Artículo publicado en El Correo (12/12/2022)
Tenemos suerte de vivir en un territorio donde la esperanza de vida al nacer llega hasta los 86 años en las mujeres y los 80 en los hombres. Una de las más altas del mundo. También somos campeones en años de vida saludable y seguimos saliendo en los primeros puestos en los ranking que comparan las comunidades autónomas por la calidad de su servicio sanitario. Durante la pandemia, el sistema no explotó gracias al sobreesfuerzo de los profesionales del sector sanitario y a la comprensión de la ciudadanía que vio cómo la atención primaria se transformaba hacia la teleasistencia. No se puede decir como en anteriores crisis que está habiendo recortes en la sanidad pública. El gasto sanitario por habitante no deja de crecer en los últimos años de presupuestos expansivos. Pero la satisfacción con el sistema sanitario no tiene una relación directa con el gasto sanitario por habitante como saben los expertos y expertas que trabajan sobre estos temas.
En Euskadi ha bajado la satisfacción con la atención sanitaria en los dos últimos años al mismo tiempo que subía el gasto sanitario por habitante. Por ejemplo, Andalucía, Castilla-La Mancha, Cataluña o Galicia registran un nivel de satisfacción similar con muy diferentes niveles de gasto por habitante. Tampoco las diferencias de satisfacción interautonómicas están relacionadas con la distinta dotación de recursos humanos del sistema. La relación entre la satisfacción con el servicio de atención primaria y el número de médicos de atención primaria por cada mil habitantes es débil. Según estos estudios, los distintos grados de satisfacción con la atención sanitaria en los servicios sanitarios no se puede vincular directamente con los recursos disponibles.
En cuanto a las preferencias entre la asistencia pública y privada, la ciudadanía muestra una gran fidelidad al sistema público que incluso va en aumento. En el ultimo barómetro sanitario publicado esta misma semana por el CIS, una amplia mayoría de la sociedad sigue prefiriendo para la atención primaria, la consulta al especialista, el ingreso en el hospital o una operación urgente a la sanidad pública que a la sanidad privada. Las movilizaciones en defensa de la sanidad pública que estamos viendo en Euskadi encabezadas por los trabajadores sanitarios cuentan con la simpatía ciudadana y un amplio apoyo popular.
Por eso su gestión política es tan importante como la eficacia de las distintas políticas que se quieran legítimamente desarrollar. En Andalucía, la fusión de varios hospitales en uno solo en Granada inició la batalla de los profesionales afectados y rápidamente contó con el apoyo y simpatía popular por la defensa de la sanidad pública y se extendió el movimiento de forma espontánea al resto de Andalucía con manifestaciones masivas que se fueron llenando de consignas y pancartas contra el Ejecutivo de Susana Díaz. La marea blanca de Andalucía la hemos vistos en las últimas semanas en Madrid. Con las mismas connotaciones de profesionales sanitarios llamando a la movilización, gran simpatía y apoyo popular y enfocadas contra el Ejecutivo de Isabel Díaz Ayuso. Los profesionales médicos se han dado cuenta de su capacidad de influencia política y se han convertido en unos actores con poder de veto real con los que cualquier gestor político con aspiraciones de ser reelegido debería negociar cualquier medida que les pueda afectar
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