Artículo publicado en El Correo (05/10/2022)
La sede del Secretariado de la Coalición Local 2030 ofrece a Euskadi, y sus organizaciones públicas y privadas, una oportunidad única para desarrollar nuestro posicionamiento global, y compartir formas innovadoras de garantizar el bienestar futuro de las personas.
La presencia de la nueva oficina de Naciones Unidas en Bilbao es resultado del proceso de localización que tanto las administraciones públicas como la sociedad civil y algunos actores del sector privado han desarrollado. Además, al acercar la Agenda 2030 a pie de calle, se trata de una oportunidad única para que las personas lideren cambios de comportamiento ineludibles; única para las administraciones, legitimando definitivamente en el escenario internacional a los gobiernos subestatales; y única para las empresas, a las que ofrece una plataforma para afianzar su negocio en el largo plazo y su contribución al bien común.
El largamente deseado objetivo de contar con una sede de una organización multilateral en Euskadi es por fin una realidad. Este hito es el resultado del compromiso absoluto con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y del decidido liderazgo político articulado desde el convencimiento de que podemos actuar y triunfar desde la realidad subestatal en terrenos antes reservados a los Estados, y desde la habilidad de operar redes internacionales de contactos e influencia informales. Es el momento de la nueva diplomacia pública y la paradiplomacia.
En este enfoque glokal que combina la ambición inequívocamente global sin renunciar a un fuerte arraigo local, y la colaboración público-privada para lograr amplias cotas de valor compartido de largo plazo, las empresas tienen la hoja de ruta definitiva para navegar un futuro incierto. Es, pues, también el momento de la diplomacia empresarial.
Para aprovechar el ‘momentum’, debemos atraer y reforzar la formación de talento para dirigir el trabajo (perfiles internacionales, conocedores de lo público y lo privado, y con experiencia en el multilateralismo y la Agenda 2030); coordinar esfuerzos entre los ‘stakeholders’ (empleados, proveedores, clientes…) públicos, privados y de sociedad civil (fortaleciendo esquemas de gobernanza colaborativa multiactor-multinivel); crear políticas públicas aún más atrevidas a la altura de los retos que se presentan (modernizando las administraciones públicas con savia nueva y adoptando las mejores disciplinas y metodologías); involucrar a las empresas a través de herramientas e iniciativas ‘ad hoc’ (formación específica, foros público-privados orientados a la acción conjunta y a tomar ejemplos de las mejores prácticas); y dotar de coherencia a las narrativas compartidas sobre nuestra identidad (un relato humilde pero ambicioso).
Ya que los retos son oportunidades encubiertas, la primera es la de mejorar sensiblemente el posicionamiento internacional de Euskadi de la mano de esta nueva plataforma multilateral, que nos permita demostrar que queremos aprender pero también ser modelo en igualdad de condiciones en lo relativo a la agenda que marcará el devenir del planeta, ganando espacios en que nuestra voz sea escuchada junto a otros actores de diversa naturaleza. Se trata de maximizar el potencial de la nueva diplomacia pública al servicio de los objetivos del país.
Estrechamente relacionada con la anterior, la oportunidad de mostrar al mundo que nuestro modelo de gobierno subestatal, gobernanza colaborativa y descentralización –con todas sus necesidades de mejora– puede ser ejemplo para afrontar los retos globales, seamos entidades físicas o jurídicas. La paradiplomacia adquiere así renovada relevancia y se con- vierte en una de las claves para afrontar con garantías la localización de la Agenda y la consecución de objetivos.
Por último, y no menos importante, la oportunidad para las empresas en relación con los retos de la Agenda 2030 y la supervivencia en el largo plazo de sus negocios, y que emana precisamente de su contribución a esos retos globales. Para aprovecharla, la diplomacia empresarial debe consolidarse en los órganos de dirección como capacidad estratégica para la consecución de los objetivos, entre los que deben primar la sostenibilidad medioambiental, social y relacional con su entorno. En definitiva, la sostenibilidad del negocio a través de la ‘licencia para operar’ asumiendo responsabilidades compartidas ante retos comunes. Desde la descarbonización de la economía hasta el absoluto respeto a los derechos humanos en toda la cadena de valor, pasando por su implicación en contribuir a la protección de derechos civiles e individuales, el sector privado resulta imprescindible.
La sede del Secretariado de la Coalición Local 2030 puede ser un acelerador e incluso un punto de inflexión si aprovechamos esta oportunidad para la colaboración público-privada.
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