Ane Bores.
Que África es el continente más pobre del planeta no es ninguna novedad. Pese a recibir una ayuda externa de cerca de 50 millones de dólares anuales y sucesivas condonaciones de deuda por parte de diversas instituciones y potencias mundiales, el 40% de la población africana sigue viviendo con menos de un dólar al día. Al igual que el hambre, las epidemias, la falta de infraestructuras básicas, el analfabetismo y la carencia de educación primaria universal llevan frenando el desarrollo de sus países desde hace décadas, la corrupción política de ciertas burocracias gubernamentales le viene costando a África un total de 150 millones de dólares al año. En los últimos tiempos, además, la profunda inestabilidad instalada en el territorio como consecuencia de los numerosos conflictos, guerras civiles y fenómenos como el narcotráfico, la piratería, el terrorismo y el radicalismo, han frenado cualquier amago de crecimiento, avivando aún más si cabe este círculo vicioso.
Afortunadamente, el liderazgo económico de países como Nigeria, Senegal, Ghana o Costa de Marfil, con economías cada vez más competitivas, están abriendo un nuevo camino para la esperanza. En el marco de la ECOWAS (Comunidad Económica de Estados de África Occidental), fundada en el año 1975 para promover la integración económica, comercial y pacífica de la región, los países de la región occidental están uniendo fuerzas para construir un futuro de diálogo, entendimiento y progreso a través de la vía democrática. En este sentido, se han realizado grandes avances en la conducción de los procesos electorales, permitiendo a miles de ciudadanos ejercer su derecho al voto de una manera pacífica, libre y segura, sin que los resultados sean trucados o impuestos por las propias autoridades.
La transición política en Gambia, impulsada por la creciente determinación de posibilitar un cambio político acorde con las expectativas de la población, así como las pacíficas y transparentes elecciones celebradas en Liberia o el desbloqueo de la situación política en Guinea-Bissau son algunos de los triunfos más importantes hasta la fecha. Y es que las instituciones nacionales y regionales están realizando esfuerzos encomiables para mejorar entornos legales, herramientas logísticas y operativas, invertir en capacitación y educación cívica e involucrar en mayor medida a las mujeres y los jóvenes en la vida política.
Una realidad que conoce de primera mano Maria do Rosario Lopes, una jurista experimentada de Cabo Verde que, tras convertirse en la segunda mujer presidenta de la Comisión Nacional Electoral de su país en 2015, es en la actualidad la cabeza visible de la Red de Comisiones Electorales (ECONEC) de la ECOWAS. Maria do Rosario intervino como pasado 21 de febrero de 2020 en el Foro Internacional Times Higher Education: “Paz y justicia: una búsqueda común para universidades, gobiernos y sociedad civil”, que este año acogemos con gran entusiasmo y responsabilidad en la Universidad de Deusto (Bilbao), poniendo el foco tanto en el papel clave que desempeña en los procesos electorales de los países de África Occidental como en su compromiso activo con las mujeres que están intentando construir una nueva sociedad africana.
Breve radiografía de África: economía, historia y política
África se considera la cuna de la humanidad según diversas evidencias arqueológicas,
que señalan que fue en esta tierra donde se originaron las sucesivas especies de homínidos y antropoides que dieron lugar al Homo sapiens hace cerca de 300.000 años. Es también el tercer continente más extenso tras Asia y América, aunque su población de cerca de mil millones de habitantes suponga menos del 15% del total mundial. Está dividido en 54 estados soberanos, además de dos estados con reconocimiento limitado y dos territorios dependientes, que vienen agrupados en 5 regiones según su situación geográfica. Entre todas ellas, es la de África Occidental la que cuenta con un mayor número de países, en su mayoría miembros también de la anteriormente mencionada unión regional ECOWAS.
La actividad económica africana se sustenta básicamente en la agricultura, la ganadería y la pesca. Si bien es cierto que durante la época colonial los europeos explotaron los productos más fáciles y provechosos de extraer como el oro, el marfil, las maderas y fibras textiles, en los últimos años la carencia de buenas tecnologías y medios de comunicación está dificultando la explotación de materiales tan codiciados como el petróleo, los diamantes y la minería, viéndose forzados a destinar el 80% de las materias primas a la exportación. Es por ello por lo que, pese a poseer grandes reservas de agua y ser rica en recursos naturales como el cobalto, los diamantes o el uranio, África sigue siendo el continente más pobre del planeta, con un Producto Interior Bruto (PIB) que representa tan sólo el 2,6% del total mundial. Un dato que, lejos de sorprendernos, perpetúa aún más si cabe el curso tortuoso de su historia.
Y es que, como es ampliamente conocido, el comercio de esclavos ha formado parte de la realidad africana ya desde el ascenso del Imperio Romano (I a.C), un periodo en el que también se intercambiaba oro, marfil y animales exóticos. Tras el descubrimiento de América en el año 1492, y ante la escasez de esclavos indígenas a causa de las numerosas epidemias que azotaban a los territorios, la creciente demanda de mano de obra impulsó la importación de esclavos africanos desde localidades como Arguín o las islas de Cabo Verde, lo que supuso un gran negocio para latifundistas, comerciantes, negreros y reyes europeos.
