Las personas que disfrutamos de los beneficios de la informática para tener organizado nuestro día a día y utilizamos aplicaciones que nos facilitan la mayoría de gestiones habituales sabemos las ventajas de tener nuestra biblioteca de música o fotos perfectamente organizada con todos los metadatos rellenados de forma uniforme e incluso algunos hemos llegado a disfrutar de realizar tan ardua tarea gracias a la recompensa de poder acceder a nuestros datos que llevamos acumulando a lo largo de toda nuestra vida, sin embargo, poco a poco te das cuenta que cada vez accedes menos a esa cantidad de datos que has ido organizando con tanto esmero, y que cada vez más te rindes a la comodidad que traen los servicios de streaming de contenidos que te sirven la información perfectamente etiquetada por una cómoda cuota al mes.
¿Qué tipo de información merece la pena seguir manteniendo y organizando? Tengo amigos con (literalmente) decenas de discos duros repartidos por casa llenos de películas, series y música que muy probablemente jamás vayan a volver a ver, la cantidad de información que genera una persona a lo largo de su vida es brutal, los sistemas de la información están no solo para servir a las necesidades de las empresas sino que también para ser útiles a los particulares. Llevamos varios años en los que han aparecido varias soluciones basadas en la nube para almacenar nuestros recuerdos, fotos y vídeos digitales que gracias a lo barato que sale tirar fotos desde nuestros smartphones han ido aumentando exponencialmente, nos hemos dado cuenta que necesitábamos comprar más discos duros externos por que no era suficiente el almacenamiento interno de nuestro ordenador, sin embargo, los discos duros cambian cada cierta frecuencia de conexiones por otras de mayor velocidad y calidad, sin ir mas lejos hace poco encontré una caja llena de diskettes de 3,5” de trabajos del colegio, me entró la curiosidad y cuando quise introducirlo en un ordenador para reírme un poco… me di cuenta que no tenía un ordenador en casa capaz de reproducirme aquellos discos.
Debido a este problema, he querido diferenciar dos tipos de datos, personales y no reemplazables, son aquellos como videos de mis viajes y fotografías, que perderlos realmente supondría un problema difícil de asumir, y los reemplazables, como el ocio digital (música, series y películas principalmente), esta última categoría que es la que sorprendentemente más capacidad y problemas de escalabilidad representa es la que he decidido no almacenar más, servicios de video y música bajo demanda como Netflix o Spotify ofrecen catálogos de contenido inabarcables que en muchos casos incluyen elementos que ya forman parte de mis bibliotecas y encima no tengo que preocuparme ni de almacenarlos ni sincronizarlos ni de mantener organizados sus metadatos.
El dejar de lado mis gigantescas bibliotecas de contenidos me ha permitido descubrir nuevos tipos de música y géneros de cine, además de beneficiarme de la omnipresencia en todas las plataformas digitales de este tipo de servicios, poder entrar en mi cuenta de usuario y encontrarme con todos mis contenidos es una maravilla de las tecnologías de la información de hoy en día.
En conclusión, a veces tenemos que analizar si la cantidad de datos que arrastramos en nuestro día a día realmente es información irreemplazable o simplemente es un síndrome de Diógenes digital que arrastramos de la época de las conexiones a internet con módem de 56k, vivimos en la era de la información y los servicios en la nube es una solución cada vez más efectiva a la creciente cantidad de información que creamos en nuestro día a día.
Aitor Brazaola Vicario
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Esto me suena, en las empresas se guardan datos por guardar, por si acaso, pero luego no se miran ni analizan.
Antes de guardar hay que trazar una estrategia de que quiero conseguir y para alcanzarlo que necesito. El problema es que habitualmente trabajamos al revés, guardo y luego ya veré si me sirve.