De facto existen disparidades entre hombres y mujeres en la esfera de la ciencia y la tecnología. Diversos informes como “Women as Leaders” de PwC ofrece datos españoles. Son mujeres un 60% de la población universitaria, el 45% del mercado laboral y el 16% de los consejeros delegados. En 2012 había un 11% de consejeras. La presencia femenina en las direcciones funcionales (asesoría jurídica, recursos humanos o dirección financiera) es del 22%.

Pero, ¿¿Dónde empieza la brecha en tecnología entre hombres y mujeres? —En el colegio y en casa!!

Los resultados del estudio Educación en Ciencias de la Computación España de 2015, elaborado por Google,Everis y FECYT ponen de manifiesto que la diferencia en el interés por las ciencias de la computación proviene de la influencia de los padres y madres sobre sus hijos.

Por ende, la falta de paridad de género en las cúspides empresariales se debe a los sesgos inconscientes de la cultura empresarial que son el gran obstáculo para la igualdad. El informe Cracking the code (Descifrando el código) —elaborado con información recabada entre más de 10.000 profesionales de todas las categorías de las 350 mayores empresas cotizadas en la Bolsa de Londres— resume que la ambición por llegar a la cúspide no depende del sexo, sino que se acrecienta de igual modo entre los hombres y las mujeres conforme obtienen mayor categoría laboral.

En resumen, los mitos sobre el impedimento de que las mujeres no progresen en tecnología como: la maternidad, falta de confianza o de relaciones,..etc quedan anuladas frente a las siguientes realidades: 1) la desigualdad en la promoción suele surgir mucho antes de la maternidad 2)las mujeres son claras acerca de sus habilidades y se cuidan de no exagerarlas, 4) Las mujeres se vuelven más ambiciosas sobre el liderazgo a medida que avanza su carrera.

Mientras tanto, la “conciliación” en España es un fracaso monumental con horarios antieuropeos… Por tanto los ingredientes básicos para una mujer tecnóloga son : la persistencia y una buena infancia/juventud ya que lo que se vive de pequeño marca la vida adulta.