Artículo publicado en Deia (25/07/2023)
Qué mejor momento para hablar de los estudios en turismo en un período del año en el que puedes estar tomando el sol en la playa, disfrutando de un casco histórico, caminando por un verde sendero o tranquilamente en tu casa!
Tras una centenaria presencia entre nosotros, el turismo está echando hondas raíces de nuestro país. La ausencia de violencia nos ha permitido aflorar todo lo bueno que contamos. La riqueza de un paisaje que funde lo natural, rural y urbano en una corta distancia, caleidoscopio de verdes, azules y grises, inunda las retinas de quienes nos visitan. La timidez acogedora de las personas que habitamos estas tierras sorprende a quien espera de nosotros una adustez atávica y ruda. La combinación de tradición, patrimonio y memoria con modernidad, creatividad e innovación modifica la mirada de quien se acerca seducido por nuestro pasado y se encuentra con una sociedad viva y coleando.
El resultado de todo este proceso es que el turismo se ha convertido en un pujante sector económico que completa el PIB de un país industrial y de servicios avanzados, entre los que el turismo se ubica como sector con mucho valor intangible añadido.
Potencia un empresariado y emprendimiento ligado a la densa trama de pequeñas y medianas empresas del país, sostenible en sí misma o puerta abierta a la configuración de alguna gran empresa tractora en el sector. Refuerza el papel de unas instituciones públicas emprendedoras, tal como reivindicaba Mazzucato, en la innovación a partir de sectores con tradición y la promoción de sectores económicos de nuevo cuño.
El turismo es un fenómeno social que genera cada vez más empleos, más dignos, de mayor calidad, de mayor estabilidad, de menor estacionalidad, más resistentes a su posible amortización por el avance de la tecnología y la digitalización. Es un fenómeno que favorece la cohesión social y reduce las desigualdades.
La naturaleza verde, azul y gris encuentra en el turismo, responsable y sostenible, un guarda encargado de la protección del suelo, del aire y del agua, mientras contribuye económicamente a su conservación y al desarrollo de las personas que la habitan.
El turismo pone en valor nuestro recurso más relevante, nuestra identidad personal y colectiva, en un mundo globalizado que homogeneiza destinos y comunidades. Se trata de la cultura hecha valores, memoria y patrimonio junto a la cultura que crece de la mano de la creatividad y la innovación. La diversidad cultural queda amparada por el turismo que aporta públicos y audiencias añadidos al esfuerzo de preservación del patrimonio y al impulso de un ecosistema creativo local.
Pero, para que mis palabras previas sean una descripción real y fidedigna de nuestro sector turístico, alejados de la sobreexplotación y la especulación, necesitamos reforzar su carácter sostenible y responsable. Y en semejante tarea es imprescindible el perfil de las y los profesionales al frente de la tarea. Necesitamos profesionales con valores alineados con los derechos humanos, la democracia y el desarrollo humano sostenible medioambiental, económico, social y cultural. Deben contar con un conocimiento profundo: del destino, del país y sus potencialidades; del arte de viajar, como búsqueda de experiencias memorables, significativas y auténticas; así como de los agentes, estructuras y procesos del sector turístico. Deben desarrollar las competencias necesarias para encarar los retos que plantea dicho modelo turístico: competencias personales, de relación interpersonal y comunicación, tecnológicas y de innovación…
El presente y futuro del profesional del turismo no necesita elegir entre algoritmos y poemas, no tiene que elegir entre ciencias o letras. Los retos a encarar requieren auténticas y auténticos Leonardo da Vinci que integren humanismo y ciencias sociales con tecnología. Las tecnologías de la información y comunicación, la realidad virtual y aumentada, el metaverso o la inteligencia artificial son asistentes imprescindibles para las y los artesanos del viaje, destino y experiencia.
El profesional del turismo no optar entre lo próximo y local o lo lejano y global. La movilidad y la conectividad facilitan las pasarelas que nos llevan a acercar el mundo a nuestro país y nuestro destino al mundo, en solución de continuidad. Se trata de prepararse para entender la globalización, generar magnetismo y potenciar la atractividad de nuestro destino, sin renunciar a lo que nos enamora de nuestro lugar de origen.
En un mundo que busca la generación y distribución de la riqueza, a partir del desarrollo científico, tecnológico y digital, el profesional del turismo no sólo debe incorporarse a dicho paradigma, sino que debe aportar el valor de la circularidad, la cohesión, la creatividad y la innovación transformadora.
Si estuviera en la tesitura de elegir un sector profesional en el que desarrollar mi profesión, no dudaría en cursar estudios universitarios en este ámbito. Son muchas las empresas, instituciones y entidades vinculadas con el viaje a un destino en busca de experiencias. Y son muchas más las iniciativas que surgirán en torno a un turismo sostenible, responsable, creativo e innovador que vaya dando respuesta a la permanente demanda de vivencias y experiencias extraordinarias por parte de los seres humanos.
El turismo, a pesar de su centenaria presencia en nuestro país, por las especiales condiciones vividas en la segunda mitad del siglo XX, es aun joven y tiene muchas posibilidades de desarrollo sostenible medioambiental, económico, social y cultural de su destino: la puesta en valor de lo que somos, sentimos, pensamos y hacemos: la proyección internacional cargada de magnetismo, atractividad y complicidad; el diseño de un modelo de transporte y movilidad sensata retroalimentado con una conectividad accesible y complementaria.
Necesitamos jóvenes profesionales con valores, conocimientos y competencias que nos permitan dar respuesta al ambicioso reto.
Por lo tanto, estudiar turismo es, hoy en día, una buena idea.
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