Leí ayer que Alexa (el software de inteligencia artifical que sirve como asistente virtual de Amazon), llegará la semana que viene a los dispositivos de Apple en Estados Unidos, y empezará a competir con Siri para conquistar lo alto del podio de las máquinas con la que acabaremos hablando los humanos.
Me resonó, porque el jueves habíamos tenido una comida coloquio con Carlos Torres, CEO del BBVA y en mitad del coloquio se animó a preguntarle a Google Assistant (el tercero en el podio) por el próximo partido del Athletic… Más o menos hacia la mitad de la media hora de conversación, aunque si tienes un ratillo yo la escucharía entera: coyuntura global, digitalización y el papel del ser humano… Muy interesante y muy ameno, todo ello.
Me he acordado de la noticia de hace algunos meses, que comentaba que un grupo de investigadores había empezado a enseñar poesía a las máquinas. Se basaban en una conferencia de Borges, en la que explicaba que todas las metáforas de todas las poesías de la historia se podían reducir a una pocas. Así que, si las máquinas aprendiesen esas pocas metáforas, la poesía carecería de secretos para ellas.
Cuando leí la noticia, pensé que los investigadores habían leído muy poco a Borges, no habían caminado a la deriva en su universo de laberintos, espejos y tigres. Un universo plagado de metáforas, con muy escasas referencias al interés de las máquinas, que pueden resumirse en los últimos versos de “El Golem” (espejo de los últimos versos de “Ajedrez”…)
El rabí lo miraba con ternura
y con algún horror. ‘¿Cómo’ (se dijo)
‘pude engendrar este penoso hijo
y la inacción dejé, que es la cordura?’
‘¿Por qué di en agregar a la infinita
serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
madeja que en lo eterno se devana,
di otra causa, otro efecto y otra cuita?’
En la hora de angustia y de luz vaga,
en su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?
La verdadera pregunta no es si podremos ser como dioses y crear seres dotados de vida autónoma, capaces de descifrar la poesía, la belleza… La verdadera pregunta es para qué los queremos crear, cuál es el sentido de su existencia…
Si has escuchado hasta el final el coloquio, ya habrás oído que le pregunté a Carlos por un futuro de máquinas en el que muchas personas perderán su empleo. Me pareció que acertaba mucho en su respuesta: el gran reto del futuro no es hacer máquinas cada vez más inteligentes, sino conseguir que esas máquinas sirvan a todos, y no solo a unos pocos… Es el mismo reto que afrontan todas las empresas humanas.
La última pregunta, fue pedirle un consejo para nuestra ciudad, para nuestro país. También me gustó su respuesta : )
“Yo creo que hay que enfrentarse al futuro con el coraje de aceptar que vienen cambios (…)
En el sentido de primar, sí queréis, el cambio frente al satu quo. El statu quo tiene muchas ventajas, si las cosas se hacen de una manera seguro que es por buenas razones, pero eso en sí mismo no es una buena razón para que se sigan haciendo así, tiene que haber algo más siempre.
Y por eso yo creo que la actitud desafiante es lo que yo os recomendaría, desafiar cómo se hacen las cosas para hacerlas mejor, para hacerlas de otra manera. Tener la curiosidad intelectual de explorar, de buscar formas distintas de hacer las cosas”