Entrevista publicada en El Correo ((30/10/2022)
Rocío García Carrión, investigadora de la Universidad de Deusto e Ikerbasque, liderará un proyecto de la Comisión Europea para reducir el fracaso escolar. La consignación, de 3
millones de euros, pone de relieve la dimensión del trabajo que se realizará evaluando a 20 colegios e institutos europeos que, pese a contar con alumnado vulnerable, han conseguido paliar la tasa de abandono.
– ¿En qué va a consistir la investigación?
– Vamos a investigar a fondo prácticas y políticas de éxito basadas en evidencias
científicas, es decir, que logren prevenir y reducir el bajo rendimiento, así como mejorar el
bienestar psicoemocional del alumnado. Formas de organizar las aulas, ambientes de
aprendizaje que sean efectivos… Si algo está demostrado es que, en las condiciones más
adversas, es posible reducir el fracaso escolar, especialmente en aquellos grupos más
vulnerables, que es una de las claves del proyecto.
– ¿Por qué son casos de éxito?
– Un ejemplo: un centro con un 98% de alumnado vulnerable, con más de 28
nacionalidades, y el 60% de la clase demuestra nivel alto en Matemáticas, Lengua e Inglés.
La Comisión Europea establece que el nivel de ‘Under achievement’ (bajo rendimiento en
castellano) está afectando de media a un 22% del alumnado. Es decir, están en alto riesgo
de fracasar.
El proyecto quiere demostrar que hay colegios que no solo han logrado reducir ese
porcentaje a un 5%, sino que han subido el nivel de excelencia.
– ¿Cuáles son las claves del fracaso escolar en las aulas?
– Los entornos de aprendizaje deben ser ambientes seguros y de apoyo, libres de violencia,
que es otro de los elementos de alto riesgo por los que muchos niños sufren abandono
escolar y, además, riesgo de la exclusión.
– ¿Cómo se puede reducir o prevenir?
– En España, las escuelas no aplican evidencias científicas de impacto social, que
demuestra que eso se puede revertir. Por otro lado, el aprendizaje depende sobre todo de
las interacciones que tiene el alumnado con diversas personas, pero no sólo con el
profesor. Las escuelas deben funcionar como comunidades de aprendizaje, abrir las aulas
también a la participación de familiares o de otros voluntarios de la ciudad, del barrio…
– No es solo dejar la educación en manos de los profesores, también implicar a las
familias. ¿Qué papel tendrían?
– Hay muchísimas formas de participación, pero aquellas que han demostrado ese impacto
en la educación es, por ejemplo, que entren en el aula a dinamizar o a facilitar la tarea de
aprendizaje.
No tienen que hacer de pequeño profesor, o no tienen sólo que venir a contar su profesión.
Es llevar a cabo, lo que se llama en investigación, una participación periférica. El profesor diseña los contenidos curriculares y los padres pueden lanzar preguntas. Cuando se les invita a que sean protagonistas del proceso de aprendizaje de sus hijos, se motivan.
– ¿Por qué algunos niños se quedan descolgados?
– Pueden ser muchas cosas. Cuando el docente tiene un discurso monológico, en el que
considera al alumnado como vasijas vacías, hace que muchos escolares se sientan
descolgados porque no tienen voz en su proceso de aprendizaje. El docente monopoliza el
discurso. Los alumnos deben ser agentes activos en el discurso, en el diálogo, porque
conecta con el pensamiento.
– ¿Los que más suspenden son siempre los más pobres?
– El nivel socioeconómico influye, pero no es determinante. Si miramos la correlación de
Rekalde o Uretamendi, no es la misma que la de Indautxu o la de Getxo.
Pero una correlación no implica causalidad. ¿Cuál es el mensaje para la escuela? Que
depende de lo que hagamos. Si hay prácticas de alfabetización de alta calidad, se mejora el
rendimiento.
– ¿Qué opina de los deberes?
– En absoluto son una causa de estrés en los niños. La evidencia nos dice que las personas
necesitan estímulo y práctica para que el aprendizaje se consolide. ¿Cómo aprendes algo?
Repitiendo, revisando, reflexionando. El cerebro no necesita tiempo para aburrirse. Otra
cosa es cómo viven las familias la gestión de los deberes y la carga. Subir los niveles de
excelencia
– ¿Y hay una carga excesiva?
– Ahí es más una necesidad de coordinación y diálogo entre los profesores y el claustro
debe tener formación de qué dice la evidencia científica.
– ¿La jornada continua en los colegios mejora o empeora el rendimiento académico?
– Hay poca evidencia. Pero en aquellas comunidades autónomas que empezaron a
implantarla se ve un empeoramiento de los resultados. Lo digo con cautela, pero no hay
evidencia científica de los argumentos que se dan para sostener la jornada continua: que
los niños aprendan más por la mañana o que después de comer tengan menos rendimiento.
– Euskadi es la comunidad con la tasa de repetidores más baja del país. ¿Qué se ha
hecho bien?
– Se trata de mejorar el punto de partida en el que estamos. El mensaje para Euskadi sería
no solo seguir mejorando, sino subir la excelencia, mirar más allá.
– ¿Son necesarias más herramientas para la detección precoz?
– Totalmente. Garantizar una Educación Infantil de alta calidad es uno de los factores que
determinan el éxito académico. Es una etapa que hasta ahora no ha sido obligatoria y, por eso, hay un vacío en Europa. No existe un modelo claro. Es lo que vamos a diseñar. Es decir, que cuando yo lleve al niño a la haurreskola o a la gela de 2 o 3 años encuentre que ese profesorado tiene todas las herramientas para trabajar de manera óptima, que esos niños aprendan a leer, a poner las bases para la lectoescritura desde muy temprano.
– ¿Aprenden tarde los niños a leer?
– Está la idea de que hay que esperar hasta los 6 años. El desarrollo no funciona como las
agujas del reloj. No hay un momento óptimo para enseñar algo. Hay que crear las
condiciones para que los niños florezcan. Y cuanto antes mejor. Eso no quiere decir que
tengas que sentar al niño con la silla y la ficha, pero tampoco se trata de que les dejes solo
jugando. Es entre los cero y los seis años en los que crean mucha información
– ¿A edades tan tempranas hay indicios de fracaso escolar?
– Si no garantizamos un ambiente rico y estimulante de lenguaje, de diversidad, de retos
cognitivos, de apoyo social y emocional, podemos estar poniendo en riesgo a algunos
niños.
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