Artículo publicado en El Correo (09/03/2023)
Para saber cómo actuar en el presente es imprescindible elevar la mirada y adelantarse al futuro. En estos párrafos quiero compartir algunas reflexiones sobre las funciones universitarias en clave de futuro, y lo haré sobre la base de varias tensiones o polaridades a las que hoy nos enfrentamos.
Enseñar o aprender. La universidad surgió a partir de la docencia, y ésta sigue siendo una de sus funciones básicas, pero hoy en día el centro no es el profesor, sino el estudiante. Es más, en la actualidad no medimos las horas de clase, sino las horas totales de trabajo del alumno. La enseñanza no ha de ser necesariamente magisterial (uno habla, otros escuchan) y aprender no es igual que memorizar. Aprender es un proceso mucho más complejo y apasionante, mientras nuevas herramientas de inteligencia artificial generativa cuestionan algunas formas tradicionales de evaluar.
Teoría o práctica. Hoy estamos sometidos a constantes y rápidos impactos de las redes sociales. Lo teórico o abstracto no es popular y preferimos reforzar la formación práctica, incluyendo las prácticas repetidas en las empresas o instituciones. La formación dual acerca la universidad a las entidades empleadoras y la legislación debe facilitarlo, pero sin olvidar que en ocasiones nada hay más práctico que una buena teoría.
Presencial o virtual. La formación a distancia existe desde hace décadas. Se denomina modalidad en remoto cuando la enseñanza es síncrona o simultánea para todo el grupo. A ello hemos recurrido en los tiempos de la pandemia. La modalidad ‘online’, por el contrario, es asíncrona; no se trata de hacer lo mismo que en la modalidad presencial añadiendo sin más una cámara. En la ‘online’, la experiencia del estudiante es distinta a la estrictamente presencial, autogestiona más su aprendizaje, pero tan válida y aprovechable como aquélla.
Títulos oficiales o libres. La actividad universitaria está en nuestro entorno muy regulada, hasta el punto de en ocasiones cuestionar la autonomía universitaria. Hoy surgen nuevos centros universitarios o formativos para atender demandas que el sistema no cubre. Las empresas siguen optando por reclutar a personas con grados y posgrados oficiales, pero cada vez son más frecuentes y valorados otros formatos en la formación, más cortos, acumulables y flexibles. ‘Microcredenciales’ será una palabra de moda estos años.
Investigar o divulgar. Las universidades generamos conocimiento y lo transferimos. Los centros de estudios superiores, por el contrario, divulgan el conocimiento que han creado otros. Pocas universidades de iniciativa social o privadas cumplimos con los criterios de investigación que exigen las normativas vigentes. No en vano, son necesarios muchos recursos y un considerable esfuerzo para aportar a la generación de conocimiento como requiere la verdadera condición de universidad.
Invertir o gastar. Los recursos dedicados al sistema universitario son una inversión colectiva, no un gasto. Los gobiernos han de buscar un retorno adecuado a sus inversiones de recursos públicos. Es necesario, por ejemplo, analizar lo que cuesta realmente cada uno de nuestros estudiantes universitarios; cuántos recursos son necesarios para generar innovación útil; o qué formaciones se precisarán en el futuro. Debemos buscar una planificación de país que priorice el impacto social a través de la complementariedad y la colaboración entre universidades.
Emancipación o clasismo. La formación es una puerta que abre posibilidades. Los datos indican que las personas con títulos universitarios tienen más empleo y mejores salarios. La universidad tiene una función social de generar progreso de modo igualitario y las políticas de becas y ayudas juegan un papel esencial.
‘Utilitas’ o ‘iustitia’. Desde sus comienzos, la enseñanza jesuita se ha justificado por ofrecer a los estudiantes dos grandes aprendizajes. Por un lado, el de los medios para ganarse la vida a través de una profesión, la ‘utilitas’. Por otro lado, el de una visión que incluye un recto gobierno de asuntos públicos y el servicio para una sociedad mejor, la ‘iustitia’. Muchos de nuestros jóvenes acceden a nuestras universidades y es una necesidad de país diseñar por qué experiencias han de pasar para que además de ser buenos profesionales crezca en ellos su responsabilidad social.
Recomendaba en el inicio elevar la mirada. En la Universidad de Deusto estamos presentando nuestro Plan Estratégico 2023-26. Tras más de un año de reflexión y análisis, con cientos de participantes internos y una treintena de agentes externos, tenemos una hoja de ruta renovada, con planes y acciones para cuatro años que quieren responder a retos que abarcan mucho más que un cuatrienio. El futuro nos anuncia cambios y nuestra obligación es adelantarnos a ellos y prepararnos para poder seguir contribuyendo desde nuestro proyecto propio a construir una sociedad más avanzada, mejor preparada y más justa.
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