Ayer me escapé a ver “Al filo del mañana” (Liman, 2014), una historia en la que al protagonista, cada vez que muere, se despierta en la mañana del día anterior. Todo es igual, menos él, que puede aprender de lo que le ha pasado en todos los días anteriores, y cambiar sus decisiones. También puede reiniciar el día siempre que quiera, le basta con elegir morir ( aunque los aliens o su compañera le ayudan casi siempre en esta decisión).
Algo así ocurre en la vida profesional, en la que inevitablemente nos enfrentamos a proyectos que empiezan y terminan. Ya sea dentro de la misma empresa, o en diferentes empresas, lo cierto es que cada vez quedan menos puestos (si queda alguno), en el que la vida del proyecto coincida con nuestra vida profesional. Los puestos se vacían de contenido, los proyectos terminan, los contratos quedan interrumpidos, cada vez más rápidamente… y nos despertamos a un mundo en el que tenemos que volver a empezar. Lo único diferente somos nosotros, lo que hemos aprendido.
Charles Handy (os hablaré de este joven más veces en esta serie), lo describió en su magnífico libro “La edad de la paradoja: Dar sentido al futuro” como la “curva sigmoidea”, probablemente conozcas esta teoría. Todos nuestros proyectos profesionales tienen una curva ascendente, y luego una curva descendente.
El arte consiste para Handy en saltar al siguiente proyecto, antes que la curva descendente haya terminado, y te hayas quedado sin ningún contenido. Elegir un proyecto nuevo, antes (A) de llegar al punto en que el proyecto anterior haya decidido que tú ya no sirves para nada (B).
No es sencillo tomar la decisión de morir para reiniciar, siempre hay un punto de dolor cuando dejas un proyecto. Siempre hay un punto de riesgo, de vacío, en el momento en que sueltas un trapecio, antes de estar asido al otro. Siempre hay un momento de caos. Nunca el éxito del siguiente proyecto está garantizado, hay curvas tan breves como un suspiro….
Y sin embargo, el consejo de Handy tiene mucho sentido común. Siempre es más fácil saltar cuando tienes impulso ascendente, que cuando has empezado a caer, o te has estrellado del todo.
¿La moraleja de todo ello? Hay que entender esa dinámica, prestar atención sobre todo si los proyectos empiezan a dar señales de agotamiento. Sin duda es arriesgado saltar a otro proyecto en el que todo es nuevo. Debes preguntarte si no es mayor el riesgo el seguir agarrado a un proyecto que te arrastrará en su declive, te enseñará que te has convertido en inservible… Una vez aprendida, es una lección que cuesta desaprender…
Debes también estar atento a las curvas que nacen, y aprender a distinguir las olas buenas, de las olas malas, como un buen surfista que sentado en la tabla espera con paciencia la siguiente ola.
Aunque probablemente lo más difícil no sea tomar la decisión de saltar (muchas veces, como en la película, la toman por nosotros). Lo más difícil es empezar de nuevo, un nuevo día, en el que sabemos que volveremos a recorrer el mismo ciclo, sin que eso nos haga desconfiados, sin que por ello perdamos la esperanza, el sentido. Hay que vivir de nuevo, sabiendo que esta vez lo haremos mejor, porque todo lo vivido antes nos ha hecho más fuertes, más sabios y, deseablemente, más humanos. Vive, muere, repite. Pero, esta vez, lo harás mejor…
El protagonista de “Al filo del mañana” cuenta con la infinita ventaja de encontrar una aliada, que le va acompañando una y otra vez, da sentido a un viaje que de otro modo sería mucho más oscuro. No te voy a contar el final, para que puedas ir a verla, es un peliculón. Cuando veas la última escena, recordarás lo que te decía en el post que inicia esta serie : )