Artículo publicado en El Correo (02/12/2024)
Vitoria-Gasteiz fue la primera víctima de la avalancha. Quería ser la primera de Euskadi en encender la iluminación navideña y lo consiguió. Desde el 22 de noviembre, 1,7 millones de puntos LED y un innovador techo de luz iluminan la ciudad. Una semana más tarde, todavía en noviembre, se incorporaban Bilbao y Donostia al despliegue luminoso inventándose un nuevo calendario navideño. La capital vizcaína convirtió el acto del encendido del alumbrado navideño en comunicación política colocando al alcalde rodeado de niños y niñas apretando el botón que encendía 1,5 millones de puntos LED. En la misma línea de populismo navideño, dos días más tarde, en la capital guipuzcoana se activaban medio millón de puntos coincidiendo con un evento programado para celebrar el alumbrado que llenaba de drones el cielo y de música de Mikel Erentxun la tierra. La casa por la ventana.
Nos hemos reído durante los últimos años del inventor del populismo navideño, el alcalde de Vigo, por generar capital político a cuenta de su ambición de que se vieran las luces navideñas de la ciudad gallega desde cualquier planeta de la Vía Láctea. Nos hemos reído de la ridícula competición por tener el árbol más grande de Navidad entre alcaldes de otras tierras. Parece que nos consuela no ser los más ridículos, los más esperpénticos o los que menos se toman en serio el cambio climático y los problemas evitables que genera esa ambición política por generar desarrollo económico insostenible. Pero no por estar lejos de los campeones mundiales del populismo navideño deja de ser extraño que desde las capitales vascas se muestre tanta insensibilidad climática y no aprovechen la Navidad para otros objetivos más allá del incremento del consumo.
No nos tiene que consolar que estemos hablando de luces LED cuyo consumo energético es irrelevante. Los estudios científicos dicen que las luces navideñas nos animan y nos hacen comprar más. Esta carrera descontrolada por alargar la temporada navideña a través de una avalancha de iluminació masiva incide en el consumismo sin sentido que activa toda la cadena que eleva toda la temperatura del planeta, transportes, extracción, fabricación y gestión de los residuos. Todavía no ha cristalizado en nuestra sociedad la certeza de que frenar el cambio climático salva vidas. Y aunque relacionemos fenómenos naturales extremos como la dana de la tragedia valenciana con la crisis climática, necesitamos más sensibilidad en los responsables políticos para que no comuniquen señales equivocadas durante los paréntesis navideños. Y no confundir a expertos y activistas con el Grinch. Con imaginación se puede hacer mucho más desde la política para celebrar con la misma alegría y pasión una Navidad sostenible.
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