» Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un címbalo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada” (S. Pablo a los Corintios 13: 1-13).
Ha ocurrido. Ha sucedido una vez más, y ya he perdido la cuenta. Esta vez junto al perímetro que separa el paso fronterizo de “Barrio Chino” de la ciudad autónoma de Melilla. Rostros de hombres de piel oscura, inconscientes, algunos agonizantes o otros ya fallecidos. Y una vez más estas imágenes nos han revelado las terribles incoherencias de una Unión Europea que posee un premio nobel de la paz, concedido en el año 2012, por contribuir a «transformar Europa de un continente en guerra a un continente en paz … durante más de seis décadas, La Unión ha contribuido al avance de la paz y la reconciliación, la democracia y los derechos humanos en Europa». Mal casan estas hermosas palabras con el errático recorrido de la UE en los últimos años, demasiados años, desde los campamentos griegos de Lesbos o Samos, pasando por Lampedusa y terminando en estas terribles imágenes que nos señalan acusadoras. No nos equivoquemos, la responsabilidad no es totalmente marroquí o española, no. Es la UE la que pide y paga, con una muy importante cantidad de euros, a nuestro aliado en el norte de África para que frene, expulse o reprima a quienes no tienen otro deseo que poder pasar a su, idealizado quizás, “primer mundo”, en busca de un futuro mejor o, simplemente en busca de un futuro.
Ciertamente hechos como los que nos ocupan resultan tan trágicos (y si no fueran tan difíciles de ocultar, dudo mucho que llegáramos a conocerlos) que remueven nuestras conciencias durante unos días, para, al cabo de unas semanas volver a quedar absolutamente invisibilizados, tanto por los medios de comunicación como por las dinámicas de nuestra propia sociedad. Ciertamente nos vimos sacudidos por la masacre de la playa de Tarajal en 2014, el salto masivo de Ceuta de mayo de 2021 y hora con lo ocurrido en una vaguada anónima entre Nador y Melilla. Pero, una vez más he de repetir que la realidad de los “saltos” protagonizados por jóvenes subsaharianos, tanto en Ceuta como en Melilla (y he sido testigo de ello durante varios años) no son acontecimientos aislados, sino que se producen, por desgracia, casi a diario desde hace más de dos décadas. Me refiero a grupos menos numerosos, ciertamente, que pagando a las mafias (sí, porque también en los asentamientos de Gurugú o Castillejos hay personas sin escrúpulos que gestionan los “saltos” y abusan de los migrantes allí escondidos) o asociados de forma espontánea (pues no siempre hay grupos estructurados detrás de un intento de entrada en España), se dotarán de rudimentarias escalas, trapos viejos con los que minimizar los desgarros de las concertinas y cizallas con las que cortar el alambre. En una jornada conseguirán pasar veinte, otro día cincuenta y en numerosas ocasiones nadie, pues serán repelidos tanto por la Gendarmería de Marruecos (el Mazhen) como por las Fuerzas Auxiliares del Ejército Marroquí que, desde sus campamentos, vigilan todo el perímetro fronterizo; pero lo cierto, lo realmente cierto, es que los intentos de acceso a tierra europea son diarios desde mucho y que los deseos de huir de la miseria, las guerras o la represión son irrefrenables, aunque salga en los telediarios..Ante esto La UE implementó un costoso despliegue de control policial de fronteras por parte de la Agencia Europea de Fronteras, FRONTEX (de la que no cuestiono su legitimidad en la defensa de las fronteras territoriales, pero sí su praxis ética), pero más allá de esta actuación no ha tenido una política seria, digna y consecuente con el debido respeto a los DDHH. La celeridad que hemos visto para facilitar la acogida de refugiados procedentes de Ucrania (no seré yo quien lo critique, faltaría más) no resulta comparable con el trato que se ha dado a los procedentes de otros conflictos como los de Libia, Siria, Afganistán, Eritrea o Sudán. Conflictos, que debemos recordarlo, han sido generados en buena medida con intervención explicita o implícita de occidente.
Después de más de veinte años, de muchos millones de euros gastados, de miles de cadáveres esparcidos por estas rutas de entrada irregular y de ver aumentado el nivel de nuestra vergüenza, volvemos a constar que hoy en día no se ha conseguido gran cosa. Porque no se puede frenar el deseo de miles de seres humanos por buscar una vida mejor, es absolutamente irrefrenable. El tema, o más bien la solución al problema es muy compleja. En este sentido me apenan los muchos análisis erróneos, por simples e indocumentados, que estoy leyendo estos tristes días. La cuestión de la inmigración irregular es una realidad demasiado difícil, pues en ella intervienen muchos factores; eso sí, independientemente de que reflexionemos sobre ello, es evidente que mientras tanto no podemos caer en la inacción o la crueldad, pues nuestra misma humanidad queda puesta en entredicho. No voy a negar que el respeto a las fronteras es fundamental en derecho internacional, tampoco que exista una gran preocupación por la constante penetración desde el este del terrorismo yihadista en el Sahel (con una importante presencia ya en Mali, es decir a las puertas de África Occidental), ni que existan “mafias de negreros” en pleno S. XXI. Todo ello es cierto, pero no puede ser una excusa. Ante ello, y repito que los intentos de “salto” son casi diarios, la respuesta que debemos dar desde la UE ha de ser proporcional y humanitaria, pues no se puede caer en la inhumanidad que estos días ha generado estas nuevas víctimas.
Europa debe afrontar ya soluciones nuevas, ante el evidente fracaso de las llevadas a cabo anteriormente. Creo que ya va siendo hora de favorecer flujos migratorios regulares, y por lo tanto legales; se ha de pensar también en recuperar campañas de sensibilización en origen que disuadan a muchos jóvenes de emprender este viaje sin retorno (en Senegal conocí una exitosa, llevada a cabo por varias “madres coraje” que habían perdido a sus hijos en el trayecto del Atlántico, por la ruta canaria) y, finalmente, por apoyar el desarrollo económico y social de África. Europa está tardando, demasiado, y prolongar esta apuesta equivocada tan sólo conseguirá prolongar esta vergonzosa sangría.
Decía San Juan de la Cruz, que “»al atardecer de la vida, nos examinarán del amor». Para nosotros, como europeos, está atardeciendo demasiado y nuestra balanza está claramente inclinada hacia el otro lado. Terrible, pero cierto.
Jesús Prieto Mendaza