Artículo publicado en el blog Legal Today (05/04/2023)
Solo los gastos de las elecciones generales de España ya rondan los 130 millones de euros. A este dato habría que sumarle las europeas, autonómicas y municipales. ¿Acaso no existe un procedimiento más barato y eficaz que el método clásico de papel y sobre y aumente la participación de la ciudadanía en el proceso electoral? Una implementación gradual parece la propuesta correcta.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) de España, más del 87% de la población entre 16-64 años utiliza internet a diario, incluso el porcentaje aumenta a un 99% en algunas franjas de edad. En base a esto, se entiende que la mayoría de la ciudadanía tiene capacidad para poder tramitar un voto telemático, pudiendo ahorrar de esta manera dinero en papel, personal y otros elementos como la limpieza de los locales donde se vota etc.
Cabe destacar que la pandemia nos ha trastocado la forma de entender la vida y hemos asumido que actividades que se realizaban en el exterior, también son posibles desde el hogar. Dicho esto, ¿por qué entonces no se apuesta por un método dual donde la ciudadanía pueda escoger entre votar telemáticamente o de manera presencial? La realidad es que España está estudiando esta propuesta, aunque deberemos esperar a que el poder legislativo proponga cambiar la LOREG y se efectúe el cambio, porque esta normativa recoge únicamente la posibilidad de hacerlo tal y como se hace en la actualidad.
Estonia es hoy en día el único país del mundo en el que cualquier votante puede hacerlo de manera electrónica, mediante el mecanismo i-voting y, de hecho, han conseguido que el 33% de sus ciudadanos voten, como mínimo, por este medio. España ya ha experimentado varios proyectos piloto no vinculantes, lo que implica que la tecnología está prácticamente lista, pero no existe consenso político. No obstante, el Parlamento Europeo considera que “es imposible garantizar que nadie esté observando a los votantes mientras envían sus boletas.”
Las ventajas de esta implementación son evidentes y entre ellas las más destacables serían la posibilidad de obtener un escrutinio más rápido y la eliminación del error humano. Además, el proceso de la logística sería más fácil porque harían falta menos recursos como establecimientos físicos, papeles, sobres etc. Asimismo, el medioambiente se vería gratamente beneficiado porque se reduciría significativamente el papel utilizado, cuestión que preocupa a la sociedad actual, especialmente a las nuevas generaciones
No obstante, entre los problemas de esta propuesta encontramos la pérdida de control de los ciudadanos sobre los procesos electorales ya que, con el método actual los electores son completamente partícipes del proceso porque cualquiera puede ser electo para contabilizar los votos y rellenar las actas. En la nueva propuesta se suman riesgos como el posible hackeo del software, la manipulación en el voto y la vulneración del voto secreto.
Para estos riesgos, sería una solución la implementación gradual de esta propuesta, ofreciendo la posibilidad de votar mediante un dispositivo que se encuentre en el centro de votación, dejando atrás el método tradicional donde se requiere el uso de papel. De esta manera los ciudadanos contarían con campañas de información previas a las elecciones y personal cualificado dando seguimiento al proceso para resolver posibles dudas o problemas, y también asegurando la no coacción. Así, se podría normalizar este mecanismo, y conseguir que en futuras elecciones se sientan seguros para hacerlo desde casa.
Sin embargo, esto requiere una inversión inicial en formación y medios electrónicos por parte de las administraciones públicas, que se acabará compensando con el paso del tiempo gracias a la digitalización semicompleta, y, no parece que las administraciones tengan su foco en eso actualmente.
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