“Algunas personas se rieron al ver el cambio en Ebenezer Scrooge,
pero él dejo que se rieran, y no les prestó atención,
porque había adquirido la sabiduría suficiente como para saber,
que nada bueno había pasado nunca en el mundo,
sin provocar al principio las risas de algunas personas“
Cuento de Navidad, Charles Dickens
En las Navidades de 1843, Charles Dickens publicó “A Christas Carol”, un relato corto con cinco “estrofas”: una introductoria (1), las visitas de los fantasmas de las navidades pasadas (2), presentes (3) y futuras (4), y la estrofa final “El Fin del Cuento” (5).
Durante ese año, Dickens había sido testigo directo de las penosas condiciones de trabajo de los niños en las minas de estaño de Cornualles, y también de las escuelas de los suburbios londinenses, efectos colaterales de una Revolución Industrial que estaba creando mucha riqueza, pero que la distribuía muy mal. Sentía la necesidad de explicarle a mundo que el camino que estaba tomando era profundamente equivocado, que el afán de lucro de algunos, nos estaba llevando a lugares muy oscuros…
La Historia nos ha enseñado que corregir aquellos excesos ni fue fácil, ni pacífico, ni se hizo en poco tiempo. Un botón de muestra: todavía en 1891, una ley inglesa que pretendía luchar contra los abusos en la explotación laboral de los niños, se limitó a elevar la edad mínima de trabajo de los 10 a los 11 años… En España se había promulgado una ley similar en 1873, la Ley Benot, pero sus efectos fueron mínimos y fueron precisas varias décadas y leyes más para que empezase a ser efectiva.
Ahora, los niños en los países desarrollados no trabajan en las fábricas Aunque en otros lugares del mundo, por desgracia, sí, y en muchas ocasiones fabricando productos que acaban precisamente en nuestras baldas. O peor, son reclutados forzosamente como soldados en guerras por el control de materias primas que nosotros alimentamos y armamos…
Hemos mejorado mucho en algunas cosas en siglo y medio, aunque en otras nos queda mucho camino de mejora. Somos seres paradójicos, capaces de lo mejor y de lo peor, así que construimos sociedades que avanzan enfrentándose a esas paradojas. Al final, la suma de nuestras decisiones individuales construye el futuro, y siempre está en nuestras manos construir el mejor o el peor de los futuros…
Por eso he elegido contarte estas Navidades un Cuento de Navidad. Tres Paradojas en vez de tres Fantasmas (aunque algunas de las estadísticas que os he dejado asustan más, ¿verdad?). Los protagonistas de estas Paradojas somos nosotros y nuestro futuro, aunque ya ves que hay personas en el mundo que no tienen que esperar al futuro para mirar a los ojos del espectro.
Ya conoces el fin del cuento de Dickens: Ebenezer Scrooge recapacita y decide que tiene que ser más generoso, dedicar su vida a construir un mundo más humano. Dejar de explotar a su empleado, darle un empleo más digno, ayudarle a pagar las medicinas para que su hijo pueda curarse… Ya ves, siglo y medio más tarde, seguimos en cosas parecidas…
Ahora nos toca escribir el fin de nuestro cuento. Mi regalo de Reyes es un año lleno de páginas en blanco para escribamos juntos un final que nos guste más que el que apuntan las estadísticas paradójicas. Ya sé que no somos tan tacaños como Ebenezer, pero no te engañes: nos excusamos muchas veces pensando que no somos del “1%” que controlan el poder y la economía. Pero ese sí que es un cuento que nos contamos para acallar nuestra conciencia.
La auténtica verdad que te regalo hoy, es la certeza de que quienes escribimos la Historia somos el 99%, cuando decidimos que hasta aquí ha llegado la marea, y nos arremangamos para empezar a arreglar todo este lío. Empezando por nosotros mismos…
«Estás encadenado», dijo Scrooge tembloroso. «Cuéntame por qué».
«Arrastro la cadena que en vida me forjé», repuso el fantasma.
«Yo la hice, eslabón a eslabón, yarda a yarda; por mi propia voluntad me la ceñí
y por mi propia voluntad la llevo.
¿Te resulta extraño el modelo?»