Artículo publicado en El Correo (16/10/2023)
Yanis Varoufakis es profesor universitario, político varios libros superventas. Se le recuerda por su rebeldía con los términos del rescate griego en la primavera de 2015 y por sus desaires al todopoderoso Wolfgang Schäuble y a los implacables ‘hombres de negro’, lo que finalmente provocó su dimisión como ministro de Finanzas. Ahora, su libro más reciente lleva por título ‘Tecnofeudalismo’ con el subtitulo: ‘Lo que mató al capitalismo’.
No es fácil resumir el mensaje de un texto repleto de ejemplos de gran colorido pero con escasos descansos para parar y extraer conclusiones. En esencia, el capitalismo de hoy terminará no con un estallido revolucionario, sino con un gemido evolutivo. Así como el capitalismo desplazó al feudalismo subrepticiamente y éste fue arrasado, hoy el capitalismo está siendo derrocado por un nuevo modelo económico: el tecnofeudalismo. Porque la extracción de valor se ha alejado cada vez más de los mercados desviándolo hacia plataformas digitales, como Facebook, Amazon, Google y otras que ya no operan como empresas oligopólicas, sino más bien como feudos o propiedades privadas. internet y el mundo digital, la nube, han logrado hacer lo que el proletariado nunca consiguió: derrotar al capitalismo. Se han utilizado las modernas tecnologías y sus aplicaciones como Alexa, Google Assistant o Google Maps para robotizar a los seres humanos y volver a precarizarlos. «Nuestras preferencias ahora no están determinadas por los mercados sino por las redes de máquinas, lo que yo llamo ‘capital de la nube’, afirma Varoufakis.
Lo que otorga a la economía digital su peculiar tinte tecnofeudal es que si bien los trabajadores siguen siendo explotados de todas las antiguas maneras capitalistas posibles –siempre según Varoufakis–, ahora son los nuevos gigantes digitales armados con sofisticados medios de depredación los que más se benefician. El intelectual griego sostiene que cada vez que alguien publica algo en Facebook, tuitea en X o compra en Amazon, está regalando riqueza a los capitalistas. Hasta ahora, la única forma de crear capital era a través del trabajo asalariado. El capitalista sustraía la plusvalía del trabajo –el gastado tópico marxista– y a partir de esa plusvalía acumulaba capital. Esa relación ya es historia.
El proceso se asienta en dos pilares. En primer lugar, no puede haber mercado, ni competencia, ni capitalismo, allí donde los bancos centrales han imprimido billones de billetes para entregárselo a los bancos y a las grandes empresas, en particular a las tecnológicas, sustituyendo de esta manera los beneficios del capital por las ingentes sumas de dinero bancario. En segundo lugar, las plataformas relevan a los mercados. Amazon no es ni un mercado monopolístico ni un mercado capitalista. Simplemente no es un mercado, según el escritor heleno. En el momento en que se entra en Amazon se accede a un feudo digital propiedad de un solo hombre que decide todo. Todo lo que vas a ver, lo que vendes o lo que compras en esa plataforma está determinado por un algoritmo.
El secreto del éxito de las gigantescas plataformas de las tecnologías de la información radica en su capacidad para extraer, ensamblar y beneficiarse de una amplísima variedad de datos. Disfrutan de un férreo monopolio debido a los efectos de su tupida red y a las altas economías de escala. Estas plataformas no pertenecen en realidad a capitalistas, sino a rentistas disfrazados y las analogías feudales son fáciles de trazar: la tierra son los datos, los ingresos son rentas y los feudalistas son, como en la Edad Media, un puñado de señores de la clase dominante. «Sí, el capital está ahí, excepto que este sistema no es el capitalismo. Es algo peor que el capitalismo», concluye Varoufakis.
No tengo criterio para desmontar tanta imaginación. Solo conservo la sensación de haber asistido a un relato ameno pero fantástico. Y me confirmo en que la descripción que hizo Fernand Braudel del capitalismo como «infinitamente adaptable» no es la peor perspectiva que se puede seguir defendiendo. A pesar de todas las carencias y limitaciones del sistema.
Por cierto, Varoufakis es un gran defensor de las monedas digitales de los bancos centrales y apoya que el actual Gobierno de coalición en España siga unido pese a sus problemas.
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