Hay que generar nuevos relatos para afrontar un momento político ‘refundacional’ en el que sería necesario diseñar el proyecto de país para los próximos cuarenta años
Artículo publicado en El Diario Vasco (03/09/2023)
El 2023 ha sido un año electoralmente intenso. Aunque la campaña y precampaña de las elecciones forales y municipales venía tomando cuerpo desde mucho tiempo atrás, la inmediatez de la convocatoria de las elecciones generales abrió un horizonte distinto, cuya resolución todavía no se vislumbra muy inmediata. El resultado ha sido una campaña que ha durado casi medio año, con una tensión electoral relativa y un agotamiento latente en todos, partidos y ciudadanía difícil de mantener durante mucho tiempo más. Eso sí, parece que en cualquier caso se va cumpliendo lo que ya desde la noche electoral parecía bastante claro: nos encaminamos a un nuevo mandato de Pedro Sánchez. Aunque este contexto de interregno previo a la investidura fallida de Nuñez Feijóo nos pueda ofrecer indicadores confusos, la conclusión está bastante clara. Por eso me gustaría ir un paso más allá.
Nos encontramos en un momento políticamente apasionante. La lógica de pactos deja el escenario estatal muy abierto, operando bajo un axioma principal: serán los partidos nacionalistas e independentistas catalanes y vascos los actores principales de la nueva legislatura. Se consolida la idea del frente progresista amplio y dentro de este espacio y en cada realidad territorial, cada uno de los partidos que ocupan este frente habrá de encontrar también su propio relato y espacio.
En la Comunidad Autónoma de Euskadi, cumplidos ya más de cuarenta años desde la puesta en marcha del Estatuto de Gernika y de (casi) todo su despliegue institucional, y más de doce desde la desaparición de ETA, se está produciendo un interesante movimiento en el mapa político. Todavía es pronto para saber si se trata de una reconfiguración del mapa político o de un simple movimiento coyuntural. Demasiado pronto para hablar de cambio de tendencia. Pero los datos objetivos están ahí. Si hacemos caso a los últimos resultados electorales, EH Bildu viene con una dinámica ascendente en los tres territorios y a EAJ –PNV le pasa exactamente lo contrario. Es cierto que ninguno de los partidos tiene todavía oficialmente declarada su candidatura electoral y que durante este curso pueden todavía suceder bastantes cosas, pero son estas tendencias las que nos ofrecen un escenario a priori más abierto que en anteriores ocasiones. Y aunque es un escenario más abierto, esto no lo hace automáticamente más interesante. Me explico.
Cualquier cita electoral, también la que se realizará en la Comunidad Autónoma de Euskadi el año próximo, debería servir para confrontar proyectos políticos. En cualquier momento se podría decir que esto, en sí mismo, sería suficiente. Pero en este contexto político que me atrevería a calificar de ‘refundacional’ creo que sería necesario reimaginar y comunicar el proyecto de país para los próximos, al menos, cuarenta años. A partir del recorrido que ha tenido el sistema institucional derivado del Estatuto de Gernika, creo que estamos en un momento idóneo para evaluar aquellas políticas que han resultado un éxito, las que no lo han sido y los impulsos necesarios para los próximos años. No son pocas las instituciones que han cumplido 40 años esta legislatura que pronto finaliza. Han cumplido 40 años Osakidetza, la Ertzaintza y el grupo EiTB. Sin ser una institución en sí misma, también ha cumplido 40 años la Ley de normalización del Euskara y la propia Ley de Territorios Históricos. También la primera Ley de Servicios sociales, pionera en el Estado, que se aprobó en 1982. Junto a todos ellos, hemos cumplido 40 años quienes formamos parte de la generación ‘Dragoi Bola’, es decir, quienes hemos crecido ya estudiando en euskara, teniendo como referentes a profesionales de Osakidetza y viendo todas las tardes ‘Dragoi Bola’ en ETB 1. Dicho de otra forma, quienes hemos sido receptores de muchas de estas políticas que han convertido a la CAE en pionera y quienes esperamos que también lo siga siendo durante los próximos años.
Pero para que esto sea así, es necesario pensar y transmitir proyectos que vayan más allá de las lecturas coyunturales. Ideas de país que nos lleven a reinventar y actualizar instituciones y sistemas de políticas públicas que han sido faro de nuestro autogobierno y que piden a gritos un nuevo horizonte. Un horizonte que no está ligado a la construcción de un edificio ni a una ‘idea singular’. Un horizonte que tiene que diseñarse conjuntamente con la sociedad, haciéndola partícipe, co-construyendo el objetivo de lo que queremos ser en los próximos años. En suma, un horizonte de transformación, de repensar las políticas públicas del presente para edificar el futuro y de tomar las decisiones valientes necesarias para ello.
La sociedad vasca necesita volver a generar un horizonte de ilusión. Ya no somos la sociedad en estado ‘de resaca’ de hace doce años. Tampoco nos mueven los mismos ejes. Hay que generar nuevos relatos, y hacerlos con la mirada puesta en el largo plazo, sin miedo, con discursos y proyectos que vuelvan a ilusionar. Ojalá suceda esto en la próxima
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