No fue hasta finales del siglo XVIII, cuando las colonias americanas iniciaron su independencia, que las potencias europeas buscaron otras fuentes de riqueza. Impulsadas por la Revolución Industrial iniciada en Inglaterra, instauraron un nuevo imperialismo mediante la repartición colonial de África, que les proporcionó materias primas para el rápido crecimiento de su producción manufacturera, especialmente durante la Primera Guerra Mundial.
Aunque ya había cuatro países independientes en África (Liberia en 1847, Sudáfrica en 1910, Egipto en 1922 y Etiopía en 1941), como al final de la Segunda Guerra Mundial los aliados no consiguieron acordar el futuro de Libia, la antigua colonia italiana fue la primera en lograr su independencia. Un hecho que desencadenó la posterior descolonización de África, motivada por diversos factores como la exitosa revolución de Mahatma Gandhi en India, los esfuerzos de la URSS por promulgar la ideología comunista durante la Guerra Fría y el resentimiento popular contra el racismo y la desigualdad.
Precisamente, desde que los distintos países fuesen obteniendo su independencia, uno de los grandes males del continente africano ha sido la proliferación de regímenes políticos autoritarios, hecho que sigue dificultando hoy día la consolidación de la paz y el desarrollo de estas naciones. Según informaciones del Centro Africano de Estudios Estratégicos, la mayoría de las elecciones en este 2020 se celebrarán en países que están enfrentando o saliendo de un conflicto, como es el caso de Burkina Faso, Burundi, la República Centroafricana, Costa de Marfil, Etiopía, Níger y Somalia, que están sumidos en una situación de crisis como consecuencia de estructuras de poder, insurgencias islamistas militantes o desafíos surgidos al intentar construir visiones nacionales inclusivas desde políticas polarizadas.
Una mujer diferente para una África diferente
Maria do Rosario Lopes nunca hubiera imaginado que llegaría tan lejos en la escalera judicial de Cabo Verde, aunque desde bien pequeña tenía claro que quería ser diferente a las demás, dado que en su isla natal de Santiago las mujeres eran, por creencias culturales y sociales, relegadas a ser meras esposas y amas de casa. Ciertamente, fueron sus profundas convicciones y su fuerte determinación para contribuir con el desarrollo de su país los que la encaminaron a la cima de la Comisión Nacional Electoral (CNE) de Cabo Verde en 2015, tras realizar sus estudios de Derecho en la Universidad de Lisboa y trabajar como maestra de francés, abogada y juez:
“Los estudios cambian a las personas y rompen barreras, pero también provocan cambios positivos para las generaciones futuras”.
En efecto, fue cuestión de tan sólo seis meses que ella y su equipo del CNE lograrán organizar tres elecciones transparentes y pacíficas (elecciones legislativas del 20 de marzo, elecciones locales y municipales del 4 de septiembre y elecciones presidenciales del 2 de octubre del en 2016), una organización y gestión sobresaliente que la ha alzado como nueva presidenta de la Red de Comisiones Electorales (ECONEC) de la ECOWAS.
Seguridad, accesibilidad y transparencia. Esos son los principales desafíos para estas próximas elecciones de 2020, en palabras de Maria Do Rosario, quien también recalca la necesidad de identificar las debilidades organizativas de cada país para poder proponer medidas que puedan ser adoptadas directamente por la ECOWAS y las comisiones electorales nacionales. En este sentido, como parte de su labor, ECONEC programa una serie de visitas de evaluación en cada uno de los países, enviando fuerzas de mantenimiento de la paz en caso de que el contexto lo requiera, de forma que las elecciones puedan llevarse a cabo dentro de un marco normal:
“Tendremos elecciones en muchos países, incluidos Burkina Faso y Mali, que todavía tienen cierta complejidad en materia de seguridad. Por lo tanto, es importante que ECONEC desempeñe un papel activo en este tema, como lo viene haciendo en otros países como Guinea-Bissau donde, desde el año 2012, hay una fuerza especial enviada por la ECOWAS para garantizar el proceso de consolidación de la paz. Por ejemplo, en estas últimas elecciones, establecimos una estrategia de seguridad, pusimos equipos logísticos y vehículos a disposición de la comisión y contribuimos con dos millones de dólares al proceso electoral”.
A pesar de que el camino no ha sido fácil, de que los cambios para consolidar el desarrollo y la buena gobernanza de los países sólo serán efectivos a largo plazo y dependerán, en gran medida, de fuertes políticas e inversiones en educación, capacitación y cambio de mentalidades, especialmente para los jóvenes, las mujeres y las niñas, Maria do Rosario persiste ante la rivalidad y trata, bajo cualquier circunstancia, de adherirse a los principios, valores y leyes que la rigen, compartiendo sus conocimientos y la amplia experiencia adquirida en estas lides con las otras contrapartes en la región y en el mundo. Y es que, tal y como ella misma afirma, “en última instancia, lo más importante es aprender de experiencias diversas, tanto si son exitosas como si no”. Un leitmotiv de vida que, lejos de desencaminarla, le está permitiendo avanzar, a paso corto, pero seguro.
Su intervención en la Universidad de Deusto
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