Artículo publicado en El Diario Vasco (03/09/2022)
Las personas jóvenes son uno de los colectivos que más dificultades tiene en la sociedad actual. Hace tiempo que se acuñó aquel mantra que decía que la generación actual viviría, en términos de expectativas, peor que la anterior. Los milenials, que tantas críticas recibimos (hay quien llego a decir que éramos dueños de la nada, que nos habíamos encontrado todo hecho y que partíamos de una realidad muy acomodada) entramos ya en la cuarentena y aunque los cuarenta sean los nuevos treinta, damos paso a una nueva generación de personas jóvenes que tiene también que construir su propio relato.
¿Qué significa ser joven en estos años 20 del siglo XXI? Desde luego, algo bastante diferente a lo que significó serlo a principios de siglo. La sociedad de los primeros 2000 comenzaba a conocer los efectos de internet, pero no existía la exposición de las redes sociales. Las personas jóvenes empezaban a dejar de ser el grupo socialmente predominante que habían sido las décadas anteriores (años ochenta y noventa) pero los debates sobre sus demandas tenían espacio en la agenda pública. Se hablaba de emancipación, aunque es cierto que también entonces se vinculaba a las personas jóvenes con dinámicas de ocio, fiesta, disfrute e irresponsabilidad.
¿Qué significa ser joven pues, hoy en día? Significa, en primer lugar, hacer frente a una de las tasas más altas de desempleo juvenil de toda la Unión Europea. España tiene una tasa del 28,52% de paro juvenil, la CAE un 24,62 por ciento (datos del INE, segundo semestre de 2022), mientras que en la Eurozona la tasa se mantiene en un 13,6%. Significa, además, soportar condiciones laborales más precarias que nunca en comparación con su propia cohorte. Y todo ello, sin certezas de poder dar el imprescindible y necesario paso para la emancipación: la adquisición (o alquiler) de una vivienda. El último informe sobre juventud en España ponía el foco en una realidad que no ha hecho sino empeorar desde que explotara la burbuja inmobiliaria en 2008: es imposible que una persona joven con un único sueldo pueda pedir una hipo-
teca para adquirir una vivienda hoy en día. Ni las condiciones de los sueldos, ni las del mercado inmobiliario permiten que esto sea posible. Tampoco el precio de los alquileres hace accesible una apuesta firme por el alquiler, ni en el mercado libre ni en la vivienda protegida. Finalmente, las personas jóvenes son quienes más están experimentando en carne propia las consecuencias de los años de pandemia en su salud mental, cuestión que es difícil de expresar y tratar en muchas ocasiones.
Por lo tanto, ser joven hoy en día significa: dificultad para encontrar empleo, para mantenerlo (y mantenerse) con él; imposibilidad de adquirir una vivienda y alto riesgo de inestabilidad emocional. En suma, significa que la emancipación, objetivo principal de cualquier persona joven, se antoja imposible. Y todo ello siendo el 13,8% de la población de la CAE, un número que no deja de disminuir, insuficiente para marcar de forma significativa la agenda pública.
Hace unos días el presidente francés, Emmanuel Macrón, decretaba el fin de la abundancia, de las evidencias y de la despreocupación. Existen ya algunas generaciones, algunas están en nuestras aulas universitarias, que no han conocido tales situaciones, cuando se empieza a hablar ya de su final.
Generaciones que han nacido entre el estallido de la burbuja inmobiliaria, la crisis de la Covid y la inminente crisis generada por la guerra de Ucrania y los precios de la energía. Generaciones que
son claramente minoría en la realidad social vasca de 2022, cuya desconfianza hacia la acción institucional puede aumentar al comprobar que las políticas de juventud son políticas basadas principalmente en la promoción del ocio y tiempo libre. En demasiadas ocasiones preocupadas más por aspectos relacionados con la adolescencia (como el programa Udalekuak) que con la propia juventud.
Es por eso, por lo que es necesario complementar la acción institucional también con las demandas de las personas jóvenes. Hay que complementar la agenda pública en clave interinstitucional, combinando las prioridades del grupo poblacional con mayor capacidad de presión (personas mayores) con las necesidades de las personas jóvenes. Resulta imprescindible para ello reformar los espacios de representación e interacción, reconfigurando los actuales Consejos de Juventud o personas mayores y creando espacios intergeneracionales que presentes las demandas de forma conjunta. Hablando de los problemas, pero aportando también elementos de solución. Cuestiones que llevan tiempo encima de la mesa como la ampliación de los parques públicos de vivienda en alquiler o la extensión de la atención primaria en salud mental serían de gran ayuda en este sentido. Hay que poner en valor la acción de las políticas públicas como elementos de cambio y transformación, creando horizontes de esperanza.
Leave a Reply