La quiebra de Lehman Brothers (2008) generó una crisis económica de consecuencias mundiales, las Primaveras Árabes (2010-2012) generaron una ola de refugiados tremenda. En 2014 el Estado Islámico estableció el califato, sumiendo a varios países de Oriente Medio a un régimen de terror nunca antes conocido. A raíz de marzo de 2020 el confinamiento provocado por la pandemia del Covid 19 volvió a sumergirnos en otra situación sin parangón en nuestra historia reciente. La invasión de Ucrania por Rusia (2022) generó una guerra prácticamente a las puertas de la UE y, después del terrible ataque terrorista provocado por Hamas el 7 de octubre de 2023, la respuesta del ejército israelí a todas luces desproporcionada y de tremendas consecuencias en el plano humanitario, ha sumido a este comienzo de 2024 en un clima bélico que nos introduce de nuevo en un periodo de inquietud mundial. A esto debemos sumar la tragedia migratoria que no cesa en nuestro contexto mediterráneo y atlántico, además de catástrofes medioambientales y sociales que generan miles de desplazados o migrantes climáticos. Quienes anunciaron que, con tanta crisis, fueran económicas o bélicas, las migraciones irregulares hacia España, como puerta de Europa, se verían frenadas se equivocaron. La realidad nos ha demostrado que no ha sido así.
He pasado una semana en Canarias y puedo asegurarles que la llegada de contingentes migrantes a estas islas está superando todas las previsiones, con una afectación tan grande a los sistemas de acogida y a la vida social de las islas que podría generar situaciones muy complicadas. El llamado “fenómeno cayuco” (que fue especialmente significativo en 2006, con la llegada de 31.000 personas por la ruta atlántica) hacia Canarias se ha visto intensificado durante el último año. Durante 2023 llegaron a Canarias más de 42.500 personas (sólo en dos meses de 2024 han llegado a las costas de Lanzarote, el Hierro, Fuerteventura, la Gomera, Gran Canaria, la Palma y Tenerife, más de 11.000 personas de un total de 12.300 que han llegado a España). Sepan que de los 1.270 fallecidos el pasado año en las costas españolas casi 1.000 lo han sido en aguas canarias. Hablo de casi 1.000 fallecidos contabilizados en la ruta atlántica, imaginen las cifras con los desdichados, desaparecidos, que no se integran en las estadísticas. Y no menciono la aparición de nuevas rutas, como es la de Argelia a Baleares o Levante.
A pesar de las sucesivas crisis, la miseria económica que vive una gran parte de África Occidental ha seguido arrojando, de forma ininterrumpida, a nuestras costas hombres y mujeres migrantes. El Atlántico, el Mediterráneo y las vallas de Ceuta o Melilla, siguen siendo puerta preferente de entrada irregular a nuestro territorio, realidad que si bien afecta de forma preeminente, al estado español, frontera sur de la UE, señala acusadora a la política errática de la Unión, que bien por razones éticas o bien razones de gestión está resultando, además de un fracaso, generadora de una de las mayores catástrofes humanitarias registradas en sus puertas (y que choca frontalmente, aunque debamos congratularnos por ello, con la actitud favorable a recibir refugiados procedentes de Ucrania). Una situación que es afrontada por España debatiéndose entre la humanidad, los convenios de fronteras en el espacio europeo, los discursos nacionalistas-populistas frente al inmigrante y la realidad económico-social del país.
Son ya muchos años los que lleva Europa enfrentando esta situación, que llamó en 2015 la crisis de los refugiados, y tal como le habían anunciado numerosos intelectuales y expertos en geoestrategia, ni los acuerdos con Turquía, ni los campamentos de Grecia, ni la desaparición pública de nuestras naves de la armada o de salvamento marítimo de las rutas marítimas del Mediterráneo Oriental ha contribuido a solucionar el problema sino a complicarlo, como explica muy bien el profesor Javier de Lucas en su libro “Mediterráneo. El naufragio de Europa”. La cuestión migratoria sigue complicándose por las consecuencias terribles de movimientos políticos, económicos o bélicos que no nos son totalmente ajenos. Como consecuencia de las denominadas primaveras verdes existen estados fallidos, como es el caso de Libia, en los que las mafias y los señores tribales diariamente reducen a escombros los Derechos Humanos. El caso de Afganistán, en el que occidente ha cedido el espacio a los talibanes, o los intentos desestabilizadores de Irán (con Rusia y China en la sombra) generando legiones de refugiados que simplemente se arrojan al mar para huir de la esclavitud, la violación o la muerte.
En este contexto, se ha aprobado recientemente, diciembre de 2023, el nuevo “Pacto sobre Migración y Asilo de la Unión Europea” , una propuesta todavía de la Comisión Europea que deberá ser refrendada por el Parlamento y el Consejo, que ha aportado ruido mediático, pero, en mi opinión, vuelve a caer en los mismos errores y falta de visión que denunciara hace años ya el antes citado profesor Javier de Lucas en su libro.
