Imagina que eres multimillonario. Entonces un abogado de estas firmas que tienen oficinas en la calle más cara de la City londinense o de Manhattan, te ofrece un gran negocio: comprar una emisión de deuda de Argentina, con una rentabilidad muy alta (lógicamente, porque el riesgo de que Argentina no sea capaz de pagar la deuda es bastante alto; la rentabilidad va con el riesgo).
Pero el abogado te explica que hay un seguro que puede cubrir ese riesgo, así que en ningún caso puedes perder: si Argentina paga, obtienes una gran rentabilidad, si Argentina no paga, recibes el seguro. La firma de abogados te cobra un buen precio por esta magnífica operación, pero merece la pena pagarlo, porque en estos chollos el diablo se esconde en la letra pequeña.
Efectivamente, Argentina no puede pagar, y entonces ofrece a sus acreedores un canje: no recuperarán todo su dinero, pero al menos recuperarán una parte. La inmensa mayoría acepta el canje, salvo unos pocos que rechazan el trato ¿Quién puede estar tan loco como para no querer recuperar al menos un porcentaje del dinero invertido…?
Ya sabéis la respuesta: los que tienen un seguro, y un amigo juez. Porque solo lo pueden cobrar si Argentina se declara en suspensión de pagos (un canje no es una suspensión de pagos). Ahí es donde entran en juego los flamantes abogados de la City y justifican sus salarios astronómicos, porque consiguen que un juez del distrito de Manhattan, el muy honorable Thomas Griesa, dicte una sentencia que impide liquidar la operación de canje argentina, hasta que pague el 100% a los que no han aceptado el canje.
Aquí le tenéis a este joven, que ha decidido que no es justo que los que invierten en fondos de alto riesgo puedan perder su dinero: pobrecillos, hasta ahí podíamos llegar.
Lo malo es que si paga el 100% a esta minoría, el resto de los acreedores pueden reclamar también su 100%, una cantidad que Argentina no puede devolver… El resto de la historia se perderá en estas semanas de calor, con abogados de una y otra parte cobrando cuantiosas minutas. El final ya lo sabemos: la economía argentina sufrirá un serio revés y los fondos buitre se llevarán su premio, sí o sí. Rentabilidad, sin riesgos.
Sin riesgos, y también sin que en toda esta historia nadie haya generado ni un dólar de economía real. Pura especulación, contratos financieros y de cobertura de riesgos que juegan con la estadística y el conocimiento de los entresijos del sistema financiero y jurídico internacional.
Pero podemos estar tranquilos, esto no va a ser como Lehman Brothers. Ya se ha apresurado la presidenta del FMI, Christine Lagarde, a explicar a la prensa económica que los efectos de esta suspensión de pagos solo va a afectar a los argentinos, y no se va a propagar a los mercados internacionales como pasó hace seis años.
Porque en este casino que son las finanzas internacionales, la banca nunca pierde, y tampoco los jugadores profesionales. Los que perdemos somos los ciudadanos de a pie (en este caso, los argentinos), que van a ver su país hundido en un nuevo período de recesión. ¿Os suena esta historia, la de un país que sin saber muy bien por qué se convierte en la comidilla de la comunidad financiera internacional? Tranquilos, que pronto se apresurarán a mandar emisarios del FMI y de la OCDE, a que les expliquen las medidas que tienen que aplicar para salir de esta complicada situación ¿Os suenan esas medidas? Menos mal, esta vez le toca a Argentina…
No hemos aprendido nada, de nada han servido las lecciones de esta crisis. Los mercados financieros internacionales siguen siendo un nido de especuladores, y un gigantesco casino que juega a los dados con el destino de millones de personas.
Mientras tanto, la economía real se está concentrando en un número reducido de países que han entendido que lo de jugar al casino es para los buitres, y están invirtiendo en conocimiento y en cultura. Claro que estas inversiones tienen poca rentabilidad a corto plazo (quizá porque son las más seguras de todas).