Suelo todos los años ver en clase con mis alumnas y alumnos el corto “El circo de la mariposa” (Weigel, 2009). Son veinte minutos que merecen la pena, y que transcurren en dos circos muy diferentes. El primero hace negocio con lo ruines y mezquinas que podemos llegar a ser las personas, mientras que en el segundo el valor se construye a partir de la fuerza infinita que tiene la voluntad de superación de los seres humanos. El mensaje es muy sencillo: está en nuestra mano elegir en qué circo queremos trabajar.
La misma historia se contó también hace más de 70 años, teniendo como protagonista un pequeño elefante orejudo ¿te acuerdas? Dumbo es un joven elefante cuyas grandes orejas deformes le condenan a un espectáculo en el que le convierten en un payaso. Claro que esas mismas orejas descomunales le permiten también volar: algo que descubre con la ayuda de sus amigos, y una “pluma mágica” que en realidad no necesitaba…
Pensaba en estas historias esta semana, en la que en dos foros distintos he oído a empresarios opinar que al sistema de ciencia y tecnología había que dejar de darle dinero, y empezar a pedirle resultados. Que no están los tiempos para derrochar nuestros escasos recursos en investigadores distraídos, ni en instituciones ineficaces. Sí, hay bastantes personas que ven el I+D como un torpe elefante de orejas enormes, que no sirve para casi nada, condenado por un sistema de subvenciones deforme, por un sistema de inicentivos que no orienta a las personas al valor.
Igual que en “El circo de la mariposa”, o en “Dumbo”, podemos decidir que el único fin posible de este ser deforme que es nuestro sistema de I+D, es aprovecharlo para un número de risa fácil y , sobre todo, rápida. O la Ciencia y la Tecnología nos sirven para hacer negocios rápidamente, o no tienen sitio en este circo. Se nos han acabado los sueños, hay que ser prácticos.
Viendo las debilidades de nuestro Sistema y la urgente necesidad de encontrar la salida a esta larga crisis, puedo entender la impaciencia de estas personas… A veces a mí también me entra la tentación de quitarme la pulsera verde, de dejar de pedir recursos para nuestra Ciencia y nuestra Tecnología. Quizá este otoño haya llegado el momento de tirar la toalla…
O quizá no.
Quizá todavía podamos preguntarnos ¿Y si en vez de EuroVegas, decidimos construir EuroHarvard? No, mejor todavía… ¿Y si decidimos construir nuestro propio proyecto, basado en la industria y el conocimiento, en vez de copiar fórmulas de otros?
Hoy por hoy, ni la sociedad, ni las empresas, ni nuestro propio sistema de I+D nos acabamos de creer de verdad que ese futuro es posible. No acabamos de ver la inmensa capacidad de generar valor que tiene sumar el conocimiento a nuestras raíces industriales. Por eso necesitamos todavía la “pluma negra” de las subvenciones, hasta que seamos capaces de volar.
Por eso, aunque haya llegado el otoño, voy a seguir llevando en mi muñeca una pulsera verde. Porque hace tiempo decidí trabajar en “El circo de la mariposa” y decidí creer que llegará el día en que veré a nuestro sistema de Ciencia y Tecnología en el centro de la pista, con toda la sociedad en pie, emocionada, aplaudiendo con admiración una historia de superación y de voluntad, una historia de personas que decidieron no resignarse a que nuestro futuro lo escriban otros.
Euskadi será la Florencia del Segundo Renacimiento, nuestras universidades y centros de investigación competirán con Harvard, el MIT y Cambridge en unas décadas, nuestras empresas y centros tecnológicos serán referencia mundial de la eficacia en construir la Industria del Conocimiento.
¿Que eso es cómo creer en elefantes voladores? Probablemente: hazte un favor y dedica un ratillo a ver “El Circo de la Mariposa”: luego me cuentas. Y si tú tienes un proyecto mejor, me dices de qué color tengo que ponerme una pulsera para apoyarte.