Artículo publicado en El Correo (27/09/2022)
Arranca un nuevo curso político sin alternativa competitiva en el mercado político vasco. La desactivación del eje territorial ha reducido la competición a una sola dimensión, la económico-social. Y en esta dimensión, los cuatro principales partidos vascos están escorados hacia la izquierda si atendemos al posicionamiento ideológico de sus votantes. A pesar de este realineamiento unidimensional, los votantes del PSE y de EH Bildu siguen tan enfrentados como cuando la dimensión territorial marcaba la agenda vasca.
En los dos últimos años, las leyes más importantes desarrolladas por el Ejecutivo de Pedro Sánchez han sido apoyadas por EH Bildu. Los socialistas han podido disfrutar de la institucionalización de la izquierda abertzale esta legislatura para la consolidación de su gobierno minoritario. Las medidas de progreso han sido defendidas en público como conquistas sociales por ambas formaciones y los líderes de las dos fuerzas se han sentido cómodos formando parte de la mayoría que ha desarrollado el despliegue de cuidados y protección a la ciudadanía estos turbulentos años. Desde el PSE se defiende sin fisuras la institucionalización de EH Bildu.
Pero, ¿qué ocurre con sus votantes?
Dos de cada tres votantes socialistas vascos dicen que no votarían nunca a los de Arnaldo Otegi. Una cifra similar a la de hace tres años, antes de que empezara la colaboración institucional de la izquierda abertzale con el Gobierno de Pedro Sánchez. Hay más rechazo entre los votantes socialistas a EH Bildu que hacia el Partido Popular vasco. Entre los votantes de la izquierda abertzale, el rechazo hacia el PSE también es elevado aunque algo menor en su intensidad. El 40% de sus votantes no votaría nunca a los socialistas vascos. Para hacernos una idea de la especial antipatía hacia los socialistas, el nivel de rechazo al PNV es diez puntos inferior. Eso explica que la mayoría de los votantes de EH Bildu prefiera un pacto con el PNV que un acuerdo de gobierno que incluya al PSE.
La trinchera cristalizada que separa a los votantes de EH Bildu y del PSE explica parte de la ausencia total en el horizonte de una alternativa al Gobierno vasco. El relato del tripartito de izquierdas cada vez que se pone en la mesa del juego político dura muy poco porque ninguno de los dos principales partidos de la ecuación sabe cómo manejar un horizonte que choca contra la mayoría de sus electorados. Al votante medio de la coalición abertzale lo que le gustaría es que los dos partidos nacionalistas vascos se pusieran de acuerdo para construir un nuevo modelo de país.
Por eso resulta más creíble y realista que la oposición hable más de pactos y de grandes acuerdos que de alternativa de gobierno. Esos grandes acuerdos pueden ayudar a romper las trincheras que separan al mundo sociológico del PSE del de EH Bildu, condición necesaria para que en el futuro pueda existir una alternativa ilusionante y viable en Euskadi.
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