Hoy se disputará la primera de las dos jornadas para la clasificación de las famosas regatas de la Concha de San Sebastián. Hoy será el turno de las traineras masculinas y mañana el de las traineras femeninas. Por ese motivo, a continuación, les ofrezco la traducción de mi artículo publicado hoy en euskera en el periódico digital Enpresabidea, bajo el título original «Arrauna: profesionalen kontua ala herri-nortasunarena?».

Se trata de una pregunta que tiene muchos cabos y en la que nos vamos a centrar hoy, tratando de abrir un debate para la reflexión sobre el devenir de este deporte, porque el remo, lamentablemente o por suerte, no es como el fútbol, el baloncesto o el ciclismo.

Alcance de la pregunta

En las dos últimas décadas el remo parece haber dejado de ser un deporte popular para intentar dar el salto hacia la profesionalización. Las ligas ACT (principal liga masculina) y Euskotren (principal liga femenina) son los ejemplos más claros de ello. Dicen que el espectáculo ha ganado, dando prestigio a la competición, aunque sea en beneficio de las marcas comerciales, hasta el punto de cambiar el nombre de algunas traineras. La normativa vigente también permite esta profesionalización, ya que hace posible el fichaje de remeros. Pues bien, aparentemente todas las traineras de las ligas ACT y Euskotren reman en iguales condiciones. Por el contrario, las diferencias son cada vez más notables. Eso lleva consigo la siguiente pregunta: ¿el remo es cosa de profesionales o de identidad popular? Y en este sentido surgen preguntas como ¿se ha profesionalizado realmente el remo? ¿O es que sólo se ha profesionalizado para unos pocos? ¿Esto no perjudica la identidad popular que históricamente ha venido expresando el remo como deporte popular? ¿No es posible profesionalizar el remo y mantener la identidad popular?

Un poco de historia

Había una época en la que era absolutamente necesario remar para pescar. Cuando había viento también se usaban las velas, pero los robustos brazos de los pescadores tenían que hacer siempre un trabajo duro, arduo. Esto provocaba regatas espontáneas en alta mar entre los pescadores de las traineras.

En cuanto el delfín sacaba la anchoa o la sardina del fondo a la superficie, las traineras empezaban a remar para llegar rápidamente al banco de peces. Sólo el más rápido echaría la red, pero quizás haría compañía con la segundo y la tercera trainera en llegar. Otro tanto sucedía por la noche al ver la blancura del pescado. Y ni que decir tiene, en la ruta a puerto: toda trainera solía querer llegar en primer lugar a la venta de pescado, para hacer el mejor precio.

Por lo tanto, antiguamente, el oficio y el deporte se combinaban inconscientemente. Pero alguna vez, en alta mar, se llevaban a cabo regatas, competiciones, no sólo entre traineras de un mismo puerto, sino que también entre traineras diferentes pueblos. Entonces, se dice que se jugaba algo más un juego entre amigos: el honor del pueblo.

Este tipo de regatas se hacían desde antiguo. Sin embargo, en la mayoría de los casos, no se informaba de ello. Hay una excepción en el Cancionero Popular Vasco de Azkue, pues el euskaltzale lekeitiarra recopiló en esta obra unos versos llamados «Ondarrutar oriek» (Esos ondarreses) que escuchó en Hondarribia. Los versos hablan de una regata que disputaron ondarrutarras y lekeitiarras en alta mar, desde el extremo de Santa Catalina de Lekeitio hasta el puerto de Getaria, en 1854.

Hasta finales del siglo XIX las regatas no fueron un espectáculo, ni dieron lugar a premios. Pero, debido a las apuestas, poco a poco tendieron a ello, hasta convertirse en un deporte rural. En efecto, la primera bandera conocida la ganó Ondarroa en Bilbao, en las regatas disputadas el 31 de agosto de 1865.

En esa experiencia iniciada que combinaba la práctica del remo como oficio y las disputas de carácter deportivo, los retos y los campeonatos se intercalaron en los años siguientes. Sin embargo, poco a poco, estos últimos fueron en aumento.

En ocasiones, los campeonatos se agrupaban en programas de otro tipo de celebraciones. Ejemplo de ello son las regatas disputadas en el contexto de las obras del puerto de Bilbao. Asimismo, los campeonatos derivaban posteriormente, a menudo, en desafíos. De este modo, las regatas se convirtieron en una rivalidad entre pueblos y, en ese sentido, en un espectáculo.

