Tengo que pasar fuera de casa un par de días; cosas de trabajo. Me levanto pronto, desayuno, preparo una maleta de esas pequeñas en las que, inevitablemente, intentaré meter mucho más de lo que voy a necesitar. Antes de salir de casa, dejo un post-it en el frigorífico: “Volveré en un par de días. Temas de trabajo. Besos”. Listo: ya he informado a mis hijas y puedo marcharme tranquila…
¿Puedo?
Técnicamente, el planteamiento es correcto. Hay una emisora (saliendo por la puerta con una maleta a punto de reventar), dos receptoras y un mensaje claro, conciso y expuesto a través del canal de información que habitualmente utilizamos. He cumplido con las normas básicas de la información, pero…
El “pero” reside en el contexto, en la falta de contexto, más bien. ¿Cómo reaccionarán mis hijas? ¿Entenderán por qué paso fuera esos días? Bueno, dejo aquí el ejemplo, porque solo de imaginarlo noto el sudor frío recorriendo mi espalda.
Doy por hecho que la mayoría pensaréis que este planteamiento es completamente absurdo. Y lo es. Sin embargo, ¿cuántas veces lo damos por bueno cuando se trata de organizaciones? Pensemos por un momento en las notas de comunicación interna que enviamos a nuestros colaboradores y colaboradoras, por ejemplo, comunicando el cambio de ciertos aspectos de las condiciones laborales potencialmente conflictivas. O pensemos en un comunicado que debemos hacer público sobre el cambio de estrategia de nuestra empresa; por no dar excesivas pistas a la competencia, reunión tras reunión, borrador tras borrador, lo hemos ido podando de elementos fundamentales para entender qué ha motivado esta nueva orientación, y finalmente hemos sido capaces de alumbrar un esperpento.
En demasiadas ocasiones, las organizaciones limitan su alcance comunicativo a la mera información, a la transmisión de datos, sin más alcance que cumplir con el expediente auto-impuesto. Confundimos información con comunicación, y con ello, generamos un efecto boomerang de reacciones, rumores y deterioro de la confianza. ¿Confiarán mis hijas en mí si me marcho sin dar más explicaciones? Lo veo difícil. ¿Qué cabe esperar de una mera transmisión de información? Desconcierto, cuando menos.
Casi cada día escucho la dichosa frase: “tenemos un problema de comunicación”. Hoy en día, todos los problemas parecen tener que ver con la comunicación. En la mayoría de estas ocasiones, asiento con la cabeza y pienso: “ciertamente, tenemos un problema de falta de comunicación, y aunque informemos de forma compulsiva, no vamos a solucionarlo”.
La información es una parte fundamental de la comunicación, pero no es “comunicación”. Los datos, el mensaje, precisa de contexto y de elementos mucho más complejos que un simple mensaje, por mucho que éste sea conciso, veraz y pertinente.
Entonces, ¿qué es la comunicación? Sigo intentando descubrirlo. Por ahora, me conformo con pensar que comunicación es todo lo que le falta al post-it del frigorífico.
¿Qué es para vosotros la comuniación? ¿Cómo podemos identificar y resolver los problemas de comunicación?
Pilar Kaltzada
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- Un post-it (By Pilar Kaltzada) - 8 marzo, 2016