Artículo publicado en El Español (16/11/2022)
De los líderes contemporáneos de hoy, ¿a quién colocaría al nivel de Leonardo da Vinci, Albert Einstein, Steve Jobs? Esta es una pregunta que hacen frecuentemente al galardonado autor Walter Isaacson, quien a menudo responde que, si bien todas las personas mencionadas eran muy inteligentes, al final, lo que realmente cuenta es ser creativo e imaginativo.
Respecto a la pregunta realizada, que forma parte de una columna de opinión de Carmine Gallo para Forbes, si su mente ya está pensando que la respuesta correcta es Elon Musk, esta vez se ha equivocado. La persona elegida por Isaacson es el fundador de Amazon, Jeff Bezos.
Gallo explica en uno de los capítulos de su nuevo libro, ‘The Bezos Blueprint’, que la creatividad es un ingrediente esencial de la innovación, el liderazgo y la comunicación, pero las ideas innovadoras no surgen porque alguien las pida. En cambio, la creatividad requiere las condiciones adecuadas para florecer, y Bezos fomenta ciertos hábitos para potenciar esta habilidad tan importante.
Algunas rutinas que fomentan la creatividad incluyen dormir lo suficiente, estar activo, dejar que nuestras pasiones se crucen con oportunidades emocionantes, cultivar una mentalidad sin límites y, finalmente, ser un experto en todos los oficios y no un sabelotodo.
En relación con este último punto, es interesante analizar el llamado efecto ‘Dunning-Kruger’, que es un peligroso sesgo cognitivo que lleva a quienes tienen menos conocimientos y habilidades a pensar que saben más de lo que realmente dominan. Sus autores definieron dos etapas opuestas e ilustrativas conocidas como el “pico de la estupidez”, que es aquella situación en la que sabes algo y crees que ya sabes todo lo que necesitas; y el “valle de la desesperación”, donde profundizas en un tema y aunque empiezas a entender algo, también comienzas a visualizar todo lo que te queda por aprender.
Sin embargo, lo realmente importante en esta curva es superar estas áreas iniciales para llegar a las siguientes etapas conocidas como el “camino del conocimiento” y la “meseta de los gurús”.
Para quien no conozca el impacto que tiene el síndrome de ‘Dunning-Kruger’ en el mundo empresarial, diferentes autores lo han relacionado con la gestión. Por ejemplo, John Baldoni explicó en un artículo de 2008 cómo combatir la incompetencia gerencial, argumentando que, en el fondo, Dilbert tenía toda la razón al retratar a ciertos gerentes como incompetentes.
A esta conclusión llegó el estudio publicado hace más de dos décadas en el ‘Journal of Personality and Social Psychology’ por Justin Kruger y su exprofesor David Dunning. Uno de los hallazgos importantes fue que “las personas incompetentes no solo sacan conclusiones ineptas y toman decisiones desafortunadas, sino que su incompetencia les roba la capacidad de darse cuenta“. Algunas de las recomendaciones ofrecidas en el artículo de Baldoni para evitar el síndrome de ‘Dunning-Kruger’ incluyeron vincular la competencia con la promoción, responsabilizar a las personas y mantener la relevancia de las competencias.
A estas ideas yo añadiría aprovechar el potencial que aportan los perfiles de los especialistas y generalistas trabajando en equipo. Recordemos que una persona polímata es un individuo que posee conocimientos que abarcan diversas áreas del conocimiento, potenciando su creatividad, resiliencia y versatilidad. El problema es que, con la avalancha de información a la que estamos expuestos a diario, hoy en día es muy difícil ser un erudito como lo pudo ser Leonardo da Vinci en el Renacimiento.
Por ello, es clave contar con la inteligencia colectiva y la vigilancia tecnológica, trabajando con generalistas que puedan hacer conexiones entre industrias, sectores y disciplinas, y junto a especialistas que podrán llegar a la profundidad necesaria dentro de un área de conocimiento. Por ejemplo, el desarrollo de vehículos autónomos o semiautónomos requiere no solo de ingenieros y tecnólogos, sino también de expertos en software, tránsito, psicología del conductor, sociología y procesos regulatorios, entre otros.
En conclusión, una de las formas posibles de gestionar la variedad, complejidad y aceleración del conocimiento es gestionar la inteligencia competitiva y la vigilancia tecnológica, conectando a expertos teóricos con personas que ejercen sus profesiones de forma práctica y aplicada con casos de uso de tecnologías exponenciales como inteligencia artificial, cloud, biotecnología, blockchain, ciberseguridad, computación cuántica, 5G – IoT, realidad extendida, dispositivos portátiles, reconocimiento de gestos, gemelos digitales, metaverso y muchos otros.
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