¿Qué hora es?… Automáticamente habrás girado la muñeca o habrás cogido tu teléfono móvil, esta simple decisión es resultado de la generación a la que perteneces. Estamos acostumbrados a tratar la teoría de la evolución del ser humano echando la vista atrás miles de años, y no nos damos cuenta de que solamente es necesario mirar 30 o 40 años atrás.
Estamos acostumbrados a identificarnos como el homo sapiens, única especie viva del ser humano en la actualidad, y no nos damos cuenta de que dentro de esta especie podríamos diferenciar distintas sub-especies con las que convivimos a diario, distintas sub-especies que han sido determinadas por la situación tecnológica presente en el momento de su nacimiento. ¿Quieres demostrarlo mediante un sencillo experimento? Intenta explicar a tus padres o abuelos el significado de un concepto tecnológico actual. ¿Qué significa Wi-Fi? ¿Qué significa «la nube»? ¿Qué significa un sistema de información?. Rápidamente descubrirás unas barreras de comprensión marcadas por la edad y el entorno tecnológico con el que han convivido. Y es que la evolución humana se da la mano con la evolución tecnológica.
Pero demos un paso de gigante en la historia, un paso al pasado, al origen tanto del ser humano como de la tecnología. La historia de nuestra especie comenzó en algún lugar de África, lo podemos saber gracias a la información que generaciones pasadas han sido capaces de preservar y transmitir, todo ello gracias a herramientas naturales como la voz articulada, el oído, la vista, el tacto y un cerebro preparado para tal fin, un cerebro que se encarga de almacenar dicha información y recuperarla cuando necesitamos utilizarla, un cerebro que nos permite poseer la capacidad de la memoria individual.
Pero no solo eso, nuestros conocimientos y habilidades nos permitieron dar un paso adelante. Hace unos 5.500 años, por la zona de Mesopotamia, a alguien se le ocurrió que con un palito podía grabar símbolos que equivaldrían a palabras habladas en una tablilla de arcilla blanda, surgiendo la escritura. La sociedad que tenemos hoy en día es el producto de toda esa evolución, de sus progresos y retrocesos, del crecimiento de la sabiduría y de nuestra capacidad para darle un uso eficiente a la información derivada de dicha sabiduría. Lo hicimos en su día con tablillas de barro y en la actualidad con dispositivos electrónicos inter-conectados a nivel mundial. Han tenido lugar revoluciones de la información, como la imprenta, la radio, los ordenadores; y todas ellas han buscado un mismo fin, la capacidad para comunicarnos de la forma que deseemos, en el momento en el que deseemos y con quien deseemos, independientemente de las barreras físicas o lógicas existentes.
Pero la evolución no termina en el presente, la evolución no se para por nada ni por nadie, la evolución es un proceso natural y siempre está en marcha. La capacidad de gestionar la información hoy en día va más allá de las tablillas, la imprenta, la radio, la televisión. Solamente fueron herramientas para un fin, herramientas para alcanzar la situación actual y poder dotarnos de nuevas capacidades y herramientas. Porque a lo largo de los años, el objetivo de comunicación global persiste, pero las barreras y los retos se incrementan, también ellos evolucionan. Y cuando hablo de barreras, no me refiero a la tecnología, sino de su pareja de baile, las personas. Porque no debemos olvidarnos que la evolución humana y la tecnología pasean de la mano, y como todo buen matrimonio, la convivencia es para lo bueno y para lo malo.
Solemos echar la vista hacia el futuro e indagamos sobre el motivo de nuestra futura extinción… un meteorito enorme, un segundo big bang, un ataque extra-terrestre… al fin y al cabo somos personas, siempre colocaremos el foco de nuestras desgracias en el exterior, y no nos damos cuenta de que nuestra extinción será el resultado de nuestras propias acciones, las personas seremos el motivo de nuestra propia extinción.
Tal como dijo Charles Darwin, no es el más fuerte ni el más inteligente el que sobrevive, sino aquel que mejor se adapta a los cambios. Y vivimos en una sociedad de cambios constantes, cambios derivados de una evolución tecnológica constante. Una evolución responsable de la existencia de sub-especies de Homo Sapiens, una evolución que tiene que abrirnos los ojos a la realidad, una evolución de la que tenemos que aprender que, en pleno siglo XXI, la fortaleza del ser humano no reside en sus cualidades físicas, sino en la capacidad para gestionar su cerebro; sus colmillos y garras son su capacidad para comunicarse y gestionar la información. Y todo aquel que no esté preparado para adaptarse a la evolución tecnológica, que no se extrañe cuando reciba los papeles del divorcio, por que la evolución tecnológica es cosa de unos pocos, pero la convivencia con ella es cosa de todos.
Ruben Ares Sánchez
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Me ha gustado leerlo, últimamente parece que vivimos inmersos en mil cambios y si miramos atrás me doy cuenta que esos cambios han sido de mas calado que los actuales.
De cualquier forma me quedo con que cualquier cambio es el inicio del siguiente cambio