Vaya por delante que soy consciente que este cuarto post de la serie tiene un contenido inevitablemente ideológico, y que es un tema delicado y sujeto a una considerable controversia. Mi ánimo no es ni manipular, sino aportar mi punto de vista subjetivo en un tema que creo que precisa de un debate sereno que nos permita abordar las necesarias tranformaciones pendientes.
Empiezo por definir a qué me refiero: el estado de bienestar se hace insostenible cuando el sistema económico-social, o no genera suficiente riqueza, o no la reparte de forma adecuada, con el resultado de que una mayoría de personas de un territorio no son capaces de mantener los niveles previos de bienestar y/o de los derechos asociados a una vida digna, y esa tendencia negativa se mantiene en el tiempo.
La complejidad de la definición no ayuda ¿verdad? Hay muchos elementos subjetivos, difíciles de medir. Seguro que otras personas utilizan otras definiciones más válidas, aunque todas acaban en eso de que “nuestros hijos serán la primera generación que vivirá peor que sus padres”.
Os podría aburrir a tablas y estadísticas, aunque para mí la que resume todo es la que recoge la evolución del endeudamiento del sector público (en % del PIB) en todo el mundo en general, y en las economías avanzadas en particular.
Si la deuda creciese porque los estados estuviesen invirtiendo, ni tan mal. Pero lo cierto es que en los últimos años los países desarrollados han concentrado los recortes en el capítulo de inversiones, mucho menos impopulares que los recortes en gasto (como botón de muestra, el caso de España, como puede verse en este gráfico cortesía de @juanrallo).
¿Por qué este déficit creciente, y este trasvase público de inversiones a gastos? Porque no generamos suficiente riqueza para pagar el sostenimiento del estado del bienestar, pero nos negamos a afrontarlo y entender qué hay que cambiar para corregir este problema creciente.
Y digo creciente, porque la evolución de la demografía en lo que queda de este Siglo XXI no ayuda nada… Aquí, las últimas proyecciones del INE sobre el porcentaje de población que no cotiza y si precisa gasto social:
Y para que quede claro, mi mensaje no es que lo público sea ineficiente, ni que la solución consista en que cada uno se busque la vida como pueda, creo en el papel fundamental de lo público como mecanismo de redistribución y justicia social.
La paradoja es que hemos avanzado en entender en qué tendría que consistir el estado de bienestar, pero estamos retrocediendo en entender cómo podemos sostenerlo…
Y así acaba mi relato de las tres paradojas. Como lo prometido es deuda, el día de Reyes, la solución : )