«La propiedad intelectual es el conjunto de derechos que corresponden a los autores y a otros titulares (artistas, productores, organismos de radiodifusión…) respecto de las obras y prestaciones fruto de su producción».
Esta definición esta sacada de la web del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del gobierno de España. Si analizamos la definición y la observamos detenidamente, podemos llegar a la fácil conclusión de que la propiedad intelectual son unos derechos que tienen los autores sobres las obras que ellos crean. Estos derechos les sirven entre otras cosas para estar protegidos. Es decir, para que no les plagien sus obras, para que no les roben sus creaciones, para que los usuarios que quieran utilizarlas tengan que pagar unas licencias (en caso de que el autor así lo desee)…
Aparentemente, estos derechos intentan realizar una especie de justicia sobre el autor; reconociéndole todos los derechos de su creación fruto del intelecto de su mente humana. Aparentemente estos derechos hacen justicia protegiendo al usuario de posibles plagios, robos u otro tipo de infracciones que violen sus derechos. Aparentemente estos derechos hacen justicia dándole la posibilidad al autor de poder vender licencias a los usuarios que quieran utilizar su creación.
Todo parece bastante «justo», ¿verdad? Esto nos puede parecer así porque estamos acostumbrados a escuchar y oír sobre la propiedad intelectual en países desarrollados como España. Pero, ¿qué ocurriría si se diera una protección masiva de obras o creaciones en países subdesarrollados?
Si nos paramos a pensar sobre esta última pregunta nos podríamos dar cuenta de que la justicia que se intenta llevar a cabo con los derechos de la propiedad intelectual es una justicia para el creador; no para la sociedad. Esos derechos al único al que protegen es al autor, no miran por el bien común de la sociedad. Pongámonos en situación:
Supongamos por un momento que somos el presidente de un país subdesarrollado, llamémosle Povertyland. Como líderes y máximos responsables de Povertyland queremos lo mejor para nuestros ciudadanos y para la sociedad del país. Otro deber que tendríamos
como presidente es el de garantizar los derechos de la propiedad intelectual de nuestros ciudadanos; para ello, se establecerán un conjunto de leyes regidas por el Ministerio de Educación y Cultura que se encargasen de proteger esos derechos. Al ser un país subdesarrollado, no tendríamos los recursos suficientes desde el Ministerio de Educación y Cultura para poder garantizar una educación decente que les posibilitase a la mayoría de nuestros ciudadanos realizar estudios superiores y de investigación. Estando en esa situación, ¿nos convendría una protección masiva de obras o creaciones? ¿es siempre positivo y bueno que haya una alta cantidad de obras protegidas por los derechos de la propiedad intelectual?
Para ver la respuesta de las preguntas más fácilmente, os recordaré que estos derechos le dan al autor la posibilidad de establecer licencias que los usuarios tendrían que pagar para poder utilizar su creación. Dicho esto, supongamos que aquellos ciudadanos afortunados de Povertyland que han conseguido acabar sus estudios superiores, han inventado una máquina para filtrar el agua. Miles de familiar podrían filtrar el agua que obtienen de pozos insalubres y convertir ese agua en agua potable. De esta manera, la sociedad de Povertyland podría auto-abastecerse de agua potable y mejoría notablemente la calidad de vida de las personas. Sin embargo, el inventor de la máquina decide establecer una licencia muy cara e inaccesible para el uso o explotación de la máquina. Dicho inventor estaría en su derecho de poder hacer eso, ya que los derechos de la propiedad intelectual así se lo permiten.
Ahora supongamos que como ese inventor hay otros miles que hacen lo mismo. En esta situación, ¿nos vendría bien esa protección masiva de creaciones? ¿Es justa esta situación que permite la propiedad intelectual para la sociedad?
Con estas preguntas, quiero llegar a la conclusión de que todo lo bueno tiene su parte mala y todo lo malo tiene su parte buena. No siempre este tipos de derechos hacia un individuo son positivos o justos con toda la sociedad. Y sobretodo, siempre hay gente interesada a los que les conviene una cosa y otros a los que les conviene la contraria. Siguiendo con el ejemplo que hemos planteado en el artículo, a los inventores les interesa que su patente tenga un precio elevado; ya que la necesidad de ese invento es muy grande y siempre habrá gente dispuesta a pagar por ello. De esta forma, ganarían muchísimo dinero y probablemente se hicieran ricos. Sin embargo, a la sociedad le interesa que ese tipo de inventos estén lo menos protegidos posibles para que puedan utilizarlos sin tener que pagar un precio desorbitado.
En este punto, al final de mi artículo, es cuando me surgen las siguientes preguntas: ¿Es siempre razonable el precio de las licencias que los autores establecen sobre sus creaciones? ¿Es justo el precio que ponen muchos cantantes a sus obras a la hora de venderlas o de cobrar por su uso? ¿Debería haber más obras gratuitas? ¿Debería la tecnología tender hacia el software libre?
Con las respuestas a todas a todas estas preguntas podría hacer un nuevo artículo, pero, eso será en otra ocasión…
Endika Salgueiro Barquín
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