Qué aburrida sería una vida plenamente previsible. Y qué desequilibrada una sumida en un cambio permanente
Artículo publicado en El Correo (02/09/2023)
Sí, prácticamente solo quienes tienen hijos en edad escolar encuentran el regreso a la rutina como una bendición tras un asilvestrado verano infantil. Sin embargo, pensar en negativo en la rutina es un error. Una vida sin rutina sería un severo trastorno también para los adultos. Está de moda desprestigiar la rutina. «La rutina mata», escuchamos en boca de los más aventureros e inquietos amigos. El propio Claudio Coelho así lo afirmaba con una bonita frase: «Si crees que la aventura es peligrosa, prueba la rutina. Es mortal».
Nos encanta la novedad, lo diferente, la sorpresa. Sin embargo, ¿se ha parado a pensar alguna vez qué ocurriría si todo fuese eternamente nuevo, cambiante o diferente? Efectivamente, viviría en un cambio continuo. Es decir, lo novedoso pasaría a ser una rutina y me atrevo a pensar que, pasado un tiempo, le hará menos gracia. El cambio continuo se habrá instaurado en usted como una rutina. Le aseguro que estaría deseando un poco de paz, estabilidad y certidumbre en ese mundo de locura en el que viviría de manera constante. La rutina es buena para los niños. Tener una vida previsible les aumenta su grado de seguridad, les permite ser más constantes y perseverantes en sus objetivos y afianza sus relaciones humanas. Realmente esto también es aplicable para los adultos. A quienes, además, la rutina también les permite tener un mayor control sobre sus vidas y las de sus hijos. Esa parte planificada de nuestras vidas nos permite reducir la ansiedad generada por la incertidumbre. No en vano, la palabra ‘rutina’ procede del término latino ‘route’, que los franceses adaptaron como ‘routine’, para referirse a un camino trillado; es decir, un camino ya conocido.
Caminar por esa ruta conocida nos permite llevar vidas más ordenadas y, en definitiva, vivir con más paz y dormir mejor. De hecho, afortunadamente, más pronto o más tarde todos caemos en la bendita rutina. Necesitamos de ella. La vida del aventurero/a es también rutinaria. Rutina es vivir haciendo siempre lo mismo. Si conoce a alguien que por trabajo está todo el día viajando, pregúntele. Se sorprenderá de lo rutinaria que es su vida.
El problema, por tanto, no está en la rutina –esa siempre llega–, sino, como siempre, en tenerla en su justa medida. El exceso de rutina, al igual que la falta de ella, curiosamente puede generarnos también problemas de salud mental. Hasta cuando tararea en exceso su canción preferida, le termina por aburrir (estoy imaginando al pobre Manolo Escobar cantando ‘Mi carro’ con 70 años o al propio Mick Jagger entonando ‘Satisfaction’ con 80 hoy en día). Es cierto: demasiada monotonía en la vida de una persona también genera estrés o ansiedad.
El exceso de rutina se da en ese individuo que no aspira a nada nuevo, apático, sin energía y motivación en su vida para desarrollarse, aprender o descubrir cosas nuevas. Tenemos que escapar de ese exceso de vida repetitiva. Arriesgue y tenga un punto disruptivo de locura de vez en cuando. Haga cosas inusuales o excepcionales, baile, cante o láncese al agua desde cierta altura. Tras un período de rutina, busque esa alegría que genera tener una nueva aspiración en nuestras vidas. La paradoja es que para que exista ese brillo en nuestros ojos necesitamos de la rutina. No existe lo anormal si no existe lo normal. Es la filosofía china del yin y el yang. El negro no puede existir sin el blanco. La oscuridad no puede existir sin la luz. El frío no puede existir sin el calor. Tampoco unas felices vacaciones sin la rutina del invierno.
Dicho de otra manera menos filosófica, necesitamos tener vidas equilibradas. Me gusta cómo define la Real Academia el equilibrio: contrapeso o armonía entre dos cosas diversas. Entiende el equilibrio como un sinónimo de armonía. Y eso creo yo que es la rutina: una cara necesaria para vivir la otra cara, la de la alegría de lo disruptivo. Necesitamos de ambas como una relación simbiótica. Dicen los expertos que las personas que logran combinarlas balancean mejor los diferentes estados de ánimo y superan los momentos extremos mejor cuando todo se les viene abajo. Por eso, debemos practicar su combinación. O sea, lo mismo que a veces decimos ‘tómate unas vacaciones, las necesitas’, en otras ocasiones, aunque suene duro, deberíamos decir ‘vuelve a la rutina, la necesitas’.
Somos lo que hacemos repetidamente, sostenía Aristóteles. Creo que es cierto, pero se quedó corto. A lo que hacemos reiteradamente, proporcionarle un punto de ruptura en forma de locura, divertimento o simple diversificación del día a día le aporta un interesante plus a nuestra seña de identidad. Qué aburrida
sería la vida plenamente previsible. Y qué desequilibrada sería nuestra vida sin rutina. Bendita rutina.
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