El 30 de enero se celebra el Día Internacional por la Paz y la No violencia, con una incidencia especial en el ámbito escolar, en conmemoración del aniversario del asesinato de Mahatma Gandhi en 1948. En nuestro contexto cercano, celebramos esta efeméride en medio de un proceso de construcción de una sociedad pacificada, tras décadas de terrorismo y violencia de intencionalidad política, que tiene precisamente en la deslegitimación de la violencia uno de sus objetivos más necesarios y ambiciosos, particularmente en el terreno educativo.
Y ello solo será posible si, en la transmisión de las memorias personales y sociales, en la elaboración de los relatos del pasado y en el aprendizaje de la historia reciente trabajamos consciente e intensamente en la «desnaturalización» de la violencia.
Esto supone subrayar el carácter contingente, voluntario y consciente, tanto de la consideración teórica de la violencia en cuanto medio adecuado para la gestión de los conflictos, como de la utilización práctica de la misma. ¿Cómo incidir educativamente, en la enseñanza de la historia, en esa deseable «desnaturalización» de la violencia? Son varias las estrategias a seguir, que presentamos muy brevemente:
–Diferenciar entre conflicto y violencia. Es fundamental que la narrativa que presenta nuestro pasado diferencie la existencia de conflictos sociales del uso de la violencia como estrategia para abordarlos. En la medida en que lo haga y explique cómo los conflictos sociales se transforman en violentos, puede cuestionarse la idea de que cuando hay conflicto, inevitablemente se desencadena la violencia.
–Pluralismo de narrativas, parciales pero legítimas (justas y verdaderas). Es importante que la narrativa histórica reconozca y represente las perspectivas que los distintos actores tienen sobre los hechos históricos, en lugar de incluir una única narrativa que margina o distorsiona otras. La pluralidad de perspectivas existentes puede coordinarse de distintas maneras, como relatos contrapuestos, paralelos, complementarios, o entretejidos en narrativas multivocales.
En la medida en que se refleje la pluralidad de perspectivas y el carácter interpretativo de las reconstrucciones históricas, es posible contrastar distintas visiones sobre el pasado violento y las bases de validez que las soportan, que siempre han de estar vinculadas a la verdad y la justicia. Del hecho de que no haya un único relato que recoge la verdad histórica absolutamente no se deriva que todo relato es partícipe de la verdad: hay relatos e interpretaciones que son simplemente erróneos, injustos o falsos.
–Centralidad de la experiencia y la perspectiva de las víctimas. La narrativa de lo acontecido debe dar un lugar central a las víctimas de la violencia a través de testimonios que reflejen sus experiencias (la experiencia de victimación, los daños sufridos, las secuelas que dejó para ellas y sus allegados, y sus propias maneras de enfrentarla y sobreponerse a ella). Para desnormalizar la violencia es importante visibilizar tanto el sufrimiento injusto impuesto a las víctimas (de otro modo, los relatos sobre el pasado violento aparecen como relatos de violencia sin dolor) como la asimetría radical entre víctimas y victimarios.
–Visibilización de las opciones no-violentas. La narrativa de lo sucedido ha de representar a los actores históricos individuales o colectivos que expresaron su desacuerdo y se opusieron activamente al uso de la violencia o defendieron estrategias no violentas para gestionar los conflictos en cuestión. Esto incluye dar cuenta de las perspectivas de estos actores, de las bases sociales en que se apoyan, de las estrategias propuestas o empleadas y de los impactos y consecuencias que tuvieron. Esta es una estrategia discursiva fundamental que cuestiona la supuesta inevitabilidad de la violencia.
–Explicitación de la agencia de los perpetradores. La narrativa histórica debe exponer de la manera más explícita y contextualizada posible la agencia de las personas responsables de distintas formas de violencia, es decir, mostrar las decisiones que tomaron, las razones y motivaciones que las llevaros a ellas y las acciones puntuales y prácticas sociales mediante las cuales se desencadenó la violencia. De lo contrario, los relatos sobre el pasado violento aparecen como relatos de violencia sin responsabilidad. Esta representación explícita de la agencia evita que se oculte o diluya el carácter deliberado e instrumental de la violencia de motivación política, o que se sugiera la idea de que esta constituye una respuesta natural frente al conflicto.
–Visibilización de las estructuras sociales que impulsan y sostienen la violencia. Es importante que la narrativa del pasado describa las acciones y prácticas violentas de manera contextualizada, exponiendo la compleja interacción de relaciones y estructuras sociales, económicas, políticas o culturales que generan los conflictos (recursos, objetivos, necesidades o creencias en disputa) y que incluso pueden desencadenar modos de violencia cultural y estructural, que posibilitan a su vez respuestas violentas.
–Representación de los costos y de los efectos destructivos de la violencia. La narrativa de lo acontecido ha de ofrecer una visión integral de los costes y las pérdidas generadas por la violencia a diferentes niveles y en distintos plazos temporales como, por ejemplo, las pérdidas de vidas humanas, el trauma psicosocial, la destrucción del patrimonio cultural, la desarticulación o debilitamiento de movimientos sociales, la pérdida de recursos económicos o la devastación medioambiental. De este modo se evidencia que la violencia no constituye un mal menor en el que se sacrifica poco a cambio de obtener grandes resultados.
–Visibilización de las ganancias particulares de la violencia. La narrativa de lo sucedido debe, en la medida de lo posible, hacer explícita la «economía» de la violencia. Es decir, debe evidenciar los intereses sociales en juego que movilizan el recurso a la violencia y que hacen que, mientras un número relativamente reducido de individuos o colectivos obtienen ventajas y beneficios particulares de su uso, la mayoría se vea obligada a pagar sus costos.
–Conectar pasado y presente. Es fundamental que la narrativa histórica haga explícitas las conexiones entre la violencia experimentada en el pasado, sus consecuencias en el presente y su impacto en las posibilidades de futuro. De esta forma, las narrativas hacen explícito el propósito y el potencial de la indagación histórica acerca del pasado violento. Estas distintas estrategias pueden emplearse para analizar críticamente las narrativas que ofrecen los textos escolares, para planear actividades de reflexión y discusión con los y las estudiantes, o bien para orientar la producción de nuevo material educativo.