“He aprendido que el mundo quiere vivir en la cima de la montaña,
sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada”
Gabriel García Márquez
La RAE nos decribe algo austero como “Sobrio, morigerado, sencillo, sin ninguna clase de alardes“. Yo añadiría “por propia elección”, y siempre he pensado en la austeridad como una decisión inteligente. Rodearnos de cosas que realmente no necesitamos es olvidar lo que el genial Gabriel García Márquez nos recordaba en la cita que abre el post.
Por eso me molesta tanto que esta palabra por la que tengo predilección se esté convirtiendo en un término odioso para muchas personas, que identifican la austeridad con las políticas de recorte de gasto público, que yo llamaría “políticas de desigualdad”. Me parece un término mucho más preciso para describirlas, puesto que quien acaba pagando por los recortes son los que no pueden llegar por lo privado a los servicios que lo público garantizaba. Francia está siendo el último país en pasar por el aro, y aquí en Euskadi parece que la caída en la recaudación no nos deja escapar…
Ese efecto de incremento de la desigualdad para los ciudadanos, ocurre también para los países. En un momento en el que sería preciso apostar con decisión por un nuevo modelo productivo en los países del sur de Europa, los estrictos límites al déficit público unidos al cortoplacismo de muchos de nuestros gobernantes, conduce a presupuestos en los que las políticas fundamentales para ese cambio de modelo (educación, industria, ciencia y tecnología) se ahogan entre partidas menguantes y planes despistados.
El gran error es pensar que estas medidas salvarán al Euro, cuando lo único que están consiguiendo es acentuar las desigualdades entre ciudadanos y países en Europa, y de la desigualdad sólo pueden venir nuevas y dolorosas fracturas…
A veces me parece que Alemania está conscientemente impulsando un plan para que el Sur de Europa acabe siendo para el Norte de Europa lo que México es para Estados Unidos: un lugar pintoresco y con buen clima para las vacaciones y una ubicación cómoda para desplazar las actividades industriales de bajo valor añadido, que requieren mano de obra barata. Que Alemania lo intentase, lo puedo llegar a entender. Que le sigamos el juego, eso sí que no lo entiendo…
Seamos inteligentes y sumemos a la austeridad, la solidaridad y la visión a largo plazo. Hagamos ajustes que apuesten por una sociedad igualitaria, bien formada, con un modelo económico basado en los motores por el que apuestan todos los países desarrollados, la industria y el conocimiento.
En uno de sus últimos posts “Innovation economics and the future of American competitiveness“, Robert. D. Atkinson plantea la decisión que debe tomar Estados Unidos: apostar por que el país siga el camino de Boston (que ha sabido transformar su industria en una industria del conocimiento) o el de Buffalo (un antiguo enclave industrial que dejó escapar la oportunidad). Puedes leer también el de este pasado martes “Manufacturing innovation is key to boosting growth“. Menos mal que mi charla de Elkargi fue la semana pasada, que si no alguien podría pensar que le he copiado…
Porque la de Euskadi es parecida: podemos apostar también por ser el Boston europeo, o podemos dejar que otros apuesten por convertirnos en Monterrey, la región en la que el Norte de Europa pueda ubicar la industria que precise de mano de obra barata…Si seguimos generando desigualdad y con apuestas de corto plazo, no tardaremos mucho en converger…
¿Boston te parece que nos queda demasiado cuesta arriba? Vuelve a leer la cita con la que he iniciado el post, piensa en ello ¿Te parece que es una utopía esto de apostar por la igualdad y el largo plazo? Hazte un favor y lee el precioso discurso de Gabo el día que le dieron el Nobel de Literatura, que nos recomienda a los del Norte una nueva forma de ver el Sur. Si te da pereza, puedes quedarte también con una cita suya, más breve.
“Yo creo que todavía no es demasiado tarde
para construir una utopía
que nos permita compartir la tierra.“