Artículo publicado en El Correo (06/06/2023)
El 25 de noviembre de 2021, el Gobierno de coalición de PSOE y Unidas Podemos lograba el apoyo parlamentario a sus Presupuestos con 188 votos de 11 partidos diferentes, PNV y EH Bildu entre ellos. La votación, donde se respaldaron cientos de enmiendas parciales de los partidos aliados del Ejecutivo, se caracterizó por el incremento de las partidas destinadas a ampliar el escudo social de la ciudadanía.
El 22 de diciembre de 2021, el Gobierno vasco de coalición del PNV y el PSE aprobaba los Presupuestos vascos con la conformidad y la abstención de EH Bildu, que valoraba positivamente el acuerdo gracias a los compromisos que había logrado para el refuerzo de la atención primaria, la adecuación del Salario Mínimo Interprofesional a la realidad de Euskadi y al incremento de las partidas para la transformación energética.
Aquellos días de finales de 2021 visibilizaban con nitidez la desactivación completa del conflicto territorial en cada una de las negociaciones que se desarrollaron en las dos mesas de Gobierno. La pandemia trajo la excusa de la excepcionalidad para justificar el abandono completo del énfasis soberanista para colocar en el primer plano el incremento de las ayudas a las personas que más necesitaban del Estado en aquellos momentos de zozobra. Pero la pandemia pasó y la estrategia de la izquierda abertzale siguió por el mismo carril social.
Sus votantes no se enfadaron por su contribución a reforzar el papel del Estado durante el Estado de alarma, no le abandonaron por su papel institucional en el Parlamento español y tampoco mostraron su desacuerdo cuando, simultáneamente, en los dos tableros, el vasco y el español, se aliaba con el PNV y el Partido Socialista para avalar sus distintos gobiernos a través de su apoyo a los Presupuestos.
Y no solo no se enfadaron los antiguos votantes, sino que se activaron y Bildu logró penetrar en espacios no soberanistas.
En estos años de colaboración de los partidos nacionalistas vascos con el Gobierno español no hay rastros de concesiones sustantivas relacionadas con el conflicto territorial y la identidad nacional vasca. Y cuando EH Bildu ha negociado con el Gobierno vasco nunca ha puesto condiciones relacionadas con la reforma del Estatuto, el derecho a decidir o la ponencia de Autogobierno. La izquierda abertzale se ha sentido muy cómoda con el conflicto territorial desactivado.
Este escenario de desactivación del conflicto territorial hace poco creíble cualquier estrategia en Euskadi que quiera avisar sobre la agenda oculta de los partidos nacionalistas vascos. A la mitad de los votantes del PNV no le gustaría que se celebrara un referéndum para decidir el futuro de Euskadi y un tercio de los votantes de EH Bildu tampoco sueña con la independencia. Sus bases electorales ya no son homogéneas en cuanto al énfasis que dan a la dimensión territorial. Tampoco será creíble la estrategia de que la culpa de todo la tiene Madrid cuando los dos partidos nacionalistas han apoyado al Gobierno español en casi todo en los últimos años.
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