No habrás visto “El gran azul” (Besson, 1988). Es poco conocida, y no particularmente comercial. Si tienes la edad suficiente, igual recuerdas el cartel de la película, que tenía tanto azul como el título. Es una película que tiene un efecto polarizante, o gusta mucho o mata de aburrimiento, no digas que no te he avisado.
No recuerdo por qué fui a verla al cine (supongo que Rossana Arquette tendría algo que ver, porque recuerdo que fui también a ver “Jo, que noche” y “Amazonas en la Luna”). Lo que sí recuerdo es que salí conmocionado, profundamente impactado por la historia de una persona que necesitaba de la profundidad del mar, mucho más que de la vida en la superficie. “El Gran Azul” es, en esencia, la historia del exilio de un habitante de la profundidad condenado a vivir a la luz del sol, hasta que encuentra el camino de regreso.
Muchas veces regreso a aquella película, más desde que habito este nuevo universo de las redes sociales, que te capturan y te van separando de la profundidad, enganchado en miles de conversaciones que van acabando por consumir todo el oxígeno.
Te cuento esto, que no tiene mucho que ver con la I+D+i o la industria del conocimiento, porque hoy no me sentía capaz de escribir el post que me tocaba, y cada día me cuesta más luchar contra el buzón de correo que nunca se vacía, y un smartphone con un número creciente de aplicaciones diferentes que silban para decirte que hay conversaciones que te están esperando…
Cada semana desde hace varias semanas y meses voy sintiendo la necesidad de volver al gran azul donde antes encontraba el sentido. La profundidad donde el ruido da paso al silencio, donde el tiempo recupera su valor verdadero y el smartphone pierde la cobertura. Y aunque tengo claro que no es escribir aquí lo que me impide regresar, ni tampoco cada nueva conversación, también tengo claro que es la suma de todo ello lo que ha ido poco a poco consumiendo todo el tiempo, sustituyendo la profundidad por la superficie, en la que curiosamente cada vez encuentro menos oxígeno.
No me parece sencillo regresar, ir cortando los hilos de tantas conversaciones para hacer suficiente hueco en la red como para permitirme de vez en cuando hundirme y perderme entre los delfines. No sabría por cuál empezar, todos los hilos están bien enganchados, cosidos a personas que siempre merecen la pena.
Lo mismo esta falta de aire es un sentimiento pasajero, Octubre siempre me recuerda mis fracasos y este año no podía ser diferente. Aunque creo que no es eso, creo de verdad que necesito regresar. A ver si lo consigo, así podré volver a traerte a esta playa mas películas, más libros y un poquito de esa profundidad que todos necesitamos.
Ya te iré contando, de momento esta semana me perdonas por favor que no haya links a documentos de política industrial, y en cambio te deje un link al fondo del mar y a la maravillosa banda sonora de Eric Serra.