Nikolái Kondrátiev, un economista ruso que vivió hace un siglo, llegó a la conclusión de que la economía global se movía en ondas de 50 años. Como Stalin tenía la teoría de que el capitalismo iba a durar un telediario, y Kondrátiev decía que no, que había capitalismo para varias ondas más, Stalin acabó la discusión por el procedimiento de encarcelamiento y fusilamiento. Es lo que tienen el poder y las ideas, que no siempre se llevan bien.
El tiempo ha ido dando la razón a Kondrátiev, y esta última ola está siendo particularmente acusada. Aunque no todos están de acuerdo, muchos economistas prestigiosos, desde Schumpeter hasta Krugman, se han ido apoyando en esta teoría de las ondas largas (como también se le llama).
Uno de ellos fue Christopher Freeman, fundador de SPRU y autor del Manual de Frascati, que consensuó por primera vez las definiciones del I+D que hoy utilizamos (este verano se cumplían 50 años de la primera edición del Manual). Cristopher Freeman, a quien he tenido que repasar este verano para preparar unas clases en el nuevo Master in Competitiveness and Innovation, defendía y aportaba evidencias que la fuerza detrás de cada nueva ola era la irrupción de un nuevo conjunto de tecnologías que abrían paso a una nueva época de prosperidad.
Si hacemos caso a estas teorías, no falta mucho para que acabe esta fase de recesión y depresión que casi nos acaba aplastando. Se aproxima una nueva ola, que traerán las nuevas industrias de la ciencia. Como siempre, unos navegarán esta ola mejor que otros, ya sabéis lo que pienso del tiempo que estamos perdiendo en subirnos a la tabla y estar atentos como los buenos surfistas, con la mirada clavada en la línea donde nace la siguiente ola… También el último dato del indicador PMI apunta a una ola que por fin parece que va llegando…
He leído este verano “Lo que mueve el mundo”, de Kirmen Uribe (gracias Paul, me ha encantado). He encontado entre sus páginas la pregunta que con alguna frecuencia hago a mis alumnos.
Robert, en tu opinión, ¿qué es lo que mueve el mundo? -le preguntó Herman en cierta ocasión-. Según Nietzsche, esa oscura fuerza es el poder; para Marx, se trata de la economía; y, según Freud, es el amor. ¿Quién tiene razón, según tú? (…)
Me acordaba de las ondas de Kondrátiev y de la pregunta de Kirmen el otro día, cuando veía la proa de Kaiku romper las olas en la bandera de Castro. Justo esa mañana había leído el artículo de Vincenc Navarro sobre la evolución de Krugman, en el que citaba a Kondrátiev, y recordaba que para entender la crisis había que leer a Keynes y a Marx. Todo está conectado, sí…
Siempre hay olas, pensé. Siempre hay ciclos, como el ciclo de las estaciones que nos trae el comienzo del nuevo curso. Y lo que importa no son tanto esas ondas, que vienen y van, sino la determinación de mantener un rumbo, y de remar juntos con todo el alma.
Arrancamos el nuevo curso, atentos a las olas pero con la seguridad de que ni Marx, ni Nietzsche ni Freud acertaron cuando buscaban la fuerza que movía el mundo. La fuerza que mueve el mundo, no tengas duda, se oculta en la mirada de muchas personas que nos levantamos cada mañana decididos a que las olas no nos van a arrastrar, ni a nosotros ni a nuestras traineras.
A remar.