Esta semana ha sido generosa en acontecimientos económicos.
- Como ya os anuncié, el Fondo Monetario Internacional ha publicado el martes la actualización trimestral de sus “Perspectivas sobre la Economía Mundial”. Como soy el Mago del Tarot, acerté cuando os avisaba de que iría de luces y sombras (lo han titulado “Contracorriente“). El resumen: esperan un crecimiento de la economía mundial un poco más débil (3,5% en 2015) aunque, por fortuna, los riesgos que amenazan ese crecimiento también se han reducido un poco.
- El miércoles el INE sacó los datos definitivos de la Encuesta de I+D del año 2013 (con un mes de retraso, por cierto). Ya comentamos el desastre, España sigue cayendo en inversión en I+D, y son ya tres años seguidos… 11.429 investigadores menos que en 2010. He estado buscando las declaraciones de líderes políticos al respecto, ya os avisaré si encuentro alguna…
- No me parece casualidad que al día siguiente, el INE publicase los últimos datos de desempleo, correspondientes al último trimestre de 2014. Ya habréis leído las opiniones de unos y otros. Muchos están encantados, lanzando las campanas al vuelo por el cambio de tendencia (España va bien, y eso…). Claro que los datos también dicen que el empleo creado es precario, temporal y menos productivo (traducido al castellano, mano de obra barata).
- Para que la fiesta no decayese, el jueves Draghi anunció su plan de compra de deuda (más de un billón de euros), que inundó de alegría los mercados. Por fin Europa se ha enterado que lo de la austeridad era mala idea, y entre el plan de inversiones de Junckers y la fiebre compradora de Draghi, esto va a ser la leche.
De todas las lecturas que pueden hacerse, me quedo sin duda con la que ha hecho el Nobel Michael Spence el mismo jueves en su post en Project Syndicate, refiriéndose a Europa y los deberes que tenemos pendientes:
Sin embargo, la inversión pública no basta. Sin reformas estructurales complementarias que fomenten la inversión privada y la innovación -y, por ende, permitan que las economías se adapten y compitan en una economía global impulsada por la tecnología-, un programa de inversión pública tendrá un impacto decepcionantemente débil en el crecimiento. Por el contrario, la inversión pública financiada por deuda producirá un estímulo de corto plazo, a costas de una estabilidad fiscal a más largo plazo.
El problema es que las reformas estructurales son notoriamente difíciles de implementar. Por empezar, se topan con la resistencia política de quienes pierden en el corto plazo, entre los que se encuentran las empresas y los sectores protegidos por las rigideces existentes.
Alto y claro ¿verdad? Dinero público que se irá por el desagüe. Endeudarnos para comprar el pan para hoy, sin echar cuentas de que después habrá que devolver con intereses, y mañana nos tocará pasar hambre…