Artículo publicado en El Diario Vasco (21/01/2023)
Este post está escrito por Ainhoa Jauregiberri, Naroa Jauregi, Itsaso Oreja, Marina Pena y Alaitz Txapartegi, estudiantes de Deusto Business School y está basado en el Trabajo de Fin de Grado que defendieron el 18 de enero de 2023.
Tras las primeras dos guerras mundiales, los países europeos quedaron totalmente devastados. A fin de evitar una tercera guerra se creó una organización que supusiese una unión entre países entre los cuales se asegurara la paz. Sin embargo, aún debería pasar mucho tiempo para llegar a lo que es hoy la Unión Europea (UE). Los pilares fundacionales de ésta se establecieron en el Tratado de París de 1951, mediante el cual se creó la Comunidad Económica del Carbón y el Acero (“CECA”); seis años después se firmarían los Tratados de Roma.
Así nació lo que hoy conocemos como la UE, dando cumplimiento a un objetivo común: un futuro compartido, pacífico y próspero. Dicho objetivo, que para muchos sonaba utópico, fue cumpliéndose poco a poco. Si bien en su constitución sólo participaron seis países, la UE llegó a contar con 28 Estados diferentes. En 1993 se creó el Mercado Único, dedicado a la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas; de esta forma los ciudadanos de la Unión podrían vivir, estudiar, trabajar o hacer negocios con libertad en todo el territorio de la misma. En 1999 se creó el Banco Central Europeo como órgano de gestión de la política monetaria de la Unión, estableciendo el euro como moneda común en la mayoría de los países miembros hasta la entrada de los países del Este en 2004.
Aunque la unión entre los Estados fuera dando sus frutos, el Reino Unido fue siempre un componente difícil de complacer. Resulta especialmente curioso si se tiene en cuenta todo el tiempo y esfuerzo que invirtió este país en convertirse en un Estado Miembro, ya que tuvo que hacer frente no a uno, sino a dos vetos por parte de Francia en la década de los 60. El Presidente de Francia en aquel entonces, Charles de Gaulle, no apoyaba la entrada del Reino Unido en la Unión dado el carácter diametralmente opuesto de las políticas de éste respecto a las de los demás Estados Miembro. Finalmente, en 1973, la adhesión del Reino Unido a la UE se hizo efectiva; sin embargo, solamente tardaría dos años en convocar el primer referéndum para votar “Sí” o “No” a la pregunta de si los ciudadanos británicos deseaban continuar dentro de la Unión. El resultado dejó claro que los británicos deseaban seguir siendo parte de este proyecto común, no obstante, la relación tomaría un rumbo complicado. Podríamos decir que los intereses principales del Reino Unido fueron siempre económicos e individualistas, y no tan integradores o tan orientados al trabajo común, manteniendo siempre una postura un tanto distante. Entre otros aspectos, el Reino Unido nunca ha querido aceptar el euro como moneda propia, no ha formado parte del Espacio Schengen y en muchas ocasiones ha dado muestras de un carácter un tanto euroescéptico.
En palabras del crítico irlandés George Bernard Shaw “Si la historia se repite, y siempre sucede lo inesperado, qué tan incapaz debe ser el hombre de aprender de la experiencia”. En 2016 llegaría el segundo referéndum, aquel que fue prometido en su momento por el Primer Ministro David Cameron si su partido ganase las elecciones de 2014. En éste, el 51,9% votó a favor de salir de la Unión Europea. La decisión estaba tomada, se asomaba un divorcio sin marcha atrás y David Cameron dimitió abriendo paso a Theresa May y luego a Boris Johnson. Ningún país había abandonado antes la Unión, no había precedentes de cómo hacerlo, y la falta de un plan claro hicieron que el proceso fuera tan complejo para todos.