Un nuevo pacto que, una vez más, profundiza en una política, a la que se destinarán millones de euros (Agencia FRONTEX, centros de estancia temporal, dotación de 20.000 € por migrante irregular, etc.), tan sólo desde una perspectiva policial o de fronteras, obviando los factores que durante más de dos décadas han favorecido los actuales movimientos y también las verdaderas soluciones. Sus ejes fundamentales son:
- Nuevo control obligatorio previo a la entrada para establecer la condición de las personas de manera rápida a la llegada:
• identificación
• controles sanitarios
• controles de seguridad
• toma de impresiones dactilares y registro en la base de datos Eurodac - Nuevo procedimiento fronterizo de asilo más rápido:
• Cuando proceda, seguido de un procedimiento de retorno rápido, para acelerar la toma de decisiones y aumentar la eficiencia de los procedimientos de asilo - Mejora del sistema de gestión de la migración y las fronteras:
• Mejora de la base de datos Eurodac, que contribuye a la lucha contra la migración irregular
• Centrado en los solicitantes en lugar de en la solicitud para determinar la responsabilidad de las solicitudes de asilo
• Prohibición de los movimientos no autorizados a otros Estados miembros
• Favorecimiento de la reubicación y mejora del seguimiento de los retornados
• Seguimiento del apoyo a la salida voluntaria y la reintegración - Garantía legal:
• Mecanismo de supervisión independiente para garantizar el respeto de los derechos fundamentales, respaldado por la Agencia de los Derechos Fundamentales, Frontex y la nueva Agencia de Asilo de la UE.
• Evaluación individual de las solicitudes de asilo y garantías esenciales para proteger el acceso al asilo, el derecho a la libertad, los derechos de la infancia y el derecho a la tutela judicial efectiva. - Flexibilidad para los Estados miembros:
• Reubicación de personas recién llegadas
• Apoyo operativo inmediato
• Apoyo a más largo plazo para desarrollar capacidades en materia de procedimientos de asilo
• Acogida de recién llegados u operaciones de retorno
• Asistencia para responder a las tendencias migratorias específicas que afectan a los Estados miembros mediante la cooperación con países no pertenecientes a la UE - Tratar con personas vulnerables, como las localizadas a raíz de operaciones de salvamento marítimo
• Reubicación de las personas que puedan necesitar protección
• Determinación temprana de las necesidades mediante un informe prospectivo anual
• Reserva común de solidaridad de las contribuciones nacionales, basada en compromisos voluntarios
• Mecanismo de corrección para garantizar un apoyo eficaz - Aliviar la presión sobre el sistema de gestión de la migración de un Estado miembro
• Reubicación ampliada a los refugiados reconocidos
• Contribuciones basadas en la parte equitativa de los Estados miembros
• Mecanismo de corrección para garantizar un apoyo eficaz - Ayuda en situaciones de crisis
• Reubicación ampliada a las personas incluidas en el procedimiento fronterizo, a las personas en situación irregular y a las personas con necesidad inmediata de protección
• Reacción más rápida a escala de la UE mediante una decisión rápida sobre la contribución
• Mecanismo de solidaridad centrado en la reubicación
Después de revisar las propuestas, permítanme mostrar mis dudas al respecto, parecería que se van a mejorar los procedimientos de asilo, la reubicación de personas migradas y refugiados, la humanidad para con las personas más vulnerables o la diligencia para los procedimientos de asilo. El papel lo soporta todo, la práctica suele ser muy distinta. Esas mismas muestras de solidaridad europea se vienen explicitando desde hace dos décadas en el marco teórico, pero, tristemente, en el práctico todos sabemos de sus consecuencias en número de muertos a las puertas de nuestras fronteras europeas.
Realmente este acuerdo vuelve a ignorar la realidad migratoria y sus raíces, y una vez más solicita la cooperación de los países emisores para políticas de contención de fronteras o de control policial (una especie de subcontratación de la migración irregular). Saben nuestros gestores europeos que la única respuesta eficaz, además de justa, pasa por esa cooperación en origen (sanitaria, educativa, agrícola, hídrica, económica…) y sin embargo nada de eso se menciona. Para nada se habla de invertir en el desarrollo de África, del Magreb o de Próximo oriente. Una vez más la UE vuelve a “naufragar” en esta dolorosa cuestión.
Así las cosas, y volviendo a casa, debo recordar, una vez más, que la experiencia española en los dispositivos de interceptación, rescate y acogida de migrantes irregulares es realmente brillante y yo, después de volver de aquellas costas isleñas puedo dar fe de ello. Aun así, no es ni lo más justo ni lo más deseable
No deseo caer en discursos demagógicos , pero sepan que, si bien no se pueden abrir nuestras fronteras, ni negar la infinita crueldad de las mafias, ni cerrar los ojos ante los muchos problemas que la acogida de contingentes migrantes supone en una sociedad receptora, sí se puede arbitrar (a pesar de obviar la única respuesta eficaz posible a futuro, que ya he mencionado) una política común europea mucho más organizada, mucho más eficaz y, finalmente, mucho más humana.
Cuantas veces me he encontrado con estas palabras: “Sí nos ayudarais a mejorar nuestras condiciones de vida en África, no necesitaríamos emigrar hasta vosotros”. Una petición, casi una súplica, verdadera y única solución, a la que llevamos haciendo oídos sordos desde hace décadas, pensando que tan sólo con millas de mar o con concertinas afiladas podremos frenar lo irrefrenable. Y esta, incluso en tiempos de tensión bélica, atentados y sonidos de una nueva “guerra fría”, es la única verdad.
Por Jesús Prieto Mendaza