Artículo publicado en El Correo (21/03/2023)
La huelga general de 1985 por la reforma de las pensiones contra un Gobierno socialista se llevó por delante al ministro de Economía de entonces, Miguel Boyer. La que paralizó España en 1988, también contra un Ejecutivo socialista, tuvo de fondo una reforma laboral. Las reformas de las pensiones y el mercado de trabajo han estado detrás de la mayoría de las huelgas generales celebradas en la historia democrática de España. Y la falta de un liderazgo político dialogante también.
Por eso es justo reconocerle el mérito al actual Gobierno de España por haber mantenido la paz social después de su reforma laboral y de la reforma de las pensiones. Sin un liderazgo político basado en el diálogo y en la concertación de actores, difícilmente podría haber llegado tan lejos. Sin los aires favorables que soplan ahora desde Bruselas empujando a la intervención del Estado en la economía, tampoco habría sido posible. Unos vientos que soplaban en dirección contraria en los años 80 y en los posteriores a la crisis financiera de 2008 y que provocaron la Gran Recesión.
Por eso llama tanto la atención la torpeza del presidente francés en empecinarse en un liderazgo no colaborativo. Esta semana, Macron aprobó por decreto y sin diálogo su polémica reforma de las pensiones, olvidándose de una de sus promesas tras su reelección. Macron prometió profundizar en la innovación democrática y desarrollar nuevos mecanismos de gobernanza para incorporar la voz de la ciudadanía a los principales retos compartidos que tenía su país. Tras meses de movilizaciones y huelgas en contra, el Ejecutivo se ha mostrado incapaz de conseguir apoyos y ha optado por concentrar más poder en dirección contraria a su promesa deliberativa.
Para que los gobernantes aprovechen el viento favorable a la intervención del Estado en la economía necesitan, entre otras cosas, un liderazgo dialogante. Este miércoles se presenta en la Sala BBK el último y oportuno trabajo del Future Policy Lab, un laboratorio de ideas prácticas que se presenta como altavoz para que las propuestas de las nuevas generaciones puedan llegar al debate público, en el que se proponen diferentes medidas para mejorar la política industrial en España.
El informe pone el acento en el modelo de colaboración pública-privada que tan bien conocemos en Euskadi. Aquí también se podría avanzar más rápido, y el Gobierno vasco podría ser más osado en su política de inversión industrial en sectores estratégicos, si contara con los apoyos sociales necesarios más allá de la buena sintonía empresarial e interinstitucional. Repensar la política industrial es pensar en biotecnología, en nanotecnología, en bioalimentación, en energías renovables, en todos los sectores innovadores con atractivo estratégico para la consecución de proyectos con alto potencial en la creación de valor. Pero también repensar una fórmula exitosa que permita incorporar al equipo a todos los agentes sociales, para poder tomar las necesarias decisiones disruptivas para llegar más lejos.
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