Susana Guerra Pérez
Ser psicoterapeuta familiar es una profesión que ayuda a las persona a relacionarse de una manera más adecuada con su entorno y consigo mismos, así como a entender desde otro punto de vista sus dificultades y a hacer los cambios necesarios para afrontarlos.
Sin embargo, lograr ser un buen psicoterapeuta no es fácil, requiere de mucha preparación y sobretodo de experiencia. Al escuchar a los estudiantes del primer año del máster en Psicoterapia Sistémico-Relacional se puede observar en ellos su pasión por esta profesión y la motivación que tienen por aprenderla pero, al mismo tiempo y a pesar de ser profesionales en psicología, permanecen algunos miedos debido a su falta de experiencia. Los principales miedos que se identifican al comenzar el máster son: el miedo a bloquearse y no saber qué hacer durante las sesiones, miedo a no tener herramientas, a hacerle daño a los clientes, a no dar la talla con las expectativas de las familias y ser rechazados o cuestionados, a no saber ir más allá de los problemas o incluso el miedo al silencio.
Sobre este tema se conversó con Jon Elordui, Psicoterapeuta especialista en Terapia familiar y de pareja, así como en Tratamiento psicosocial con adolescentes y familia y director de la Fundación Lagungo. Añadió a la lista de estos miedos, según su experiencia personal y según lo que ha observado en sus estudiantes a lo largo del máster, el miedo a encontrarse una experiencia similar a la propia en el cliente y que esto pueda causar daño y bloquear la terapia, el miedo al fracaso de la terapia, a no tener la experiencia de vida para entender las situaciones y a responderse a la pregunta de si se es capaz o no de hacer psicoterapia.
Para afrontar estos miedos y aprender a manejarlos, Elordui menciona que durante el Máster lo principal que deben tener presente los estudiantes es que no se está sólo, se cuenta siempre con el apoyo del terapeuta experto y se trabaja en equipo. Los miedos relacionados con las técnicas se afrontan con la formación que ofrece el máster, con sus herramientas prácticas, lecturas y entrenamiento en los diferentes instrumentos. Además del aspecto formativo como psicoterapeuta, también invita a los estudiantes a iniciar un proceso de conocerse a sí mismos, a reflexionar sobre sus experiencias personales y a cuestionarse constantemente qué es lo que pueden ofrecer como psicoterapeutas. Para Elourdi es esencial aprender a conectar con lo auténtico de sí mismo, conectarse con sus fortalezas y con sus debilidades para así estar en un proceso de constante evolución como psicoterapeuta. De esta manera algunos de los miedos que estaban en un principio se superarán y otros se afrontaran y se aprenderá a convivir y a relacionarse con ellos de una manera distinta.
Elourdi menciona dos fases principales en la evolución de estos miedos en los estudiantes. La primera en la que sus miedos “descansan” sobre el terapeuta experto. En esta etapa se afronta principalmente el miedo de cómo se ven ante los demás al estar presentes en la terapia como observadores. En la segunda fase, se asumen más responsabilidades como terapeutas. Es entonces una fase en la que se presentan los momentos de crisis, de cuestionamiento, de autoreflexión sobre cuáles son las fortalezas y cuáles son las debilidades como terapeuta. Otro aspecto esencial que se da en esta segunda fase de la formación es que el estudiante, además de trabajar en su formación y en sus miedos, se da cuenta si realmente esta profesión es su vocación y si se proyecta ejerciéndola en un futuro.
De esta forma, aunque el máster brinda todas las herramientas necesarias para su formación como psicoterapeutas, al finalizarlo, se invita a los estudiantes a que persigan sus metas, que busquen las oportunidades en el mundo laboral donde crean que van a aportar lo mejor de sí mismos, con el aprendizaje que adquirieron, ya sea en la psicoterapia como tal o en cualquier otro contexto donde lo puedan aplicar de manera responsable.