Artículo publicado en El Diario Vasco (27/09/2022)
Vivimos en una época en la que diferentes valores socio-políticos y socio-culturales que parecían sagrados están bajo presión. Veamos, por ejemplo, la invasión de Rusia en Ucrania que pisotea la soberanía de estados autónomos, o cómo evoluciona la importancia que respectivas generaciones otorgan al trabajo para la calidad de (su) vida (comparando, por ejemplo, a los Baby boomers con la Generación Z).
Mas allá del enorme reto médico, de salud pública y de cuidados a afectados que supuso la pandemia del COVID-19, en cierto sentido, ha sido también una prueba para ver si valores cívicos como pensar en el bien común, renunciar a (pequeños) placeres y libertades personales, y seguir las reglas de las autoridades son compartidos por todos.
Un estudio muy reciente, realizado por Juan José Gibaja, Javier San Martin, Ignacio Turiel y el abajo firmante, indagaba en esta cuestión desde una perspectiva comparativa internacional. Para ello utilizamos datos sobre el grado de adopción de distintas medidas para prevenir la expansión del virus (por ejemplo: llevar mascarilla en público, evitar visitar lugares concurridos, mejorar la higiene personal y no tocar objetos en lugares públicos) en 15 países de diferentes partes del mundo. Como perspectiva temporal nos enfocamos en el periodo 20/2/2020 – 6/6/2021 (coincidiendo con el comienzo de la pandemia, por un lado, y el momento en que arrancamos la investigación, por otro). La fuente para estos datos fue Yougov.
Después miramos qué puntuaciones tenían los países analizados sobre las dimensiones del modelo 6D de Hofstede. Es decir: distancia jerárquica, individualismo, masculinidad, control de la incertidumbre, orientación al largo plazo e indulgencia. Para más información acerca de dichas dimensiones, pincha aquí.
Luego examinamos si había correlaciones entre las puntuaciones por dimensión y país -por una parte, y el grado de adopción de las respectivas medidas -por otra.
Consiguientemente, observamos como el índice de distancia jerárquica (PDI) y la dimensión del individualismo (IDV) tienen un considerable poder explicativo para entender el grado de adopción de las diversas medidas en los países analizados.
Así, los países caracterizados por una mayor distancia jerárquica (que muestran una alta puntuación en la dimensión PDI) y un menor individualismo (que alcanzan una baja puntuación en la dimensión IDV) tienden a adoptar las medidas de prevención contra el COVID-19 en mayor medida, y viceversa: los ciudadanos de países con mayor individualismo y menor distancia jerárquica tienden a adoptar en menor medida las medidas de prevención de la COVID-19.
Para poner unos ejemplos, Malasia y Tailandia pertenecen al primer bloque, mientras que el Reino Unido y Estados Unidos forman parte del segundo.
En lo que respecta a España, vemos que destaca por un fuerte seguimiento de las medidas “evitar los espacios públicos abarrotados”, “mejorar la higiene personal” y, sobre todo, “llevar una mascarilla en público”. Además, es uno de los países donde la ciudadanía más se abstuvo de “tocar objetos en lugares públicos”.
En cuanto a las puntuaciones sobre las diferentes dimensiones del modelo de Hofstede, España presenta puntuaciones relativamente altas (en comparación con otros países) en la distancia jerárquica y en el control de la incertidumbre, y puntuaciones relativamente bajas en cuanto a la masculinidad e indulgencia.
En el caso de España (véase abajo) no podemos relacionar su alta adopción de las diversas medidas con su puntuación sobre la dimensión del individualismo (porque en cuanto a ello, presenta una posición media). Pero sí podemos inferir que tanto su alto PDI, su afán por el control de la incertidumbre, su capacidad de contención (lo opuesto a la indulgencia) y su moderada puntuación sobre masculinidad (lo cual estimula actitudes solidarias) contribuyen a un alto grado de adopción de las diferentes medidas analizadas.
Source: https://www.hofstede-insights.com/product/compare-countries/
En su conjunto, el modelo de Hofstede permite revelar cómo las características culturales de cada país ayudan a entender cómo los ciudadanos de diferentes naciones se comportan ante una amenaza como la pandemia, y qué papel esperan de las autoridades al respecto.
En concreto, en función de las puntuaciones que obtiene un país sobre las dimensiones del modelo, sus gobiernos deben dirigirse con mayor o menos autoridad hacia sus ciudadanos y/o empoderarlos para que se protejan de forma adecuada.
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