Artículo publicado en Deia (18/06/2023)
Ana Oregi, hasta ayer teniente de alcalde de Vitoria-Gasteiz, se despidió en el último pleno de esta semana con unas palabras que, tras los emotivos agradecimientos de rigor y el recuerdo de anécdotas y lecciones aprendidas (bajo alcaldes de cuatro partidos diferentes), se centró en el papel de las ciudades en general y de la suya en particular ante el cambio climático. Les pasaba a los nuevos concejales –“quiero pediros algo a los que os quedáis”– un testigo de responsabilidad climática. Ella vuelve a su puesto de funcionaria municipal.
Habrá a quien le sorprenda que en el ámbito municipal alguien coloque la cuestión climática como legado central, pero a mí me parece correcto. Como solía decirse antes, en un eslogan que sigue siendo tan joven como el día que se acuñó, hay que pensar global y actuar local. De modo que, lejos de resultar improcedente, era el lugar y el momento para recordar que cualquier política, programa o acción municipal tiene un significado y un impacto climáticos. No es solo que las acciones concretas locales participen del desafío global, sino que el desafío global solo puede entenderse como suma de ese tipo de acciones. Las grandes políticas generales están para promover y dinamizar las actuaciones concretas en la buena dirección. Y para desincentivar o terminar con las que caminan en sentido contrario.
Recuerdo que cuando Trump anunció la decisión de retirar a los EE.UU. del Acuerdo de París de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, fueron numerosas las autoridades locales que afirmaron que sus instituciones seguirían cumpliendo con sus obligaciones. Muchas de esas políticas, desde las industriales a las de transportes, desde las urbanísticas hasta las energéticas, desde la ordenación delterritorio hasta la compra pública, corresponden en parte a sus competencias, de modo que su decisión de respetar el compromiso de París no tuvo un efecto únicamente político o simbólico. Cuando, en su primer día en la Casa Blanca, Biden firmó la vuelta de los EE.UU. al Acuerdo de París, no todo se había perdido por el camino gracias, entre otros muchos, a las autoridades locales.
Oregi citó a António Guterres y la casualidad quiso que en ese mismo momento el secretario general de la ONU estuviera hablando del mismo tema. El portugués dijo que limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 grados centígrados aún es posible, pero requerirá una reducción del 45 por ciento en las emisiones de carbono para 2030, y que “en un momento en el que deberíamos acelerar la acción, se está retrocediendo. Y las políticas actuales están llevando al mundo a un aumento de la temperatura de 2,8 grados para finales de siglo. Eso significa la catástrofe”. Los objetivos para frenar el cambio climático siguen siendo retos en los que las ciudades –también las nuestras– tienen mucho que decir. Se calcula que las ciudades emiten entre un 60% y el 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial. Nuestro porcentaje, aunque no conozco el dato, será superior. Las políticas municipales tienen un muy importante potencial de mitigación. ¿Cumplirán nuestros municipios –es decir, cumpliremos nosotros– los objetivos de reducción de emisiones y de neutralidad en carbono?
Habrá quien crea que hoy era día para dedicar la columna a la política local, a calcular la suma de concejales, a valorar los acuerdos diversos en los distintos municipios. A mí, que no soy amigo de los sistemas mayoritarios o presidencialistas, me gustan las instituciones y los partidos capaces de llegar a acuerdos entre diferentes, en cada lugar dependiendo de las fuerzas enliza, de las personas, de las necesidades del momento, de las prioridades identificadas. Les deseo lo mejor a quienes asumen hoy nuevas responsabilidades, pero me sumo a la de nuevo funcionaria municipal Ana Oregi en “pediros algo”: que no olvidemos el viejo eslogan “piensa global, actúa local”.
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