La interpretación de las culturas
En su obra La interpretación de las culturas, el antropólogo hermeneuta C. Geertz estudia las «riñas de los gallos» en Bali como un ritual indonesio en el que las personas importantes imponen su prestigio a través del gallo, símbolo de la propia virilidad o valor. Los equilibrados balineses se juegan así su status y honor en una especie de lenguaje simbólico, que media las rivalidades dándoles cauce y descargando la energía sobrante.
El apostador en las peleas lo hace en favor de su grupo, sea de parentesco o de coalición frente a los otros grupos. Sin embargo, el autor despacha en dos líneas la interesante situación de aquel que, no identificándose absolutamente con los unos ni con los otros, o bien identificándose correlativamente con ambos, se retira de la contienda absteniéndose de jugar en favor o en contra de unos u otros. Se trata de «situaciones viscosas de cruzada adhesión», así pues de una encrucijada de los contrarios presidida por Hermes, el dios obligado a prestar su lealtad a los opuestos simultáneamente, en cuya circunstancia el balinés se retira para tomar una taza de café o realizar alguna otra actividad disuasoria (marginal). Con ello, este actor complejo abandona el centro ocupado por la riña hacia una periferia más compleja que la simplificación dual ejercida en el centro.
Como dice Geertz, la pelea y su entorno (incluido el abandono) representan un símbolo moral de la comunidad balinesa y su ethos cultural. Un tal acto simbólico es, como afirma K. Burke, la danza de su actitud: la actitud polémica en una sociedad equilibrada en la que se denote el prestigio social. La emoción de la pelea resulta así cognitiva: pues nos/les hace conocer sus modos de dar significado a sus vidas: yo diría que confiere significado social a los que pelean y significación psicológica a los que abandonan esa pelea externa para sorber el sentido interno junto a una taza de café (interiorización).
(De Interludio: Razones afectivas, #35)