Artículo publicado en El Diario Vasco (21/03/2023)
Durante 2022 hicimos un estudio para la Diputación Foral de Álava sobre las formas en que empresas alavesas habían adaptado sus pautas logísticas, sus hábitos en clave de gestión de cadenas de suministro y de compras de materiales a raíz de las turbulencias en el comercio exterior causados por el Coronavirus y luego la guerra entre Rusia y Ucrania.
Para empezar, miramos si las estadísticas de importación por parte de Álava mostraban ciertas tendencias entre 2019 y el segundo semestre de 2022. Miramos con particular atención a los flujos entrantes desde Rusia y Ucrania, y parecía que no había cambiado mucho. Es decir: el valor de las importaciones alavesas desde estos dos países era marginal al principio del periodo de análisis. Con lo cual, por mucho que se viera una bajada hacia/durante 2022 de este valor; las cantidades iniciales eran tan triviales, que el cambio no tenía mucha relevancia o peso en medio de las importaciones totales.
De este primer análisis macro- o meso-económico sería lógico sacar como conclusión que la economía alavesa estaba poco expuesta a los problemas que los flujos procedentes de Rusia (y Ucrania) están experimentando.
Sin embargo, cuando empezamos a hacer pesquisas bottom-up y entrevistamos a empresas industriales alavesas, nos topamos con varios flujos de mercancía que procedían de Rusia o Ucrania. Los más llamativos eran flujos que alimentaban a empresas metalmecánicas u otras empresas que procesaban productos metálicos para concebir sus proposiciones de valor finales. Estos “descubrimientos” nos
llevaron a pensar que puede haber una discrepancia entre las estadísticas oficiales (que no parecían registrar importantes flujos de importación desde los países señalados”) y “lo que las empresas declaran respecto a materias primas o productos intermedios que provienen de estos países”. La explicación a la que llegamos finalmente es que:
si las empresas (en este caso: alavesas) compran sus inputs en pequeñas cantidades,
entonces no los compran a la fuente (en origen, al fabricante inicial o el extractor/minero de las materiales in situ),
sino a:
(1) un distribuidor local, regional o nacional, o a
(2) un importador nacional, o a
(3) un trader o broker que puede encontrarse en cualquier parte del mundo.
En los casos 1 y 2 las compras por parte de las empresas alavesas no se registran como importaciones. En el caso 3 es posible que se registre el flujo como importación desde el país del origen de las mercancías, pero también puede ocurrir que queda grabada como flujo desde el país en el cual opera y tiene su sede social el trader o broker de turno. Teóricamente, un trader dispone de almacenes de depósito y toma posesión de la mercancía que comercia antes de enviarla a un comprador, mientras que un broker (o agente) solamente conecta e intermedia entre oferta y demanda, para la cual cobra una comisión, sin que adquiere o toma posesión de la mercancía en ningún momento. Resulta además que los intermediarios del tipo trader o broker operan regularmente desde puertos como los de Rotterdam (NL) o Antwerpen (Amberes, B) y que economistas que analizan estadísticas del comercio exterior estiman que el peso de los Países Bajos y Bélgica en las importaciones españolas/vascas es superior a lo que teóricamente se
esperaría. Lo cual sugiere que parte de lo que se registra como importaciones de esos dos países en realidad viene de otros países.
Por lo anterior es plausible que la exposición de una economía como la alavesa al comercio exterior desde Rusia y Ucrania, y los problemas que le rodean actualmente, es mayor de lo que las estadísticas agregadas/oficiales hacen entrever.
Para añadir un par de ejemplos concretos al relato anterior, vimos como empresas que requieren titanio sufren de las interrupciones y/o los recortes a las exportaciones de este material desde Rusia (tradicionalmente un proveedor muy prominente de titanio). También conocimos a una empresa que compra placas y perfiles de metal, y aunque lo obtiene vía un canal de mayorista nacional, sabe que
el grueso de estos inputs solía proceder del notorio complejo metalúrgico de Azovstal en la completamente destruida Mariupol.
Intentando cerrar el círculo con las cifras oficiales de importación de bienes desde Ucrania y Rusia, postulo que las importaciones de, por ejemplo, aceite de girasol o gas se hacen a granel y entran en Euskadi o España por grandes compradores domésticos. De esta manera podemos ver cuál es la dependencia vasca o española de Rusia o Ucrania para dichos inputs. Pero dado que los flujos de (semi-)fabricados metálicos que encontramos entre empresas de Álava -procedentes de la ex Unión
Soviética- pueden pasar por diferentes estaciones/eslabones antes de entrar en un territorio como Álava, hace que la dependencia de empresas alavesas de proveedores rusos y/o ucranios queda velado. Y este “camuflaje” puede acentuarse aún más por el hecho de mirar a una provincia que no tiene salida al mar (sin puertos marítimos propios) y que cuenta con una fuerte presencia de PYMEs que procesan materiales procedentes del extranjero, pero que compran estos insumos en dosis limitadas.
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