizás un resumen de lo expuesto se recoge en el siguiente diálogo de El Club de los Poetas Muertos:
«La medicina, el derecho, los negocios y la ingeniería son carreras nobles y necesarias para la vida. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor… son las cosas que nos mantienen vivos. «
pablomartin
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Buen debate y reflexión la que planteas Pablo. Opino que debería haber un mix de las 7 inteligencias en nuestra formación, lo que no me atrevo es a dar porcentajes de las mismas en cada época de aprendizaje. No obstante creo que se van dando pasos y cada vez más en áreas tempranas de la formación se trabaja la interioridad, la gestión y entendimiento de las emociones, la expresión y la escucha, … Es un cambio cultural el que tenemos que hacer en este área. No es poco frecuente el escuchar «yo al trabajo no voy a hacer amigos», «no muestres tus emociones», … El trabajar cada una de las 7 inteligencias nos hace crecer más como personas y trabajar capacidades y habilidades que tenemos y que no somos conscientes de ellas. Me ha gustado mucho Pablo