Ejemplo de ello fue el desafío del 25 de noviembre de 1888 entre los remeros de Ondarroa y Pasaia San Pedro. Los ondarrutarras ganaron aquella regata y el Club Náutico de Bilbao les regaló una bandera reconociendo también el título de invencibles del Cantábrico. Esto provocó un gran enfado entre los guipuzcoanos, y fueron los donostiarras los que desafiaron a los ondarrutarras. Tras la aceptación del desafío por parte de los ondarrutarras, la regata de 10 millas se disputó el 2 de diciembre de 1890, desde la salida a 500 metros de la isla de Lekeitio hacia alta mar hasta el extremo de San Antón de Getaria. Se dice que aquella fue la regata de las regatas, una regata como jamás se ha conocido. A pesar de algunos incidentes y de algunas discuriones, oficialmente se impusieron los donostiarras, con el gran Luis Carril como patrón.

Pero, sin duda, son las regatas de La Concha de San Sebastián las que han hecho historia, en ese enfrentamiento entre pueblos. De hecho, en 1879 se disputó la primera regata de la Concha.

Al principio, la trainera debía estar formada por pescadores del mismo puerto. En efecto, en los enfrentamientos más importantes se elegían los mejores de cada puerto. Sin embargo, a medida que la pesca del remo desaparecía, se aceptó que bogaran remeros que no eran pescadores. La necesidad de entrenamientos o preparativos previos también apareció entonces. Sin embargo, durante años el remo fue un deporte amateur o no profesional, pero al mismo tiempo un deporte popular, estrechamente ligado a la identidad popular.

Salto a la profesionalización

A finales de los años 70 y principios de los 80 del siglo XX varias traineras vizcaínas contrataron como profesionales a algún remero que, a su vez, también ejercía de entrenador. Pero hasta la creación de la Liga ACT, lo normal era que los remeros obtuvieran ciertos ingresos en función de los premios obtenidos, es decir, que remaran como deportistas amateurs.

No obstante, una vez creada la Liga ACT, y avalados los clubs económicamente por varias empresas y marcas comerciales, han surgido una serie de conflictos en torno a la aplicación del Derecho laboral, donde los tribunales han dejado claro que algunos remeros son deportistas profesionales. En concreto, en estos conflictos se ha debatido si el remero en cuestión ha sido despedido improcedentemente y, en consecuencia, tiene derecho a ser indemnizado. De hecho, hay que ser un deportista profesional con relación laboral para hablar de despido y, en su caso, recibir indemnizaciones por tal despido. Ejemplo de ello es la STSJ del País Vasco 4ª, de 12 de octubre de 2021 (núm. rec. 1554/2021).

¿Cuándo puede ser un remero un deportista profesional?

Serán deportistas profesionales los remeros que reúnan las características del artículo 1 del Real Decreto 1006/1985, de 26 de junio. De acuerdo con ello, son deportistas profesionales quienes, en virtud de una relación establecida con carácter regular, se dediquen voluntariamente a la práctica del deporte por cuenta y dentro del ámbito de organización y dirección de un club o entidad deportiva a cambio de una retribución.

Por el contrario, quedan excluidos del ámbito de aplicación los deportistas amateurs, es decir, aquellos que reciben del club únicamente la compensación de los gastos derivados de la práctica deportiva.

Tampoco en el deporte del remo se puede entender que los deportistas amateurs dependan de un club o entidad deportiva en las mismas condiciones que los deportistas con contrato laboral. Pero, en la práctica, la diferenciación plantea grandes problemas. Dado el gran número de casos en los que las personas colaboran con su esfuerzo para un fin común, como es habitual a la hora de diferenciar y clasificar estos casos, la frontera entre deportista profesional y deportista aficionado tampoco es pacífica y segura. La norma señala que es aficionado o amateur el que recibe la compensación de gastos, pero esta definición nos ofrece una visión incompleta del concepto «amateur». De hecho, es difícil definir a deportistas amateurs con características que ofrezcan seguridad y certidumbre.

En todo caso, es posible declarar la condición de deportista profesional del remero, siempre que se cumplan los siguientes requisitos, atendiendo a las características establecidas por la definición legal, en los términos expuestos por la jurisprudencia:

Los remeros deben prestar sus servicios por cuenta de otro y dentro de una organización que les es ajena. Es decir, no desarrollan su actividad por encargo directo del público, sino que actúan ante dicho público de manera mediata, a través de otro. Así, la ajenidad de los medios con los que se práctica el deporte deviene clave. A saber, las traineras y demás utensilios pertenecen al club. Otro tanto pude decirse de la cesión total de la explotación de los derechos de imagen.