Para entender la importancia de esta cuestión, debemos tener en cuenta que no estamos hablando de cualquier país, sino del Reino Unido. En el año 2015, constituía la segunda potencia económica tanto en PIB nominal como en PIB per cápita en precios corrientes de la Unión Europea, después de Alemania; y, centrándonos en la CA de Euskadi (“CAE”), el Reino Unido ocupaba el cuarto lugar como destino de las exportaciones y el sexto como origen de las importaciones. Por ello, entendiendo la importancia de este fenómeno y constatando el peso de las relaciones comerciales que Reino Unido sostenía con las empresas exportadoras e importadoras de la CAE, decidimos analizar qué impacto había tenido el Brexit sobre el comercio entre la CAE y el Reino Unido.
Antes de exponer los resultados de nuestro análisis, debemos aclarar que en este proceso existen tres momentos clave: el referéndum (23 de junio de 2016), la salida oficial del país de la UE – Brexit (31 de enero de 2020) y el Nuevo Acuerdo de Comercio y Cooperación entre la UE y el Reino Unido (30 de diciembre de 2020). Este Acuerdo es el verdadero reflejo de los efectos del Brexit en el comercio dado que, aunque la salida oficial de Reino Unido de la UE se realizará el 31 de enero de 2020, hasta la entrada en vigor del Nuevo Acuerdo, éste seguía siendo miembro del mercado único europeo y de su unión aduanera.
Según el nuevo Acuerdo Comercial no existen ni aranceles ni cuotas al comercio entre el Reino Unido y la UE siempre que los productos cumplan con las reglas de origen. Sin embargo, que el Reino Unido abandonase el Mercado Único y su Unión Aduanera introdujo toda una serie de nuevos costes al comercio como nueva documentación, certificados sanitarios y fitosanitarios, controles en frontera, tiempos de espera más largos y, por ende, costes de transporte más elevados.
Para cuantificar las consecuencias comerciales del Brexit hemos utilizado la técnica de “diferencias en diferencias”. Por un lado, hemos tomado las exportaciones e importaciones de bienes que ha realizado la CAE con el Reino Unido entre 2015 y 2022. Por otro lado, hemos buscado un grupo de países cuyas exportaciones e importaciones a la CAE habían seguido una tendencia similar a las del Reino Unido antes del Brexit. Calculamos la diferencia de las exportaciones de la CAE a los países de referencia y al Reino Unido antes y después del Brexit. El supuesto es que si no se hubiese producido el Brexit esta diferencia se mantendría igual. En cambio, si la diferencia varía después del Brexit la alteración denota que este fenómeno ha tenido consecuencias sobre las exportaciones e importaciones vascas al Reino Unido. Es importante destacar que esta técnica permite aislar el impacto del Brexit del de otros factores, como el Covid-19, que afectó al comercio del País Vasco con todos los países.
La disminución de las exportaciones vascas al Reino Unido durante el período comprendido entre referéndum y la salida oficial de este país no es significativa. En cambio, una vez se dio el Brexit en enero de 2020, las exportaciones de la CAE sufrieron una caída del 8,7% y con la entrada en vigor del Nuevo Acuerdo cayeron un 14,4%. En lo que respecta a las importaciones, los efectos del Brexit no se dejarían ver hasta la entrada en vigor del Nuevo Acuerdo, momento en el que se dio un descenso del 22,4%.
Por tanto, se puede ver claramente que las mayores caídas en las exportaciones e importaciones de la CAE con el Reino Unido coinciden con la entrada en vigor del Nuevo Acuerdo. Esto se debe a que las empresas vascas han tenido que adaptar su proceso productivo y comercial a las nuevas reglas: aportar información muy precisa en las fronteras, aportar certificaciones nuevas, asumir costes de transporte más elevados o alterar su forma de producir para adecuarla a lo exigido por las reglas de origen.
Como conclusión, es evidente que el proceso de desintegración del Reino Unido de la UE ha traído consigo consecuencias, no solo para el propio Estado, sino también para los miembros de la Unión, incluido Euskadi, a pesar de su reducido tamaño. Como cantaba Bon Jovi “no man is an island” y se ha visto claramente. Sin embargo, ¿podría haber alguna forma de volver atrás? ¿Qué viene ahora?
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