“La vida es una serie de colisiones con el futuro;
no es una suma de lo que hemos sido,
sino de lo que anhelamos ser.”
José Ortega y Gasset
Me recordaba Ana (merci, @ohsolemioooo), que los 18 de octubre coinciden con el aniversario de un antiguo alumno de la Universidad de Deusto, uno que me acompaña mucho por las desordenadas baldas de casa, de los tiempos en los que leía sin descanso. Ortega y Gasset nos dejó tantas frases interesantes que es difícil elegir, aunque tampoco me ha costado demasiado llegar a una que ha marcado profundamente mi vida.
Esa frase, con la que empieza el post, y alguna otra historia que no pienso contaros, me llevaron a decidir hace muchos años que quemaría todas las cartas y las fotos de episodios en los que el alma se me hubiese quedado enganchada. Así, los días que tuviese nostalgia, no podría volver a mi caja de recuerdos, y tendría que buscar mi refugio en el futuro, en las cartas que me quedasen por escribir o recibir, en las fotografía todavía no tomadas. Nunca me he arrepentido de esa decisión, de viajar ligero de equipaje.
Claro, esa arraigada costumbre es profundamente contradictoria con la idea de escribir este blog, que no deja de ser una caja de cartas guardadas, la bitácora de un viaje. Con la edad, vamos descubriendo nuestras contradicciones y con más edad, vamos aprendiendo a aceptarlas y a convivir con el hecho de que estamos hechos de luz y de oscuridad. Quizá por eso me resisto a quemar algunas cartas recientes; además el procedimiento de quemar los bits no es evidente : )
Así que esta semana me he puesto contradictorio, y he estado releyendo de madrugada a Ortega como cuando era joven, y también los posts que escribí en Octubre de hace tres años, en lo que me sentía atrapado en un gigantesco bloque de hielo a la deriva ¿os acordáis?… Tres años le costó a la tripulación del Endurance volver a casa, y tres años llevo yo en el Campamento Paciencia, esperando el momento de abandonar el hielo, de volver a navegar por aguas más abiertas. He releído los posts desde entonces, la bitácora de un destierro…
Ortega no se llevó demasiado bien ni con la República, ni con el Régimen (en realidad, no se llevaba bien con España, tal y como estaba siendo parida, razón no le faltaba…). Eligió exiliarse diez años (por cierto, para su regreso eligió Zumaia, tenía muy buen gusto y también buenos amigos por aquí). Volvió en 1946, aunque mantuvo toda su vida un exilio interior. Muchos hubieran deseado convertirlo en destierro, pero Ortega era demasiado listo, y se divertía jugando con las líneas rojas, sin cruzarlas nunca declaradamente, consiguiendo moverlas en las mismas narices de quien las había dibujado, con la sonrisa del ilusionista dibujada en los labios…
Ese exilio interior marcó también a su mejor alumno, Julián Marías (profundo creyente, discípulo de un profundo agnóstico), a quien por esa razón nunca se le dejó optar por una cátedra universitaria… De él me acompaña también un libro muy especial en mi vida, y que deberías leer “Breve tratado de la ilusión“, en el que el alumno viene a desarrollar la cita del maestro que abre el post. Uno de los mejores consejos que me han dado en la vida, descubrir y cultivar la amistad de personas ilusionantes, viene de ese libro.
Es la ilusión la que nos salva del destierro, es la ilusión la que construye el futuro. Mañana saldré una vez más con el pico y la pala, como cada mañana desde hace años, a cavar en el hielo los últimos metros que quedan hasta el mar abierto que llevo soñando, tanto tiempo. Lloraré seguro, tanto si llego a besar el agua salada, como si el hielo me enseña, otra vez, que puede crecer más rápido que yo cavar, y que esta isla de hielo seguirá siendo mi casa…
En cualquier caso, seguiré sonriendo a este océano helado (aprendí de un interesantísimo libro que me dejó @pkaltzada que los esquimales nunca se enfadan). Seguiré leyendo viejos libros y quemando mis cartas, seguiré escribiendo en esta contradictoria bitácora y seguiré trabajando con la ilusión de que en Euskadi seamos capaces de construir la Florencia del Segundo Renacimiento.
Recordaré la cita de Julián Marías en el libro que te he recomendado,
Lo que más puede descubrir a nuestros propios ojos quién somos verdaderamente, es decir, quién pretendemos ser últimamente, es el balance insobornable de nuestra ilusión. ¿En qué tenemos puestas nuestras ilusiones, y con qué fuerza? ¿Qué empresa o quehacer llena nuestra vida y nos hace sentir que por un momento somos nosotros mismos? ¿Qué presencia orienta nuestra expectativa, qué anticipación nos polariza, tensa el arco de nuestra proyección, se convierte en el blanco involuntario e irremediable de ella?
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Bonus track
De forma no planificada, en Octubre se ha desatado una tormenta de vídeos en los que algunos amigos me preguntaban sobre las cosas por las que tengo ilusión. Muchas gracias a todos ellos, quedo en deuda por su generosidad y hospitalidad.
Ya os hablé de Conocity, una interesante iniciativa de @josi, con el apoyo de @naiarapzv, en la que @pkaltzada demuestra cómo pueden ser más interesantes las preguntas que las respuestas:
Otros grandes amigos de @MIK, @jonsaez y @abediaga, con los que tuve ocasión de conversar en IdeaLAB del futuro del Sistema de Ciencia y Tecnología
Y, por último, en @ezagutzendugu, hablando también del futuro, y de la necesidad que tenemos de personas que sepan escuchar y llegar a acuerdos, con ilusión : )