Los remeros deben mantener una relación de dependencia o subordinación respecto al club: horarios, entrenamientos, desplazamientos, etc. Pero no cabe olvidar que la dedicación que exige la práctica del deporte puede ser muy similar en deportistas profesionales y amateurs. Por lo que es necesario diferenciar la disciplina deportiva de la verdadera dependencia laboral, manifestada a través del sometimiento a las órdenes del preparador. Las cláusulas indemnizatorias para el supuesto de que el remero decida abandonar el club refuerzan también el carácter profesional del vínculo.

La nota de regularidad juega para con la relación laboral y no en la práctica deportiva, lo que puede demostrarse por la regularidad en la retribución y la existencia de un horario determinado.

La naturaleza de la retribución resulta fundamental en esta relación laboral, pues el vínculo entre el remero y el club debe caracterizarse por la existencia de ánimo de lucro del primero, dado que este presta sus servicios con el fin de obtener del club una contraprestación económica que supera la mera compensación de gastos ocasionados por la práctica deportiva; gastos que, además, deben ser asumidos por el club. En suma, la cuantía de la retribución del remero se convierte en el elemento clave a la hora de diferenciar a los deportistas profesionales de los amateurs. Más concretamente, para valorar la entidad o importancia de la cantidad entregada a los deportistas, se tiende a considerar la cuantía del salario mínimo interprofesional.

La cruda realidad

La cruda realidad nos demuestra que el remo está muy lejos de profesionalizarse, aunque aparente ser un deporte profesionalizado.

Sería impensable, por ejemplo, que algunos equipos de fútbol de 1ª división contaran con deportistas profesionales y otros solamente con amateurs, o que en un mismo equipo unos deportistas fueran profesionales y otros no.

En el remo, sin embargo, y por poner un ejemplo, es posible que los mejores remeros de los clubes de mayor nivel ganen entre 30.000 y 35.000 euros anuales, o que en algunos clubs los remeros ganen lo obtenido en premios más una cantidad de entre 4.000 y 6.000 euros aportada por el club. Por supuesto, los remeros del resto de clubes que no ganen premios serán amateurs, a pesar de toda la parafernalia que se puede ver desde fuera durante la temporada estival (televisión, fiestas alrededor del remo…). Desgraciadamente, las diferencias entre las ligas masculina y femenina también son notables en esto, porque el remo femenino es totalmente amateur.

El problema es que la apuesta de algunos clubes en ese camino hacia la profesionalización puede perjudicar la identidad popular que históricamente ha venido manifestando el remo. Y es que los clubes más poderosos privan a los más humildes de los remeros locales y estos últimos hacen otro tanto para conseguir traineras competitivas en función de su capacidad económica. Esto hace que en muchos clubes sólo dispongan de unos pocos remeros del pueblo para apenas cumplir con lo establecido por la normativa.

En ese camino hacia la profesionalización muchos clubes han abandonado la cantera y se centran sobre todo en los fichajes. También hay clubes importantes que solo tienen trainera masculina.

Afortunadamente, todavía hay clubes que a pesar de bogar en la Liga ACT tienen cantera y también trainera femenina, pero lamentablemente cada vez son menos.

En cualquier caso, el remo tiene otro gran problema para perdurar en el futuro: la falta de nuevas generaciones o de relevo generacional. Eso también demuestra claramente la situación del remo más allá de la apariencia de su profesionalización.

El remo es un deporte duro, con un alto nivel de exigencia a lo largo de todo el año. Además, cuando los demás tienen vacaciones y pueden ir de fiesta en fiesta, los remeros tienen entrenamientos y regatas y deben cuidarse mucho. Siendo muy pocos los que realmente pueden ser deportistas profesionales y vivir del remo, es muy difícil que en la sociedad actual los jóvenes apuesten por el remo y se mantengan durante años en este deporte. En cualquier caso, la aparente profesionalización del remo no es casual. Es un reflejo de la sociedad en la que vivimos. No hay más que ver qué deportes tienen más éxito. Lejos de la identidad popular y el honor de cada pueblo que representaban las regatas de antaño, prevalecen otros intereses, y eso tiene consecuencias también en el remo. Así que lo de profesionalizar el remo, al menos en apariencia, parece comprensible en la sociedad actual, si se sigue la corriente dominante. Pero quizás esa corriente no sea la más adecuada.