¿Alguna vez una agradable conversación ha acabado en una grave e hiriente discusión ya fuera con amigos, familiares, compañeros o hasta con un jefe? ¿Alguna vez como resultado de una discusión hemos quedado heridos, tristes, enfadados, asqueados, “mosqueados”?
Quiero compartir qué actitudes o formas de pensar pueden ayudar a que una charla o diferencia de opiniones no se convierta en un pulso personal, con ataques sutiles o directos entre los interlocutores. Es difícil ser actor y observador a la vez, pero es el reto que como personas y profesionales debemos abordar para gestionar situaciones conflictivas.
Las actitudes mentales serían las siguientes y por este orden:
1.- Pensar que puedo estar equivocado
“¿Yo equivocado? ¡Imposible!”. No sería la primera vez que tras pensar esto, nos diéramos cuenta que por falta de información o la posibilidad de varias interpretaciones, descubriéramos que no estábamos en lo cierto.
¿Somos capaces de frenar nuestra arrogancia y pensar por un momento que podemos estar equivocados? Si partimos de ello y tomamos la diferencia de opiniones como una forma de aprender y un ejercicio para entender a la otra parte, tal vez descubriríamos cosas nuevas, o sencillamente darnos cuenta que estamos diciendo lo mismo con diferentes palabras.
2.- Una discusión nunca se gana
Podremos ganar la razón, pero posiblemente habremos perdido la empatía y el “buen rollo” existente al principio de la conversación. La persona que “pierde” se sentirá herida y ello se manifestará en tirantez, silencios o en una fricción personal a posteriori.
¿Existe un ganar-ganar en una conversación con diferencias de opiniones? Si sólo queremos salir victoriosos de la batalla dialéctica, es que también deseamos que el otro pierda, que quede en un escalón inferior y llevarnos la razón como trofeo. ¿Cómo se siente la otra persona? Esta es la pregunta clave.
3.- ¿Convencer o aprender?
En algunas de las tertulias en las que participo, hemos puesto un principio como cimiento para disfrutarlas: “Nadie viene a convencer. Venimos a aprender”.
Si quiero convencer, no escucharé los argumentos de la otra parte. Y si lo hago, buscaré el contra argumento, la argucia lingüística o numérica para no darle la razón.
¿Pero qué sucede si actúo con la humildad de los sabios e intento aprender de los argumentos, fundamentos o razones de la otra parte? Con dicha humildad descubriremos que existen diferentes opiniones, visiones e interpretaciones de un mismo hecho. ¿O acaso en un accidente de coche tendrá la misma visión quién chocó, quien fue arrollado o quien lo observó? Humildad. Aprovechemos cada ocasión para aprender. Hasta de la estupidez se puede aprender.
4.- Separar “hechos” de “interpretaciones”
Gran parte de las discusiones se deben a las interpretaciones de los interlocutores, sin hacer el mínimo esfuerzo para averiguar en qué hechos se fundamentan.
Recientemente un amigo y yo nos metimos en una agria discusión. ¿La razón? A su parecer los jóvenes de hoy en día ya no piratean tanto como los de antes. Reconozco que me subía por las paredes con su planteamiento, pues estoy totalmente en desacuerdo. La discusión se fue agriando hasta que le pregunté: “¿En qué te basas para argumentar esta afirmación?”. Y él muy acalorado me dijo: “Es que mi hijo y sus amigos ya no se bajan películas”. Ahí estaba la clave. Él había seleccionado un hecho y de ahí había extrapolado una generalización. Y a continuación le pregunté: “¿Y hasta qué punto el ejemplo de tus hijos es seguido por el resto de la juventud?”. Y fue entonces cuando entendimos qué generaba la diferencia de nuestras interpretaciones.
5.- Es mejor preguntar que afirmar
Lanzar una afirmación en plena discusión, es como tirar el guante en un duelo. La intención del otro será rebatirnos inmediatamente, ya sea destrozando nuestro argumento o bien sacando a colación un contraargumento, lo que abrirá dicha conversación a discutir de nuevos temas, complicándola y no llevando a ningún lugar.
Pero ¿qué pasaría si usamos las preguntas para que la otra persona se dé cuenta por sí misma de su error (si es que está equivocado) o nos pueda aclarar el porqué de su argumento? He comprobado que cuando muestras interés por lo que dice la otra parte a través de preguntas, crece la empatía, el respeto y “el ego” tiene menos campo para hacer de las suyas.
6.- Usar formas respetuosas y empáticas
Recuerdo de joven, cómo uno de mis amigos de forma secreta me regaló un libro: “Cómo hacer amigos e influir en la gente” de Dale Carnegie. Aquel libro me cambió. Me enseñó a sustituir un “estás equivocado” por un “lo veo de otra manera”; un “no tienes ni idea” por un “interesante opinión, aunque hay algo que no me cuadra”; un “esos datos son erróneos” por un “¿y de dónde vienen esos datos?”.
Es decir, en mis formas puedo herir o al contrario, mostrar respeto, empatía y consideración por la opinión de la otra persona, lo que ayuda a que sea una conversación agradable e incluso hasta que se pueda reconocer el error.
7.- Aceptar el desacuerdo sin dañar la relación
Puede darse el caso de llegar a un punto de imposibilidad de llegar a un consenso de ideas. Pero ¿podemos llegar a este punto sin herir la relación humana? ¿Sería posible acabar una discusión de esta manera?: “Interesante conversación e interesantes argumentos por tu parte, aunque veo que tenemos diferentes posturas. Da gusto debatir de esta forma”.
En definitiva, está en nuestra mano que una conversación se convierta en una batalla dialéctica donde ninguno se escucha y queremos ganar a toda costa, o bien convertirlo en una oportunidad para aprender. Dejemos pues el ego a un lado, y busquemos sobre todo cuidar la relación humana. Como decía un buen amigo: “Prefiero ser feliz, que tener razón”.
Foto © Tambako the Jaguar
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Hola Juan,
Muy interesante artículo, a partir de ahora intentaré seguir tus consejos.
Un saludo.
Quisiera que matizaras en una discusión en el trabajo donde los compañeros no se comunican y al terminar el trabajo te acusan de lo mal que lo has hecho. En este caso no te Dan opción a defenderte creando así una sensación de injusticia y de enfado dificultando la comunicación y argumentación. Que deberíamos hacer en caso de ser el acusado?
Hola Carlos. Poca información para poder dar un consejo válido, porque habría que ver cómo se ha llegado y por qué se ha llegado a esta situación. Pero lo primero que haría, sería buscar con quién hablar del equipo a ver a qué se debe esta actitud hacia ti, es decir, qué hay de fondo. Y posiblemente tengan sus razones o sus puntos de vista, que pueden ser sorprendentemente ciertos o decepcionantes o tergiversados. Por eso hay que buscar ese feedback en el mejor momento para crear una conversación profunda y de aprendizaje. Espero que te haya servido.