Artículo publicado en El Correo (28/11/2022)
Un sistema de pagos confiable, eficiente y seguro es la base para que nuestras economías funcionen de manera efectiva. A día de hoy, en las economías avanzadas disponemos de dos clases de dinero, ambas de curso legal. Se trata, de un lado, del dinero con representación facial, formado por los billetes y la moneda fraccionaria emitidos por el Banco Central, que están en manos de la ciudadanía (dinero público). De otra parte, se encuentra la moneda contable o escritural, materializada en los saldos de los depósitos a la vista abiertos en las entidades bancarias (dinero privado). La clave de este modelo híbrido es que los ciudadanos pueden convertir dinero privado en dinero público a la par, lo que garantiza que todas las formas de dinero puedan usarse indistintamente para pagos en toda la economía.
Pero este modelo confiable de pagos está experimentando en la actualidad una transformación potencialmente disruptiva, liderada por tres acontecimientos. Primero, las personas pagan cada vez más con medios digitales en lugar de usar efectivo. Casi la mitad de los consumidores de la zona del euro afirman que prefieren pagar con tarjetas. Y la tendencia es a acrecentar la referida preferencia. En segundo lugar, en ausencia de un anclaje público, la aparición de nuevas formas de activos digitales (criptoactivos) puede generar inestabilidad y confusión entre los ciudadanos sobre lo que es dinero y lo que no lo es. En tercer lugar, la entrada de las grandes tecnológicas en el circuito de los pagos podría aumentar el riesgo de dominación del mercado por las tecnologías de pago extranjeras, con consecuencias importantes para la autonomía estratégica de Europa. Actualmente, más de dos tercios de las transacciones de pago con tarjeta en Europa se liquidan a cargo de empresas con sede fuera de la UE. Según el Banco Central Europeo (BCE), diseñando una forma de dinero público digital, Europa puede adelantarse a estos riesgos y garantizar que se mantenga la confianza en un sistema monetario propio. He ahí el gran proyecto innovador: el euro digital.
¿Cuáles son los requisitos esenciales de la nueva moneda? En las consultas realizadas por el BCE, el 43% de los encuestados calificó la privacidad como el aspecto más importante del euro digital, muy por delante de otras características. Obviamente, privacidad no cabe confundirse con el anonimato, que impediría importantes funciones de normalización y lucha contra el blanqueo de capitales. El segundo aspecto es el estatus de moneda de curso legal. Si bien la obligación de aceptación para redención de deudas debe sopesarse con principios como la libertad contractual y la competencia, debemos tener en cuenta que es una característica constitucional del efectivo, como dinero del banco central, ser moneda de curso legal.
Un euro digital haría que el dinero digital del banco central fuera universal partiendo de la posibilidad de que todos los residentes en el área euro pudiesen tener cuentas de depósito, directa o indirectamente, en los libros del BCE. Proporcionaría acceso a un medio de pago digital sencillo, gratuito, sin riesgos y fiable que se aceptaría en toda la eurozona. Un sistema de pagos electrónico, minorista, instantáneo y paneuropeo. Esta puede ser una definición suficiente del euro digital. Solo faltaría agregar que rodaría en tecnología ‘blockchain’.
Los usuarios podrían acceder al euro digital directamente en el BCE o mediante intermediarios supervisados; esto es, a través de la red de bancos privados. Si tuviesen acceso directo, el BCE debería asumir el control del cumplimiento de la normativa en campos tales como la prevención del blanqueo, la lucha antiterrorista o la provisión de información fiscal. La introducción de un euro digital también plantea desafíos. Dejando de lado los técnicos relativos a la capacidad de proceso o la protección de la privacidad, el más relevante se refiere al impacto competencial que la nueva moneda tendría en el sistema financiero tradicional, una red vital a día de hoy para la financiación de la economía real.
Y para los más conservadores, una puntualización: como destaca en su última memoria anual, el BCE mantiene que el efectivo seguirá siendo importante en el futuro. No hay proyecto alguno para su desmantelamiento y desaparición.
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